Suramericanos traen nuevo aire al teatro de Miami

MIAMI (AP) La actriz venezolana Adela Romero medita de espaldas frente a un altar a media luz mientras una decena de espectadores se sienta en banquetas a ambos lados de un pequeño contenedor convertido en sala de teatro. Se cierra la puerta, ella se da vuelta y dice: Bienvenidos a mi clase de meditación breve y magia, dando inicio a su obra Te lo juro.

A menos de media hora de allí, en el corazón de la Pequeña Habana, la voz en off del actor argentino Gabriel Puma Goity pide a unos 70 espectadores en el Teatro Ocho que apaguen sus celulares porque está por comenzar la comedia Casados sin hijos. Y de inmediato irrumpen en el escenario sus colegas y compatriotas Jessica Álvarez Diéguez y Alejandro Vales, con un inconfundible acento porteño.

Las obras de Romero y Álvarez son un ejemplo de una veintena de propuestas de teatro en español protagonizadas por artistas latinoamericanos que han puesto fin al reinado de décadas de teatro cubano en Miami y sus alrededores.

A diferencia de años atrás, donde la gran mayoría de las propuestas eran con actores cubanos, la oferta actual de argentinos, venezolanos, colombianos y mexicanos busca satisfacer las demandas de un público suramericano deseoso de encontrar un teatro más liviano y alejado de la temática anticastrista que dominó durante décadas.

No existen entidades que hagan un recuento de las obras ni de la nacionalidad de su elenco, pero más de una decena de actores y productores entrevistados por The Associated Press coinciden en que solo hay un puñado de puestas cubanas, y que abordan temas que no son políticos.

Ya en contra del gobierno (cubano) no hay nada de obras, expresó el actor cubano Marcos Casanova, quien hace años protagonizó junto a Marta Jorge y Nury Doré Me voy para Cuba fuá, una obra sobre los viajes de exiliados a la isla que contenía burlas solapadas al por entonces gobierno de Castro.

Ya eso dejó de interesar, ni a los mismos cubanos les interesa, aseguró el actor, quien en 2012 se apartó de la dirección del Teatro Ocho debido a que el alejamiento del público cubano lo hacía difícil de sostener.

En sus comienzos, el teatro cubano de Miami brilló en la Calle Ocho con reconocidos artistas de la isla que se exiliaron, como Fernández, Otto Sirgo, Manolo Coego y Norma Suárez, que interpretaban obras principalmente españolas o de autores ingleses. Luego surgió el teatro costumbrista y político, una especie de sátira de la realidad política de la isla con obras como No hay mal que dure cien años y La vaca de Fidel, pero fue perdiendo interés a medida que murieron las primeras generaciones de exiliados, más radicales y críticas del gobierno de la isla.

Con la llegada de inmigrantes cubanos más jóvenes y el nacimiento de cubanos-estadounidenses en Miami, la retórica anticastrista fue desvaneciéndose de a poco y eso se vio reflejado también en el teatro. A esto se sumó el arribo de otros latinoamericanos que cambiaron la fisonomía de Miami, considerada el centro del exilio cubano.

Me encanta que esté pasando esto, que haya todo tipo de teatro y la gente pueda elegir, expresó Jessica Álvarez, la actual propietaria y codirectora del Teatro Ocho, que durante años tuvo un público casi exclusivamente cubano.

Cada semana la artista argentina recibe llamadas de personas que le preguntan de qué tratan las obras, porque no quieren ver nada relacionado con Cuba o política.

¿Para qué las vas a poner si la gente no quiere eso?, expresó sentada en un sofá en la sala de ingreso al teatro, en cuyas paredes cuelgan fotos de sus colegas y compatriotas Susana Giménez, Alberto Olmedo y Tita Merello.

Aunque los cubanos siguen representando a poco más de la mitad de los 1,8 millones de latinos del sur de la Florida, en la última década aumentó un 51% la población venezolana, un 27% la argentina, y un 18% la colombiana. En total viven en Miami unos 327.000 suramericanos, un 18% más que en el 2006, de acuerdo con la Oficina del Censo.

