Carta abierta a todas las personas que les fue arrebatada la vida a manos de la violencia en México, incluyendo a Mara y a mi padre:

No puedo hablar en nombre de todos ni puedo pedir perdón, pues lo que hemos hecho es imperdonable.  Sí, hemos hecho, en plural.  Ustedes que ya no están, son los mejores testigos y jueces del desastre que nos hemos soltado encima como sociedad. Fallamos. Les fallamos, y por lo que veo lo seguiremos haciendo, a pesar de los hashtags, de las marchas y los lindos carteles que profanan el recuerdo de todos ustedes que han sido asesinados, advirtiendo al enemigo imaginario que no permitiremos una más, ni uno menos, etc, ETCÉTERA. Lo siento Elías, lo siento Mara, lo siento papá. En verdad, lamento que hoy en día sea tan difícil ser niño, mujer y hombre. Lamento ser parte del problema, parte de esta sociedad hipócrita, alcahueta y sin límites que lucha contra los hombres, contra el gobierno, contra el extranjero y no se percata (ni le interesa hacerlo) que somos todos y cada uno de nosotros quienes alimentamos al monstruo que nos está comiendo uno a uno.   

Basta ver cuánta madre tóxica exalta en sus hijos varones la idea que las mujeres que elijan como pareja no les merecen, cuánta suegra no le hace la vida imposible a la nuera fomentando en los hombres la idea de que pueden insultar, denigrar, golpear y hacer con su pareja lo que quiera.  Cuántos padres no inculcan en sus hijos la idea que como hombres pueden desobligarse de sus responsabilidades como padres, que pueden ser agresivos y mujeriegos. Cuánto niño varón no es violentado haciéndole creer que no debe llorar, que no puede jugar con muñecas (porque claro un niño jugando a ser padre es aberrante), que debe vivir frustrado y reprimido el resto de su vida. Cuánta niña es educada para lucir bonita y servir, es forzada a portarse con recate y obediencia, cuántas niñas (como mi hija) sufren de bullying en la escuela por gustarle lo que es propio de "niños" (superhéroes, caricaturas, etc.). Así es, el bullying, que es otro síntoma de niños que están siendo criados con ideas cerradas, intolerantes y violentas, ideas transmitidas por adultos frustrados y agresivos.  Todos parte de una sociedad enferma que cree que lo merece todo y que no conoce de límites, que confunden libertad con libertinaje. Sociedad repleta de gente que se queja del crimen organizado, que marcha y clama justicia vestidos en prendas blancas, pero que atacan a quien opina contrario y se toma sus selfies consumiendo droga con orgullo. Sí tú, tú con tu marihuana, tu piedra y ácido, tú pagas el salario de sicarios, de asesinos, tú pagas la nómina de todo aquel politiquillo corrupto que mueve los carteles de drogas y cuyos hilos mueven a los títeres que permiten tanto homicidio.

Lo  mismo ocurre con los que venden y compran huachicol, celulares, ropa y TODA mercancía robada. Tú, sí, el que lee esto desde su celular robado, bien pudiste ser tú quien apuntaba el arma que mató a Luis Antonio, Rafael Alfaro y todas las demás personas, hombres y mujeres que han perdido la vida en un asalto. Todo para que pudieras tener ese maldito celular manchado de sangre, o puedas ponerle gasolina barata a tu carro.

No faltará quien se excuse, que diga que no tendría que ser así de no ser porque el gobierno nos tiene pobres, no faltará quien siga evadiendo su responsabilidad como parte del problema. El gobierno no es un ente vivo y ajeno al país. Somos nosotros como sociedad quienes forjamos estas nuevas generaciones, los futuros docentes, taxistas, diputados, presidentes. Somos nosotros como mexicanos, quienes hemos corrompido nuestras leyes y nuestro sistema judicial. Entre tanta mordida, burocracia y apatía para realizar bien nuestros empleos hemos hundido al país en tanta miseria. Nuestra irresponsabilidad y carencia de valores nos está matando, y le hablo a todos, nosotros, ustedes, todas las clases sociales, políticos y civiles, hombres y mujeres. Nuestra incapacidad de distinguir entre el bien y mal, de actuar correctamente en todos los ámbitos que nos corresponden, porque en los pequeños detalles, nuestro actuar día a día es donde se esconde el monstruo.

Lamento en verdad que tuvieran que partir de esa manera, entre dolor, desesperación y soledad. Lamento no poder prometer hacer de su muerte un punto de cambio para los que nos quedamos, lamento que mis acciones no sean más un simple grano de arena entre tanta tierra manchada de sangre, de ignorancia y renuencia.  Papá, lamento creer que teníamos más tiempo juntos, lamento que no conocieras a tu segunda nieta. A todos que les fue arrebatada su luz, lamento cada una de las veces que fui parte del problema, cada vez que con mis acciones fomenté algún tipo de violencia. Lamento que mis acciones y omisiones deriven en el dolor de alguien más. Lamento que los movimientos sociales hoy en día estén más enfocados en segregar que en congregar. Lamento tantas cosas, pero sobre todo su partida.

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