Alumnos gay enfrentan tensión en escuelas cristianas de EEUU

COLLEGEVILLE, Minnesota, EE.UU. (AP) — Mientras los monjes cantaban las oraciones vespertinas en la iglesia de la Universidad de San Juan, tenuemente iluminada, miembros de QPLUS, la organización estudiantil LGBTQ, se reunían en una estancia decorada con banderas del orgullo gay en la universidad benedictina hermana, a unos kilómetros de distancia en una región agrícola de Minnesota.

Para Sean Fisher, estudiante de último año que se identifica como no binario y ayuda a liderar QPLUS, el hecho de que tenga reconocimiento oficial y reciba fondos por parte de las universidades de San Juan y de San Benito es una prueba bienvenida de que las escuelas católicas “están reconociendo que los estudiantes homosexuales existen”.

Pero las tensiones perduran aquí y en muchos de los cientos de universidades católicas y protestantes de Estados Unidos. Las enseñanzas cristianas a las que se adhieren son diferentes de los valores sociales más amplios sobre la identidad de género y la orientación sexual, porque afirman que Dios creó a los seres humanos en identidades masculina y femenina inmutables, y las relaciones sexuales sólo deberían ocurrir dentro del matrimonio entre un hombre y una mujer.

“La ambivalencia hacia la atención genuina está ensombrecida por actitudes ‘jesusosas’. Como si ‘ama a tu vecino’ tuviera un asterisco”, dijo Fisher esa noche de otoño.

La mayoría de las 200 instituciones católicas que atienden a casi 900.000 estudiantes han trabajado para ser acogedoras y al mismo tiempo mantenerse fieles a su misión como ministerios católicos, dijo el padre Dennis Holtschneider, presidente de la Asociación de Escuelas y Universidades Católicas.

Entre las instituciones protestantes, algunas están yendo más allá de los límites de lo posible y la mayoría espera evitar conflictos, manifestó John Hawthorne, profesor de sociología y administrador retirado de una universidad cristiana.

“Las religiones no cederán, así que las universidades necesitarán marcar el camino”, agregó Hawthorne. De lo contrario, podrían no sobrevivir, pues los estudiantes están acostumbrados a valores muy diferentes de las enseñanzas de las iglesias, lo cual se destacó luego de que la semana pasada el Senado aprobara un proyecto de ley para proteger el matrimonio entre personas del mismo sexo.

“El estudiante de primer año de las universidades actuales nació en 2004, el año en que Massachusetts legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo”, dijo Hawthorne, insinuando que en el futuro podría no haber suficientes estudiantes conservadores para que algunas de las universidades sobrevivan.

Las consecuencias van más allá de las experiencias de los estudiantes actuales, muchos de los cuales se inscriben no por su fe sino por los programas académicos, deportivos o las becas. Es probable que algunos se conviertan en líderes eclesiásticos en una sociedad ya dividida, donde el reciente tiroteo en un club LGBTQ de Colorado fue el recordatorio más reciente de las amenazas que enfrenta esa comunidad.

La mayoría de las universidades cristianas enumeran la “orientación sexual” en sus declaraciones de no discriminación, y la mitad también incluye “identidad de género”, muchas más que en 2013, dijo Jonathan Coley, sociólogo de la Universidad Estatal de Oklahoma, quien mantiene una base de datos de políticas hacia estudiantes LGBTQ de instituciones cristianas de educación superior.

Pero llevar eso a la práctica crea tensiones que afectan la mayor parte de la vida en el campus, incluida la matriculación en instituciones de un sólo género, el alojamiento, el diseño de los baños y el uso de pronombres.

La reacciones de oposición provienen de esquinas contrapuestas: en ciertas escuelas conservadoras, algunos estudiantes y profesores han presentado quejas de discriminación, mientras que, en instituciones más amigables hacia la comunidad LGBTQ, algunos padres y clérigos argumentan que el enfoque no va en línea con su misión.

“Tenemos que aprender a vivir con esta tensión”, dijo el padre Donal Godfrey, capellán de la Universidad de San Francisco, una institución jesuita en una ciudad con una historia de defensa de los derechos LGBTQ y un arzobispo católico conservador que se opone al matrimonio entre personas del mismo sexo.

El New Ways Ministry, un ministerio que aboga por los católicos LGBTQ, mantiene una lista de más de 130 universidades católicas que considera que son amigables con la comunidad LGBTQ porque proporcionan respaldo público, incluidos cursos y clubes, dijo su director, Francis DeBernardo.