Muchos de los actores salieron de sus países expulsados por la falta de trabajo y la inseguridad. Algunos vinieron a trabajar en lo que fuera y encontraron en el teatro una opción; otros aterrizaron para actuar en telenovelas y luego se volcaron al teatro.

Miami es lo más cercano a nivel cultura, a nivel idioma, y Miami fue la elegida, expresó el actor, director y productor de teatro argentino Kevin Cass, radicado en el sur de la Florida desde 2013.

Cass, que dirigió una puesta de Vidas privadas y protagonizó la obra de drama El principio de Arquímedes, recordó que venía a trabajar de cualquier cosa y al llegar se encontró con un teatro que no le gustaba, muy cubano y sin grandes producciones. Entonces, dijo: el terreno está verde y aquí se puede.

La diversidad teatral, sin embargo, no solo fue impulsada por el talento latinoamericano. Con el cambio demográfico llegó también un público deseoso de encontrar opciones culturales.

Es gente con un bagaje cultural que empieza a exigir un entretenimiento que emulara su vida en sus países, expresó el productor venezolano Miguel Ferro, quien en 2015 abrió el conjunto teatral Paseo de las Artes, que dice que se ha convertido en un desfile de estrellas en busca de una oportunidad.

Entre los que hacen teatro hay nombres reconocidos, como los venezolanos Carlos Mata y Alba Roversi, el mexicano Gabriel Porras y la argentina Sabrina Olmedo, que se mezclan con otros menos conocidos.

La diversidad latina ha alcanzado tanto a teatros cubanos emblemáticos como zonas habitadas por hispanos donde antes no había escenarios como Doral, donde vive una de las comunidades venezolanas más numerosas de Estados Unidos.

En una esquina de la histórica Calle Ocho, donde antiguamente la gran mayoría de los teatros ofrecían obras para el público cubano, sobresale un inmenso cartel con la fotografía de Álvarez, su esposo, Martín Sipicki, y el elenco de Casados, una comedia romántica sobre un matrimonio que acuerda no tener hijos y luego enfrenta un cambio inesperado.

A unas pocas calles Carlos Mata, un astro de las telenovelas en los años 80 y 90, presentó Esperando al italiano junto a sus compatriotas Caridad Canelón, Carolina Perpetuo, Hilda Abrahamz y Tania Sarabia. Fue en el Teatro Catarsis, una pequeña sala aledaña al Teatro Trail, que por años albergó obras cubanas y ahora intenta matizar lo cubano con lo latinoamericano bajo la dirección de la colombiana Marisol Correa.

En Doral está el Paseo de las Artes, donde Romero actuó mientras al menos cinco obras más se exhibían en otros contenedores colocados alrededor de un jardín. Allí mismo hay otras dos salas más con actores principalmente venezolanos y un puñado de colegas de otros países.

Un concepto similar importado desde España es el Microteatro de Miami, en el centro de la ciudad, donde se presentan unas 10 obras cortas en contenedores con una variedad de artistas que han incluido a la mexicana Anna Silvetti, el español Alberto Mateo, el cubano Lilo Vilaplana y la venezolana Sonya Smith.

Incluso los cubanos se han adaptado a los cambios con comedias alejadas del tema político y elencos que también suelen incluir a artistas latinoamericanos. Un ejemplo es el actor y productor cubano Alexis Valdés, quien lleva más de tres años con Oficialmente gay. Además, en su comedia Felices los cuantos comparte el escenario con dos venezolanas: Alba Roversi y Alessandra Villegas.

En un mismo elenco están todas las nacionalidades, asegura Correa, la directora del teatro donde se presenta Valdés. Eso es lo que representa a Miami, la diversidad.

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Gisela Salomón está en Twitter como https://twitter.com/giselasalomon

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