La orden fue quedarse en sus casas.

Se escriben cartas románticas sobre habitar la vida doméstica, conciertos en muebles rojos, maratones de películas, los más ingeniosos." clases ON-LINE" de lo que sea. Nunca vi tanta creatividad y estupidez junta.

Música antigua en los balcones, como hace tanto no se escuchaba, una pareja de enamorados tiene por fin un tiempo de tomarse un café juntos.

Hoy estamos a salvo dice una clase que por supuesto cuenta con un seguro social.

Pero el fin del mundo no es para todos.

Incluso las metáforas tienen a sus marginados.

Las grandes corporaciones aprenden a lavarse las manos y despiden a sus empleados.

Las pequeñas corporaciones se apropian del discurso humanista, para bajar sueldos, no pagar el seguro social completo y mantener la lealtad de sus empleados cuando el fuego termine.

Los intelectuales siempre son los peores...

En ese circo todos los juegos narrativos conducen al mismo lugar.

Esta pandemia me ha hecho saber que yo también soy un marginado, que no cuento con el privilegio de quedarme en casa. (La supervivencia es una cuestión de privilegios)

Soy mesero de un restaurante, podría ser un cajero de supermercado, o la señora de los tamales. Tenemos en común que debemos salir a la calle, afrontar la niebla y esperar que el azar no nos seleccione. Alguien debe encargarse de atender a los otros, a los de los pisos intermedios, esos que por supuesto nunca cumplen las normas. Supongo que el gel antibacterial terminará por secarme las manos, más de veinte aplicaciones diarias.

Mis compañeros no se preocupan del virus, la emergencia está en cómo vamos a vivir mañana, aun no visualizamos que tal vez el mañana no exista. Cigarros van y vienen, como si habitáramos la sala de espera de un hospital, al mismo tiempo tengo miedo que seamos los primeros, total, somos parte de una estadística invisible. A veces es necesaria robarse una cerveza, un trago de ron, un whisky doble y pensar que lo mejor para este fin es estar ebrios, drogados hasta las medulas, quedarse sentado con los perros callejeros y aullarle a la luna azul, en este momento por primera vez las calles realmente son nuestras.

Una vez más olvidé bañarme, lavar la ropa, prepararme la cena, llamar a mi madre...estoy detenido ante el oráculo...

"Somos juguetes del destino" Siempre Shakespeare.

Hay quienes afirman que se viene un orden nuevo en el mundo, ya comprendí que si eso es cierto es como si algo o alguien me apuntara directamente al rostro...en cualquier momento la bala se dispara.

El dólar sube...sube...y sube.

El peso se desploma y una nueva crisis se va apoderando de la ciudad.

Supongo que ya no hay palabras posibles.

Cerrar los ojos y esperar el putazo (Como dirían mis compañeros mexicanos).

A veces imagino que pudiese escribir una carta y colocarla en una botella...pero las cartas en la guerra no son entregadas.

Nunca fue tan cierto la siguiente afirmación..." Estas propinas no alcanzan ni para morirse"

Hoy estoy seguro que no pertenezco a los rascacielos, que no soy contemplado para habitar el comienzo del nuevo mundo. En un sótano los marginados hacemos nuestra última revuelta, saqueamos lo que podemos, y en una pequeña fogata viviremos los días que nos alcance... solo los días que nos alcance, lo demás se terminará pronto.

LOS MARGINADOS DEL FIN DEL MUNDO TE INVITAN A UNA FIESTA, TOTAL... NOSOTROS NO FUIMOS CONTEMPLADO PARA GUARDARNOS.

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