Un yak en el salón de clase y una familia en Hollywood

Un yak en el salón de clase y una familia en Hollywood
El cineasta Pawo Choyning Dorji, posa con Pem Zam en el plató de "Lunana: A Yak in the Classroom", izquierda, y Stephanie Lai y Dorji en el almuerzo de nominados a la 94a entrega de los Premios de la Academia en Los Angeles el 7 de marzo de 2022. La película de Dorji "Lunana: A Yak in the Classroom" está nominada a mejor largometraje internacional. (Foto Danny Moloshok/Invision/AP, archivo)

LOS ÁNGELES (AP) — “Lunana: A Yak in the Classroom” (Luana: Un yak en el salón de clases), se convirtió en una inesperada contendiente de los Oscar cuando fue nominada este año a mejor película internacional. La historia de un joven en Bután que emprende un inesperado viaje para convertirse en maestro en las remotas montañas del país, es el primer largometraje del director Pawo Choyning Dorji y la primera película en la historia del pequeño país de los Himalayas en ser nominada.

Dorji y su esposa, la actriz y productora taiwanesa Stephanie Lai, llegaron a Los Ángeles un par de semanas antes de los Premios de la Academia que se entregarán el domingo, junto con su hija de 12 años y su hijo de 9.

El director compartió algunas de sus experiencias con The Associated Press en este relato en primera persona.

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UN YAK ABURRIDO

Mientras trabajaba en los últimos dos años en “Lunana, A Yak in the Classroom”, mis hijos escucharon muchas pláticas sobre ella. Mi hijo no podía entender por qué había causado tanto revuelo y me preguntó por qué trabajaba tan duro para hacer una película “tan aburrida y lenta” que tenía “un yak que no hace nada y sólo está ahí”. Solía decir "¿papá la próxima vez puedes tratar de hacer películas que se disfrute ver como Spider-Man?’”.

Cuando la película fue anunciada como la primera nominada al Oscar de Bután yo y mi esposa saltábamos y gritábamos de felicidad nuestros dos hijos, que nunca habían visto tan felices a sus padres, nos preguntaron qué eran los Oscar. Les dije que acabábamos de ser reconocidos como una de las cinco películas internacionales en el mundo y que teníamos que ir a Hollywood.

Nos preguntaron quién más iría a los Oscar y les dije “¡Todos!”, mi hijo respondió “¿Incluso Spider-Man?” y le dije “¡Sí, por supuesto, hasta Spider-Man estará a ahí!”. Ellos comenzaron a saltar y me preguntaron si podrían conocer a Andrew Garfield, su Spider-Man favorito. Yo no sabía que Andrew estaba nominado al Oscar por “tick, tick...BOOM!” y francamente pensaba que encontrarlo en Hollywood no sería posible, pero a pesar de eso les dije “¡Sí, sí, les prometo que conocerán a Andrew Garfield!”, pues no quería desilusionarlos. Los niños saltaron de alegría y finalmente estaban emocionados por “el yak aburrido”.

Mis hijos le contaron a muchos de sus amigos que iban a ir a Hollywood para conocer a Andrew Garfield. Yo estaba muy preocupado por decepcionarlos, e incluso le advertí a mi esposa “no le digas a los niños pero alguien como Andrew Garfield no tendrá tiempo de conocernos”.

UN SPIDER-MAN ENCANTADOR

Tras llegar a California yo y mi esposa asistimos al almuerzo de nominados en el hotel Fairmont Century Plaza el 7 de marzo. Fue un momento tan surreal estar sentados en la misma sala que Steven Spielberg, Denzel Washington, Benedict Cumberbatch, Jessica Chastain, y sí, ¡Andrew Garfield!

Yo y mi esposa nos escabullimos cerca de él. Me presenté y me tomó de la mano y dijo “¡Oh! ¡Visité Bután y me encantó tanto! Me alegré tanto cuando vi que había una película butanesa que fue nominada”. Yo y mi esposa le compartimos a Andrew que nuestros hijos, que no estaban con nosotros en ese momento, querían conocerlo y él muy amablemente accedió.

Mi esposa rápidamente fue por los niños a un punto de encuentro en el almuerzo y Andrew fue tan amable, vino y habló con los niños como si fueran viejos amigos, incluso chocó la mano con ellos. Mis hijos dijeron que conocer a Andrew Garfield fue “¡El mejor momento de sus vidas!”.

