El negociador jefe de Colombia recibe bienvenida de héroe

Humberto de la Calle era casi un desconocido para muchos colombianos cuando fue nombrado negociador jefe del gobierno en las negociaciones con las FARC

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Los colombianos jóvenes apenas sabían nada de Humberto de la Calle en 2012, cuando fue nombrado negociador jefe del gobierno en las conversaciones de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Muchos colombianos mayores estaban casi seguros del fracaso de su misión por poner fin a medio siglo de violencia.

Ahora el abogado de Bogotá es elogiado de forma unánime como un héroe por el histórico acuerdo de paz del mes pasado con los rebeldes. Incluso se habla de que podría suceder al presidente, Juan Manuel Santos, en las elecciones de 2018.

Antes de las conversaciones de paz, De la Calle era más conocido por renunciar indignado a la vicepresidencia después de que el presidente Ernesto Samper fuera acusado de ganar la presidencia en 1994 con millones de dólares en contribuciones del cártel de la cocaína de Cali. Prácticamente desapareció de la política hasta que Santos le reclutó para las negociaciones.

Los colegas de De la Calle dicen que fue su temple constante, su capacidad para escuchar y su profundo conocimiento de la ley, como uno de los autores de la Constitución colombiana de 1991, lo que permitió alcanzar un acuerdo con el principal grupo rebelde del país. También ayudó que conociera bien a las FARC tras haberse sentado con el negociador jefe de los rebeldes Iván Márquez durante otro intento de acercamiento dos décadas antes.

Al principio, ambas partes se comunicaban en términos bruscos, nacidos de un conflicto en el que han muerto más de 220.000 personas y más de 5 millones se han visto desplazadas.

Pero conforme se alargaban las negociaciones en La Habana, el hielo empezó a romperse. Aunque De la Calle dice que nunca compartió sus apreciados puros cubanos con los rebeldes, los dos equipos negociadores, formados íntegramente por hombres, encontraron terreno común celebrando el resultado récord de la selección colombiana en el Mundial de fútbol de 2014. El año pasado acudieron juntos a una proyección privada de "Colombia: Wild Magic" una cinta británica sobre naturaleza rodada con un gran presupuesto.

"Finalmente nos dimos cuenta que somos todos colombianos, incluyendo la guerrilla", dijo De la Calle, de 70 años, en Barranquilla, durante una parada en su gira nacional para defender el acuerdo antes del referendo del 2 de octubre.

El acuerdo abre camino a que los miembros de las FARC dejen las armas y entren en política. Pero muchos colombianos están indignados por las cláusulas que eximen a los guerrilleros de la cárcel mientras confiesen sus crímenes de la guerra.

La violencia política es personal para De la Calle. Cuando tenía apenas 6 meses, sus padres lo escondieron en una cesta de hombres armados del Partido Conservador que los obligaron a salir de su pequeña plantación de café. Eran finales de la década de 1940, un periodo de enfrentamientos entre partidos políticos conocido como La Violencia, que sembró las semillas del conflicto armado.

Durante los cuatro años de conversaciones, De la Calle mantuvo a los negociadores del gobierno encarrilados y amplió los periodos que pasaron lejos de sus familias, viviendo juntos en una casa proporcionada por el gobierno cubano. En ocasiones, dijo, sentía como si estuviera un reality show.

"A veces era más difícil consensuar con los plenipotenciarios (negociadores del gobierno) que con la misma FARC", comentó el general Javier Flórez, que negoció el aspecto del cese el fuego en el acuerdo.

De la Calle dijo que había podido acercar posiciones con las FARC porque antes había abrazado el nadaísmo, un movimiento contracultural que combina la literatura, el teatro y la poesía vanguardista que rechaza el conservadurismo político y social colombiano de finales de la década de 1950. También se considera un agnóstico, en uno de los países con más fervor católico de Latinoamérica.

Los momentos más difíciles de las conversaciones fueron la captura de un general del Ejército por parte de las FARC en 2014, y la muerte a manos de rebeldes de 12 soldados que estaban durmiendo unos pocos meses más tarde. Las dos crisis estuvieron cerca de descarrilar las conversaciones.

"Se convirtió en un importante interlocutor, dialogando de manera serena, respetuosa y cordial aún en situaciones críticas o de debates complejos en la mesa de conversaciones", dijo un destacado negociador de las FARC conocido por el alias de Pastor Alape.

Más difícil fue relajar las tensiones con el mayor crítico del proceso de paz, el expresidente conservador de Colombia Álvaro Uribe, pero incluso personas próximas a Uribe dicen que la presencia de De la Calle en la mesa de negociaciones impidió que el gobierno hiciera más concesiones.

"Humberto fue la roca de las negociaciones, respetado por todos los bandos", dijo Bernard Aronson, que sirvió como enviado del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a las conversaciones. "Llevó la precisión del abogado al contenido, pero también la comprensión de un líder político sobre el contexto más amplio y la opinión pública".

De la Calle comentó que se relajaba leyendo por las noches, por ejemplo un libro sobre el conflicto israelí-palestino, un biografía del líder argentino de la revolución cubana Ernesto "Che" Guevara, un estudio sociológico sobre la perversidad sexual y una dosis diaria de literatura del escritor argentino Jorge Luis Borges.

"Estoy perfectamente sincronizado con los tiempos", bromeó, mostrando los títulos en su lector electrónico.

Pero los 125 viajes a Cuba se cobraron un precio. El sacrificio más doloroso fue no estar junto a su hermano durante su batalla contra el cáncer y perderse tiempo con sus seis nietos pequeños, uno de los cuales pasó por una peligrosa operación de corazón poco después de nacer.

El trabajo duro parece haber dado resultados. El mes pasado, De la Calle apareció como el segundo más digno de confianza en un sondeo de Gallup sobre 16 posibles aspirantes a la presidencia de Colombia, con un índice de aprobación del 47% que superó al de Santos.

Aunque dijo que no descartaba optar a la presidencia, insistió en que su objetivo inmediato tras el referendo será descansar un poco y recuperar su handicap en golf.

También dijo ser consciente de que su papel como negociador podría convertirse rápidamente en un lastre durante una transición incierta.

De modo que en lugar de paz, prefiere referirse a sus logros con términos más modestos: el fin de las hostilidades con las FARC. Una auténtica reconciliación llevará años y requerirá una reinvención completa de la mentalidad colombiana tras décadas de guerra.

"Tenemos todos un problema en el disco duro, en la mente de los colombianos", dijo.

Sin embargo, señaló su experiencia hablando cara a cara con las guerrillas a las que sus compatriotas han aprendido a odiar demuestra que la transformación es posible. "Yo me siento más sensible frente a los sufrimientos de los colombianos. Creo que soy mejor persona y conozco mejor al país".

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La periodista de Associated Press Andrea Rodríguez, en La Habana, contribuyó a este despacho.

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Joshua Goodman está en Twitter: https://twitter.com/apjoshgoodman. Su trabajo puede encontrarse en http://bigstory.ap.org/journalist/joshua-goodman.

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