“Las universidades católicas eran... y todavía son los lugares más amigables con la comunidad LGBTQ de la Iglesia en Estados Unidos”, agregó DeBernardo.

La Sociedad Cardenal Newman, que aboga por la fidelidad a las enseñanzas de la Iglesia en todos los asuntos de educación católica, mantiene su propia lista de escuelas recomendadas, un poco más de una docena que la organización considera “fieles”.

“Para estas universidades, ser ‘católica’ no es una marca diluida o una tradición histórica”, dijo por correo electrónico Patrick Reilly, presidente de la Sociedad Cardenal Newman.

Otros líderes universitarios ven tensión en las enseñanzas católicas, que tienden a ser conservadoras con relación a la sexualidad humana, pero progresistas en lo que respecta a la justicia social.

Incluso el papa Francisco, quien pareció hacer un guiño hacia el cambio cuando comentó: “¿Quién soy yo para juzgar?”, sobre los sacerdotes homosexuales, más recientemente aprobó la negativa de bendecir las uniones entre personas del mismo sexo.

“Es una especie de cuerda floja”, dijo John Scarano, director del ministerio del campus de la Universidad John Carroll, una escuela jesuita cerca de Cleveland con “capacitaciones de zona de seguridad” como parte de su ministerio a los estudiantes LGBTQ.

Cuando los padres de familia y los futuros estudiantes acuden a él indecisos entre elegir la John Carroll y la Universidad Franciscana, a 160 kilómetros (100 millas) de distancia en Steubenville, Ohio, Scarano les dice: “Aquí, su catolicismo va a ser cuestionado” por perspectivas diferentes.

En la universidad dirigida por franciscanos, “no nos alejamos de la verdad de la persona humana como se descubre en las Escrituras, la tradición de la Iglesia y el magisterio de la Iglesia; este es nuestro anclaje, y creemos que seguir a Cristo es ser fieles a las enseñanzas de la Iglesia”, dijo el padre Jonathan St. Andre, alto líder universitario.

La Universidad Franciscana de Steubenville se esfuerza por desarrollar en sus estudiantes el “sentido saludable del regalo de su sexualidad humana”, agregó por correo electrónico, pero sin tolerar el acoso a quienes no están de acuerdo.

La seguridad de los estudiantes es una prioridad, dijo Mary Geller, rectora adjunta que supervisa los asuntos estudiantiles para los 3.000 estudiantes en las universidades de San Juan y San Benito, las instituciones de educación separada por sexos en Minnesota.

“Estamos configurados para lo binario, pero sabemos que hay personas que vienen a nosotros que no viven en lo binario”, dijo Geller. Ahora admiten a estudiantes en función del género con el que se identifican, y toman en cuenta las transferencias para aquellos que hacen la transición a otro género.

Eso ha hecho enfurecer a algunos padres de familia, como uno que se quejó de “que tenemos estudiantes con partes masculinas en su cuerpo en un dormitorio femenino”, recordó Geller. “Yo sólo dije: ‘Señor, yo no reviso las partes del cuerpo’”.

Con la ayuda de activistas jurídicos, algunos estudiantes de escuelas evangélicas y de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días han presentado demandas.

El año pasado, 33 estudiantes o exalumnos LGBTQ de escuelas cristianas financiadas por el gobierno federal presentaron una demanda colectiva contra el Departamento de Educación de Estados Unidos, en la que dicen que la exención religiosa del departamento permite a escuelas que reciben fondos federales discriminar inconstitucionalmente a los estudiantes LGBTQ. Ya son más de 40 demandantes.

En mayo, la Oficina para los Derechos Civiles del Departamento de Educación lanzó una investigación por separado por presuntas violaciones de los derechos de los estudiantes LGBTQ en seis universidades cristianas, incluida la Universidad Liberty.

Esa universidad evangélica independiente es una de varias que ha expandido mucho sus reglas que prohíben que los estudiantes se identifiquen como LGBTQ o que aboguen por esas identidades.

Liberty prohíbe los clubes de afinidad LGBTQ, las muestras de afecto entre personas del mismo sexo y el uso de pronombres, baños y vestidores que no correspondan al sexo de nacimiento de una persona. Hasta este año, su manual de estudiantes, llamado “The Liberty Way” (A la manera de Liberty), prohíbe las declaraciones y los comportamientos asociados con lo que llama “estados mentales LGBT”.

