Colombia: Un escenario soñado para la izquierda y las minorías

Las grandes maquinarias políticas se están autodestruyendo

En lo que va corrido del 2017, el escenario político nacional ha sufrido grandes movimientos, gracias a los escándalos que han salpicado a amplios sectores de la esfera política nacional, perjudicando casi que en su totalidad a las oligarquías y las grandes maquinarias políticas. Aunque los analistas políticos esperaban que este año tuviera varias revoluciones políticas, gracias a la implementación de los Acuerdos de Paz con las Farc, de la posesión de Trump, entre otros, pero nunca esperaron escándalos de la magnitud de los que en el primer trimestre del año se han suscitado.  

La máxima expresión de lo ya dicho, emana de la constructora brasilera Odebrecht. Este escándalo transnacional ha hecho eco en nuestro país. No es para menos: las dos campañas de los dos candidatos más fuertes de las pasadas elecciones presidenciales, recibieron dinero de la empresa brasileña: la del actual presidente y Premio Nobel de Paz, Juan Manuel Santos y la del candidato del uribismo Óscar Iván Zuluaga.  

Santos, en una vergonzosa intervención, salió a decir que "se acababa de enterar" que dichos dineros entraron a su campaña; y por otro lado, a Zuluaga su partido le dio la espalda y le echaron toda el agua sucia: el líder de este partido y del uribismo salió a decir que Zuluaga lo había traicionado, y como es costumbre: que todo fue a sus espaldas.  

Esto parece ser apenas el inicio de todo lo que falta por saberse sobre Odebrecht. Pero con lo que hemos conocido es suficiente para deducir que, faltando más de un año para las elecciones, ya han salido de la contienda - sin esta haber empezado -, Zuluaga y cualquiera que tenga intenciones de irse asociado con Santos para llegar a la presidencia.  

Con la salida de Zuluaga, el uribismo pierde terreno pero sigue teniendo fuertes posibilidades. Paradójicamente, la gran amenaza a las aspiraciones de este movimiento político encabezado por el expresidente Álvaro Uribe - que en las pasadas elecciones estuvo a casi nada de superar a Santos -, proviene de sus propias decisiones y asociaciones. En los últimos meses, éstos han estado cercanos a personajes con una alta desaprobación por parte de la opinión pública nacional. Y más que estar cercanos, se han asociado a estos. El ejemplo más claro, es la asociación de estos con Alejandro Ordoñez, el ex Procurador destituido por el Consejo de Estado; con el que realizarán una movilización nacional en los próximos días. 

Pero el que ha sufrido las peores consecuencias de las revoluciones políticas suscitadas en lo poco que va del año, ha sido sin lugar a dudas Germán Vargas Lleras, quien hasta hace muy poco se vislumbraba como el candidato más fuerte.  

Es así como hace unos meses, las encuestas lo mostraban con una muy alta aprobación. Sin embargo, hoy día su imagen es cada vez más desfavorable. Esto, muy seguramente, se debe a dos razones: primero, gracias a su ambigüedad para con los Acuerdos de Paz con las Farc, al no mostrarse ni de acuerdo ni en desacuerdo. Y la segunda, es la razón que mandó al suelo su favorabilidad: el video que se volvió viral a finales del 2016, en el que Vargas Lleras agrede físicamente a uno de sus escoltas.  

Las malas decisiones a la hora de entregar curules por parte del partido - Cambio Radical -que encabeza Vargas Lleras, también ha influido para que este pierda fuerza en las regiones. 

Aunque podría sonar premeditado sacar conclusiones, faltando más de un año para las elecciones presidenciales, podríamos considerar que, a no ser que tomen decisiones importantes que permitan que su favorabilidad y/o aprobación crezca rápidamente, el uribismo y el santismo, tienen muy pocas posibilidades de llegar a la Casa de Nariño; y aunque Vargas Lleras sigue siendo un fuerte candidato, si la tendencia sigue, en pocos meses quedaría también fuera del combate, antes de iniciado. 

Si tenemos en cuenta que los tres mencionados representan los más grandes y fueres maquinarias políticas del país, es fácil deducir que de todos estos escándalos y malas decisiones favorecen en gran medida, a las minorías políticas, sobre todo a la izquierda que ha estado relegada en los últimos años, detrás de la sombra de la oligarquía y los grandes grupos políticos.  

Las encuestas más recientes dan sustento a lo ya dicho. Los candidatos que representan a las minorías, sobre todo los de la izquierda, se encuentran puteando y con los más altos niveles de favorabilidad, como nunca antes en la historia reciente. 

A pesar de todo esto, la izquierda sigue siendo víctima del mal que la ha condenado siempre a la relegación y la derrota: la división. Al ser varios los candidatos que pretenden representar a esta ideología, su fuerza no se siente o no hace diferencia en los resultados electorales. 

Pero, en las últimas semanas han tomado acciones para mitigarlo. Están adelantando reuniones para intentar hacer posible lo que para muchos es imposible: la unificación de la izquierda.  

La oportunidad que hoy tienen la izquierda y las minorías difícilmente la volverán a tener. Esta vez, como nunca, la derrota de la oligarquía y de las grandes maquinarias políticas parece inevitable. La oportunidad que hoy tiene el país de ser comandado por alguien alejado de familias tradicionales, de escándalos y de la mermelada, merece ser aprovechada porque nos puede pasar como en el fútbol: el que no hace los goles los ve hacer, y por no hacerle un gol a las oligarquías, nos seguirán metiendo goles como los de Odebrecht, Reficar, entre muchísimos otros. 

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