Todo depende del lugar del que se mira

Todo depende del lugar del que se mira

¡Cuántas veces el título de una nota basta para hablar de un tema! Con suerte, y si el título suena interesante, se dedica una fracción de segundo para sobrevolar la reseña y saberse informado.

Fíjate en cómo lees, si lees. ¿No te parece que hay demasiado estímulo para analizar lo que ocurre tras bambalinas? Propagandas, noticias diversas, sonidos, pantallas que abren. Así es como ahora nos acercamos a "la actualidad", ese recorte parcial y pautado por los medios que llegamos a creer que describe el mundo.

Un supuesto lector en la web, mientras contesta mensajes jocosos de whatsapp y toma mate calentito en su casa, expresa un tímido Qué horror cuando lee En el Mediterráneo rescataron 6000 personas en un solo día. Y ya pasa al recuerdo de aquella película de su infancia, La fábrica de chocolate, al ver el rostro de este actor que acaba de morir. Mastica un bizcocho tratando de imaginar cómo hizo un auto para atropellar a una septuagenaria que estaba en la vereda comprando verdura. Y se entera del divorcio desgarrador de Fulano, aunque no sepa ni le importe quién es Fulano. Lee -con algo de orgullo- el éxito del compatriota con la película No respires. Y llega la noticia importante, la de "la actualidad": Hoy la selección se enfrenta con Argentina. Un clásico imperdible, por supuesto. Así que organiza el día para estar a las 20:30 ante la pantalla.

El supuesto lector ni lee sobre la huelga de hambre de Diyab. Para qué si siempre hace huelga de hambre. Ya no es noticia, por más que los medios traten de sacar rédito de esta vida.

El título tampoco invita a meterse dentro: Diyab: "Sigo la huelga de hambre. Me quiero ir". Ya está la información necesaria: hay una persona de apellido Diyab que hace huelga de hambre porque se quiere ir. Listo. Puedo ver las ofertas de Woow de esta semana, la receta de la abuela y de paso miro en Facebook las novedades.

El tema es que vuelvo al título. Y leo la nota. Y recuerdo que se fue, cruzando Brasil, hasta Venezuela en busca de ayuda para volver con su familia; que estuvo más de 10 años presos por sospecha de terrorismo (y parece que nunca se le juzgó).

No sólo esto, sino que la condena la pasó en la cárcel de Guantánamo, Cuba. Un poquitito lejos de su país. ¿Cuántos kilómetros debía viajar su esposa para verlo? ¿Habrá recibido visitas de familiares, como tienen derechos todos los presos? El lugar donde le hicieron cumplir la condena por ser sospechoso -y esto me llama la atención; parece que nunca se le hizo juicio- hace imposible para un familiar que vive en Siria o sus alrededores, visitarlo.

Pero no importa, debería pensar uno, algo habrá hecho.

¿No era así que decía el poema de Martin Niemöller?

"Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a por los judíos,
no pronuncié palabra,
porque yo no era judío.
Cuando finalmente vinieron a por mí,
no había nadie más que pudiera protestar."

Nuestra solidaridad atrapada

Parece tan simple el pedido. "Quiero volver con mi familia, estar con mi esposa y mis tres hijos". Hemos hecho cuentas solidarias en Abitab y el banco República para ayudar a mucha gente que necesitaba muy diversas cosas. No creo que sea por dinero que no se da el visto bueno a su partida.

La mochila que lleva a cuestas; por cierto, le desfavorece. Apresado en Pakistán, condenado por sospechoso, enviado a Guantánamo, liberado y enviado a nuestro país.

Siendo su necesidad una cosa tan simple de satisfacer, ¿qué hay detrás? ¿Cuál fue el arreglo que se hizo al traer los liberados de Guantánamo a nuestro país? ¿Firmó algo con Estados Unidos nuestro ex presidente, que impide ahora ayudar a esta persona? ¿Qué hay detrás de la bondad de ofrecer a Uruguay para la residencia? ¿Una nueva cárcel para alguien que no fue juzgado?

Es que siento que algo tiene maniatada la solidaridad de nuestro país. Los que hacen comentarios crueles en las noticias no necesariamente reflejan el sentir general de la gente; siempre hemos sido solidarios. Pero más allá de estos opinólogos -entre los que ahora me encuentro- ¿qué pacto con Estados Unidos impide que esta persona viaje a un país árabe? ¿No es que puede viajar libremente?

El asunto es que esta mañana, y sin una razón que explique o justifique el hecho, por un instante me vi en sus zapatos.

No fue intencional. De hecho traté de no hacerlo porque -como a otros- me tiene harta el tema. Pero no hubo manera: Me vi enferma, dolorida, enojada por haber pasado 14 años de mi vida en una cárcel de un país al otro lado del océano y sin haber sido juzgada. Tan lejos de todo que la gente que me quiere no pudo visitarme. No tuve un derecho mínimo que todo preso tiene: recibir las visitas de sus seres queridos.

Liberada al fin, fui deportada a un lugar al sur; con una cultura e idioma que en nada se parecen al de mi país de origen. El único deseo que me sostiene es abrazar a los míos. Me dicen que traerán a mi familia, pero eso se dilata. Cada vez me siento más enferma, vieja.

Me vi frustrada, agotada de luchar contra una acusación masiva. Todos me señalan culpable, y yo peleaba harta de sentirme incomprendida, ultrajada en mis derechos a recibir un juicio justo.

Pero ya ni eso me importa ahora. Por favor: deseo tener la posibilidad de volver a estar con mi familia. Siento urgencia de estar con los míos.

Emprendo un viaje de miles de kilómetros conociendo los riesgos que tiene el hacerlo sin los permisos adecuados. Atravieso Brasil por tierra con mi columna dolorida. Me sostiene la esperanza; en Venezuela me ayudarán.

Y al llegar me apresan. Y me envían al lugar del que me fui.

Esta mañana, por unos segundos, me puse en los zapatos de ese hombre. Sentí la necesidad de reencontrarme con mi tierra. Sentí la impotencia de ser juzgado por todos sin permitir defenderme. Sentí que lo único que me queda es hacer huelga de hambre. Sentí urgencia de irme porque aquí a pocos les importa mi vida.

Por eso escribo. Porque sentí empatía al mirar desde sus zapatos.

Como dice la canción Cruz de navajas "sobre Mario de bruces tres cruces". Crucificar al que estuvo preso. Una cruz desde los comentarios de las noticias. Una cruz quitando la posibilidad de volver con su familia. Una cruz de indiferencia: pronto Diyab dejará de ser noticia.

Me pregunto: ¿Qué compromiso político firmó el ex presidente Mujica al recibir los presos de Guantánamo, que ahora impide que este hombre vuelva con su familia?

Y si no hay impedimento alguno, hagamos una colecta solidaria para pagar el pasaje a este hombre.

Publicado en Inicio » Mundo »