El Farolito. Un ensayo de historias inconclusas

Tantas veces en mi mente he deseado redactar recuerdos que hoy se convierten en un nudo de adjetivos sobre pieles en vez de hojas. De joven siempre añoré escribir y ser reconocida no por obras, sino por contenidos; me imaginaba transcribiendo líneas de alta capacidad, sin embargo, tengo poesía remendada e historias inconclusas.

En medio de una de mis tantas crisis poéticas, donde los análisis sobre encabalgamiento y anáforas se resumían en cinco versos cargados de reiteraciones, me di cuenta que todas aquellas novelas inconclusas son un peldaño más para encontrarme cara a cara con un puñado de letras huérfanos de madre.

Me olvidé de Carmencita-novela inconclusa del 2014- quien sigue deambulando las calles de la Habana Vieja, omití a Ana y Mía quienes fueron mis carcelarias de una prisión ficticia entre básculas y calorías. Allá, junto al césped machucado por la lluvia que ha azotado mis veranos, encuentro tanta poesía colocada en orden de dolor, alguna tan sencilla como una chiquilla sin madurez, de esas que te roban hasta el alma si te descuidas.

Recuerdo que de niña las letras se desprendían de mi mente para ser plasmadas en algún pliego, a carencia de esto último, escribía en pieles ajenas; una tez blanca, suave como las nubes, cálida como el sol que golpea en su primer rayo de la mañana; sutil como la primer gota de rocío que se resbala por la mejilla de aquel que la aclama; y azul, tenía los ojos color Dios más hermosos que mi arte haya podido plasmar.

Me desnudé en tantos inviernos que aún me cuesta diferenciar entre el canto de las aves y el arrullo del viento azotando ventanales en noches de añoranza; y es que aún me siento en el jardín de flores secas, de sequías introductorias a un páramo, donde cualquier caudal está prohibido, en el cual, llorar sería la peor ofensa para el pavimento. Recogí los sueños marchitos que quedaron sepultados por la coraza fúnebre que tiñó mis pies, sonreí a regañadientes mientras las heridas remendadas sollozaban como quien sufre demasiado; pero ellas no, se abrieron de par en par al verse tan cerca del suelo; para besarlo en son de despedida.

Tuve tantas letras que regalé como si estas fuesen mías, algunas a amantes de estaciones, otras a sonrisas camufladas en autopistas torcidas; profesé letras que tan solo el Eterno y yo sabemos por qué calcamos y todas esas firmas desbaratas de tinta se convirtieron en un carboncillo extraño para mí.

Luego de tantas aberraciones gramaticales, letras suicidas, noches de humedecer las cuencas nació El Farolito. Un ensayo de historias inconclusas, que viene hablando de ella, de mí, de un sofá, algunos acordes y una novela de amor que acabó con más vidas que Romeo y Julieta".

Un ensayo para leer en momentos de desesperación, yo encontré mi Farolito y de manera casi inmediata, conocí mi destino. Un destino de amor incondicional que se mezcló en vino tinto y cenizas de cigarrillos mentolados.  Un ensayo que espera tener fin.

Para vos, mi Farolito.