Mourinho y Guardiola han perdido vigencia sin Real Madrid y Barcelona. Cualquiera que sale de uno de los grandes clubes europeos sale perdiendo en términos de relevancia mediática por mucho que represente por sí mismo.

Guardiola (7 temporadas como entrenador) ha continuado cosechando éxitos en el Bayern de Múnich y ha igualado en títulos (22) a Mourinho (15 temporadas como entrenador). Sin embargo ha caído en tres ocasiones en semifinales de Champions y no ha logrado coronarse en Europa con el equipo bávaro.

Los dos entrenadores han perdido el aura de invencibilidad y necesitan recuperar vigencia y construir hegemonía. Han elegido el espacio simbólico de Manchester y de la Premier para continuar con su duelo particular por el poder en el fútbol.

Mourinho se siente cómodo como boxeador en la lucha contra Guardiola. El técnico portugués fue devorado por el sistema mediático que él supo utilizar como nadie para hacerse imprescindible. Construyó un enemigo exterior y su figura se definía con más claridad cuanto más inequívoca era la de Pep Guardiola. Sin Guardiola nada tuvo sentido y buscó enemigos dentro con purga y caza de brujas: topos y madridistas disfrazados.

Anteriormente Mou se veía a sí mismo como el genio del fútbol en el siglo XXI. Era un avezado en la terminología de la periodización táctica, un adaptado a su época y la aparición  de un adelantado a su tiempo como Guardiola le perturbó y le hizo cambiar de planes. Desde entonces la relación de Mourinho con su retrato The Special One la somete a una instancia externa: Pep Guardiola. Sin él cae por su propio impulso.

El triángulo de presión alta (en idioma Mourinho), trivote (en refranero popular) deja de tener sentido sin un rival de gran magnitud al que destruir. 

Guardiola prefiere construir su mundo a través de una idea, la de Cruyff. El técnico catalán confeccionó un equipo para la historia en un Barcelona que la temporada anterior había hecho el pasillo al Real Madrid de Schuster y que había quedado más cerca del Racing que del conjunto madridista en la Liga. Después en Alemania intentó ser contracultural.

Los ojos de Guardiola miran el fútbol como un enamorado: "Los niños no pueden aprender si no quieren a sus profesores. Lo único que busco es que mis jugadores me quieran". Los ojos de Mourinho como un general: "Mirad mi corte de pelo. ¡Estoy preparado para la guerra!". Todas las miradas estarán nuevamente puestas en Pep y Mou, en dos filosofías de concebir el fútbol que estarán separadas por solo 7 kilómetros, los que van del estadio Etihad del Manchester City y Old Trafford del Manchester.

 

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