De Mianmar a Bangladesh por agua, aferrado a un contenedor

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De Mianmar a Bangladesh por agua, aferrado a un contenedor
Seis jóvenes rohinyá musulmanes caminan por un muelle de Shah Porir Dwip tras llegar por agua a Bangladesh procedentes de Mianmar el 4 de noviembre del 2017. Llevan consigo los contenedores de plástico que usaron como flotadores. (AP Photo/Bernat Armangue)

SHAH PORIR DWIP, Bangladesh (AP) Nabi Hussain le debe su vida a un contenedor de aceite para comidas amarillo.

Este muchacho rohinyá de 13 años no sabe nadar y, de hecho, nunca había visto el mar antes de escapar de su pueblo en Mianmar. Pero se aferró el contenedor de plástico y batalló con las aguas durante cuatro kilómetros (dos millas y media), hasta llegar a Bangladesh.

Los musulmanes rohinyás que le huyen a la violencia de Mianmar están tan desesperados que muchos intentan llegar por agua a la vecina Bangladesh. En una sola semana más de tres docenas de jóvenes, incluidos algunos menores, usaron contenedores de aceite como balsas para partir de la boca del río Naf y llegar a Shah Porir Dwip, pueblo pesquero desde donde se comercia también ganado en Bangladesh.

Tuve mucho miedo de morir, declaró Nabi, un muchacho larguirucho que lucía una camiseta y un dhoti típico de su región cuadriculado. Pensé que era mi último día.

Si bien los musulmanes rohinyás viven en Mianmar desde hace décadas, la mayoría budista los sigue viendo como invasores de Bangladesh. El gobierno les niega derechos básicos y las Naciones Unidas los considera la minoría más perseguida del mundo. Turbas y soldados budistas empezaron a quemar sus viviendas en agosto y desde entonces más de 600.000 rohinyás emprendieron un arriesgado viaje a Bangladesh.

Hemos sufrido mucho y decidimos que ahogarnos era mejor que permanecer allí, expresó Kamal Hussain, de 18 años y quien también llegó a Bangladesh con la ayuda de un contenedor de aceite.

Nabi prácticamente no conoce a nadie en Bangladesh. Sus padres permanecen en Mianmar y no saben si está vivo o muerto. No sonríe y rara vez mira a otra persona a la cara.

Se crió en una región montañosa de Mianmar, el cuarto de nueve hijos de un campesino que cultiva paan, la hoja de betel que se mastica como tabaco. Nunca fue a la escuela.

Sus tribulaciones comenzaron hace dos meses, cuando insurgentes rohinyás atacaron a fuerzas de seguridad en Mianmar. Los militares respondieron con una represión brutal, matando a hombres, violando a mujeres y quemando viviendas y propiedades. Nabi dice que todas las casas de su pueblo habían sido quemadas.

Su familia huyó y se encontró con numerosos cadáveres al encaminarse a la costa. Pero cuando llegaron a la costa junto con una multitud de refugiados rohinyás, no tenían dinero para que un traficante los cruzase en barco.

Cada día había menos comida. Fue así que, después de cuatro días, Nabi les dijo a sus padres que quería cruzar el delta por su propia cuenta y tratar de llegar a un pueblo que se divisaba en la distancia, Shah Porir Dwip.

Sus padres no lo querían dejar ir. Uno de sus hermanos mayores había iniciado ese mismo recorrido hacía dos meses y no sabían qué había pasado con él. Sabían que hay fuertes corrientes que pueden desviar a una persona hacia el mar abierto.

Finalmente lo dejaron ir, con la condición de que no se fuese solo. Fue así que en la tarde del 3 de noviembre, Nabi partió con otros 23 jóvenes. Su familia lo despidió.

Reza por mí, le pidió a su madre, mientras todos a su alrededor lloraban.

Nabi y los demás se ataron contenedores de aceite para comidas al pecho para usarlos como flotadores y se metieron al agua justo cuando las corrientes cambiaban y apuntaban a Bangladesh. Permanecían en grupos de tres, atados entre sí con sogas. Nabi estaba en el medio de su grupo, porque era el más joven y no sabía nadar.

Nabi recuerda haber tragado agua, en parte por las olas y en parte por la sed. Era agua salada. Le dolían las piernas. Pero nunca miró hacia atrás.

Hacia el anochecer, el grupo llegó a Shah Porir Dwip. Estaban agotados, hambrientos y deshidratados.

Nabi está ahora solo, uno de unos 40.000 menores rohinyás musulmanes no acompañados que se cree viven en Bangladesh. Mira hacia el piso cuando habla, a pocos metros del mar, y susurra su mayor deseo:

Quiero ver a mis padres y paz.

Por la tarde al día siguiente, las autoridades divisaron unos puntos en el medio del agua. Era otro grupo de rohinyás que trataban de llegar aferrados a contenedores de plástico. Llegaron al mismo tiempo que un ganado, solo que los animales lo hicieron en un barco.

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Bernat Armangue está en http://twitter.com/BernatArmangue

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