Morir o Matar

Recuerdo el espacio, el tiempo no porque mi mente está tan desorbitada a veces que no sé si será un lunes, un fin de año o el cumpleaños de mi madre, pero el espacio si lo recuerdo, estaba en mi cuarto en el primer piso de la casa en la que he vivido toda mi vida hasta ahora, tenía licor que compré en una casa antigua en la que solo te abren la ventana como si se traficara sueños o dolores embotellados. Estaba calmado por fuera, no podía asustar a mis gatos que dormían sin penas, el de las penas era yo con la rabia ante lo que no podía entender o no quería aceptar por simple capricho, pero hay cosas que llegan y te golpean la cara retándote a abandonar todo lo que envuelve el ser. Una de esas cosas fue sin duda escuchar las desgarradoras letras de alguien que está lejos pero llega a ser como si fueras tú en otro cuerpo pero con la facilidad de decir o describir el mismo dolor, el mismo miedo y sinceridad que dan vueltas en tu cabeza como algún juego de feria en la cabeza de muchos.

A Nacho Vegas lo conocí por casualidad mientras rondaba en las redes tecnológicas absorbentes de realidad llamada internet y pude escucharlo, letra por letra en cada canción estaba tanta verdad camuflada como ficción para así confundir al que lo escucha, pero vaya usted a entender todo lo dicho, hablar de los amores fracasados buscados en la oscuridad en donde nunca entre la luz, de los bares y su piso mojado, del sexo casual y las colegialas, de la familia y su libre forma de amar, de cuando alguien que amas muere o de el mismo amor y sus orgasmos fingidos, de las putas y los maricones que somos o a los cuales inútilmente queremos querer o queremos hacerles daño, porque  así somos los humanos de bastardos y es por eso que el fin de cada uno de nosotros es estar solo, con ojeras y con el corazón palpitando al ritmo violento y ofendido hasta extinguirse.

Luego de escuchar disco tras disco y volverme eternamente amante al dolor sutil de cada canción e identificarme con infinitas de ellas me tropecé de cara a la felicidad pero mezclada junto con la intriga y el miedo por saber que contenía dentro "Política de hechos consumados" un libro del mismo Vegas en el que reunía relatos, monólogos y poemas que como lo imaginé era una verdadera joya, como un puñado de agujas que te clavan en el alma una a una y muy lentamente, como para morir con cada palabra, con cada texto en el que está la historia de alguien, de tu madre o tu padre( si es que lo conociste), de tu novia la que terminó siendo un carrusel entre los cierres de los pantalones por simple placer o por una que otra droga y de ti mismo el patético hombre que creía ser libre y terminó en las esquinas dolido por el amor falso y desgarrador, amando otras delgadas piernas hasta que también se vayan entre la niebla.

Ese círculo infinito de  verdades están en todos lados, en cada sonido que nos envuelve porque el dolor es nuestro, el delirio antes de nuestro fallecimiento físico nos hará recordar cuan idiotas fuimos al no saber llevar los colores a las paredes que nos acogen y a los colchones viejos que sienten el verdadero peso de los seres que entre canciones baratas, voces roncas, vino y algo para fumar se mezclan, al fin y al cabo somos seres hechos para dañar todo a nuestro alrededor, gozamos cada segundo posible porque sabemos que el llanto amargo tanto como el aguardiente siempre estarán golpeando la puerta de todos nosotros los amantes, poetas, mentirosos e ilusos hombres y mujeres que buscamos amor y dolor en este mundo de mierda, que disfrutamos el morir y la  única respuesta que nos queda siempre es matar.

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