Esa noche cuando regresamos a la habitación del hotel le dijimos a nuestro hijo que se lavara antes de ir a dormir. Él miró sus manitas y dijo “pero Andrew Garfield las chocó conmigo, si me las lavo perderé su energía”.

UN PEDAZO INESPERADO DE BUTÁN

Cuando “Lunana” superó la mayoría de las expectativas y fue puesta en la lista de películas preseleccionadas y luego nominada a mejor largometraje internacional, recibí felicitaciones y buenos deseos de butaneses de todas partes del mundo, desde pastores de yaks en el pueblo real de Lunana, a monjes de los monasterios más remotos, a niños en la ciudad. Mientras otras películas tuvieron apoyo financiero de sus gobiernos, esto era lo que tenía “Luana”, las esperanzas genuinas, rezos y aspiraciones de un país entero.

Pero no esperaba que encontráramos parte de esa nación, esas esperanzas y esas oraciones en nuestro viaje.

Cuando no estábamos ocupados con la campaña de la película para los Oscar, hacíamos viajes de día para llevar a los niños de visita a lugares populares de Los Ángeles. Mi esposa era la conductora designada, mientras que yo era el jefe navegador con el GPS. Una vez de regreso en uno de nuestros paseos me pasé de una salida en la autopista y terminamos perdidos.

Al tiempo que recibía los reclamos de mi esposa y trataba de navegar por la hora pico de Santa Mónica ¡vi de pronto los colores naranja y amarillo de la bandera de Bután! Mientras nos acercábamos totalmente sorprendidos, vimos un letrero que decía “Tienda Bután”. Mi esposa dijo “¡Debes visitar esa tienda!”. Paramos el auto y rápidamente fuimos adentro.

En la tienda vendían artesanías butanesas. Había un adolescente en la caja y a pesar de que yo tenía puesto mi cubrebocas, me dijo “¡Oh! ¡Eres tú! ¿Eres el director del yak no?”. El negocio familiar es de un hombre llamado Dorji -que no está relacionado conmigo- y que fue el primer butanés en migrar a Los Ángeles en la década de 1970. El adolescente, su hijo de 18 años, Ugyen -sin relación con el protagonista de mi película que lleva el mismo nombre- nació aquí en Los Ángeles y todavía no ha visitado Bután. Ugyen parecía tan estadounidense y al mismo tiempo también tan orgulloso de cómo una película de la tierra de sus padres había sido nominada al Oscar. “Te he seguido en IG (Instagram) desde 2016”, dijo, “y conozco todo tu trabajo”.

No sabía cuántos butaneses hay en Los Ángeles y me sorprendí cuando Dorji me dijo que sólo hay unos 50 en toda la zona de Los Ángeles y sus alrededores. Dijo que todos planeaban asistir a una función de la película en Santa Mónica donde yo iba a tener una sesión de preguntas y respuestas. “Hay tanto orgullo en la película, todos los butaneses dijeron que irán a la función con sus trajes típicos”, dijo Dorji.

“Sólo somos un puñado aquí, pero nos esforzamos por tener pequeñas reuniones para mantenernos conectados a nuestra cultura y estilo de vida”, dijo. “Muchos de nuestros jóvenes que han nacido aquí se niegan a ir a esas reuniones, les parecen aburridas e incómodas. Pero cuando se trata de ‘Luana’ todos están emocionados”.

Dorji, Ugyen y yo nos tomamos una fotografía frente a la Tienda Bhutan, que se compartió rápidamente entre la comunidad butanesa de Los Ángeles. Mientras la foto circulaba, al día siguiente me invitaron a una comida butanesa ofrecida por el segundo butanés que se afincó en la zona de Los Ángeles, un hombre que se presentó conmigo como “ashang”, que significa “tío” en nuestro idioma.

La deliciosa comida casera hecha por la esposa Ashang, a quien todos llamaban “tía”, me hizo extrañar tanto a mi familia y mi hogar. Les pregunté como consiguieron el auténtico queso fermentado y los chiles que caracterizan a nuestra cocina. Ashang rio y dijo: “Le pido a mi familia en Bután que nos manden queso fermentado cada mes por paquetería”.

El día de la función fuimos invitados nuevamente a la Tienda Bhutan, donde todos los butaneses de Los Ángeles se habían reunido para un almuerzo de arroz con azafrán y té de mantequilla (de yak), algo que se suele preparar en Bután sólo para celebrar las ocasiones más importantes. La mayoría de los butaneses se habían vestido con sus trajes típicos nacionales para celebrar.

Estaba tan lejos de casa, pero nunca me había sentido tan cerca.

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