Las organizaciones de la sociedad civil y la manipulación filantrópica del activismo ambientalista

Estas organizaciones no suelen procesar bien las bombas de franqueza: acomodadas al fingimiento, reciben la verdad como una provocación, una deslealtad que pone en peligro la tranquila convivencia entre ellos y la naturaleza que pretenden proteger, la operación rutinaria de una estructura que vive de la filantropía perversa y del cinismo de quienes la practican. Al "mal gusto" de llamar las cosas por su nombre, se responde de inmediato con apelaciones a la transgresión de los derechos [humanos], es decir, a la evasiva de la propia palabrería con la que tanto incriminan a quienes les proporcionan los bienes y servicios con los que mantienen el oneroso consumismo de sus auto-erigidos representantes del bien común y sus ostentosos estilos de vida que pretenden absurdamente compensar separando basura y montando en bicicleta, entre paliativos diversos y autocompasivas moralejas.

La realidad es que no hay nada limpio, ni verde, ni sustentable, en tan torcido y anacrónico discurso, y todos aquellos que NO compartimos tales preferencias estéticas debemos cuestionar seriamente sus verdaderas motivaciones en el mismo tono con el que estos pretenden imponer tales preferencias.

A estas organizaciones bien les vendría re-enfocar sus esfuerzos a partir de la visión más realista de un planeta en el que la naturaleza debe co-existir entre la gran variedad de paisajes humanos presentes y posibles, al tiempo que reconozcan que si bien la protección de los ecosistemas o su restauración hacia una meta histórica es en algunos casos apropiada, en muchos otros esa meta ya no existe y las motivaciones que dieron lugar a su protección han caducado, no hacerlo es tan absurdo como el alcohólico de 70 años que persiste en convencernos de que dejará de beber cuando tenga 60 ¿está claro, no?

A la mayoría de los ambientalistas que conozco, les fascina la narrativa catastrofista, el horrorismo ambiental, escupir para arriba y destilar toda la excrecencia humana que es posible derivar de cualquier opinión o idea de quienes no concuerdan con su perspectiva, si no es que se ofenden cuando alguien revela sus verdaderos propósitos? viven en el apocalíptico imaginario, y con su discurso sostienen una ilusión anacrónica de la realidad que sólo ellos vislumbran y que justifican con un supuesto consenso científico que simplemente retroalimenta su viciosa letanía con la que se regodean y que tan flagrantemente los caracteriza.

Sus derechos, los humanos o los que se gusten de aludir, terminan donde los derechos de otros son superiores por la sola causa del legítimo interés público que los sustenta: la verdad no duele, pero incomoda, y al que le quede el saco pues, ¡que se lo ponga!