“Liberty es muy antigay”, dijo Sydney Windsor, una estudiante de último año que primero decidió estudiar en Liberty para suprimir su atracción sexual por las mujeres y que ahora se identifica como pansexual. “Encontré que perdía amistades y obtenía malas calificaciones debido a opiniones diferentes o cosas que dije o que publiqué en línea. Son años de trauma irreversible”.

En algunas escuelas evangélicas, ahora el argumento ha pasado de luchar por la igualdad sexual y de género de los estudiantes a la lucha por la diversidad LGBTQ en la contratación de profesores y de otro personal.

Este año, la Universidad Eastern, ubicada en St. Davids, Pensilvania, y afiliada a la American Baptist Churches USA —un organismo que aglutina a Iglesias bautistas de Estados Unidos_, enmendó sus políticas para permitir la contratación de profesores casados con personas del mismo sexo, una de las pocas escuelas evangélicas que lo ha hecho.

“Si podemos hacer que los profesores salgan del clóset y que las personas homosexuales estén abiertamente representadas en el campus, eso sería realmente grande”, dijo Faith Jeanette Millender, estudiante de la Universidad Eastern, quien se identifica como bisexual u homosexual y participa en el grupo LGBTQ de la escuela.

En la Universidad Seattle Pacific (SPU, por sus siglas en inglés), una institución de 131 años afiliada a la Iglesia Metodista Libre, está desarrollándose un enfrentamiento con mucho en juego entre los estudiantes, los profesores y la junta directiva escolar en torno a la contratación de profesores LGBTQ.

Los profesores llevaron a cabo una votación de no confianza en la junta, una tercera parte de la cual es designada por las autoridades eclesiásticas, porque insiste en mantener la política de prohibir que personas en relaciones del mismo sexo ocupen puestos de tiempo completo. El profesorado y los estudiantes también han demandado a la junta ante el Tribunal Superior del Estado de Washington por incumplir su deber fiduciario, alegando que la política amenaza con dañar la reputación de la universidad, empeora el problema de una matriculación cada vez más reducida y posiblemente pone en riesgo su futuro.

“Este atrincheramiento en torno a la sexualidad humana se siente muy incongruente con la experiencia en el campus y lo que enseñamos a nuestros estudiantes”, dijo Lynnette Bikos, profesora y presidenta del departamento de psicología clínica de la SPU y una demandante en el litigio contra la junta.

Chloe Guillot, estudiante de posgrado de la SPU, de 22 años, y una de las 16 firmantes en una demanda contra la escuela, dijo que era una cuestión de justicia social.

“Estoy luchando con mi propia identidad, y sé cuánto daño ha causado el cristianismo a las comunidades, ya sea la gente de color, las mujeres o las personas LGBTQ”, expresó Guillot. “Tengo una responsabilidad de entrar en esos espacios y estar dispuesta a contraatacar. Siendo de fe cristiana tenemos que asumir nuestra responsabilidad”.

A fines de noviembre, un grupo de estudiantes y profesores decoró varios edificios del campus con luces navideñas con los colores del arcoíris.

La administración ha respondido a una de las demandas en un documento judicial que dice que espera que los estudiantes y la facultad “ratifiquen la declaración de fe de la Universidad, y se apeguen a sus expectativas de estilo de vida, que juntas dan forma a la visión y la misión de la institución”.

Kathryn Lee, quien se declaró lesbiana el año pasado, cuando todavía era profesora en la Universidad Whitworth, una institución evangélica en Spokane, Washington, dijo que los debates sobre las cuestiones LGBTQ persistirán durante años.

“Desde mi punto de vista, lo desafortunado es que, en la mente de algunas personas, ¿cómo se define la educación cristiana? Y será: ‘Oh, ¿dónde se ubican en (cuestiones) LGBTQ?’”, dijo. “Me parece trágico”.

Para estudiantes como Fisher en Minnesota, las acciones concretas mostrarán si las personas LGBTQ realmente pueden ser bien recibidas en los campus cristianos.

Todavía hay demasiados incidentes. Ryan Imm, un estudiante de primer año de la Universidad de San Juan y líder de QPLUS, quien se identifica como gay, recordó un insulto anti-LGBTQ expresado en el piso de su residencia. Sentados juntos en el salón de QPLUS, ambos estudiantes hicieron notar que hay indicios de esperanza, como el popular espectáculo drag en San Benito.

“Es casi como si la gente olvidara que hay discordancia”, dijo Imm.

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Yonat Shimron pertenece al Religion News Service

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