Presidente hondureño ignora Constitución y busca reelección

Presidente hondureño ignora Constitución y busca reelección
El presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, levanta el puño mientras sus simpatizantes lo ovacionan durante su cierre de campaña en Tegucigalpa, Honduras. (AP Foto/Fernando Antonio)

TEGUCIGALPA (AP) Hace menos de una década, sugerir la posibilidad de que hubiera reelección en Honduras era suficiente para provocar un golpe de Estado.

Ahora el presidente hondureño, Juan Orlando Hernández, se atisba como posible ganador el domingo de un segundo mandato que afianzaría el poder de su Partido Nacional.

Hernández no sólo intenta ganar una reelección presidencial. Intenta extender por completo su poder de arriba abajo, de los legisladores a los gobiernos municipales, indicó James Bosworth, fundador de Hxagon, una firma consultora especializada en análisis de mercados emergentes.

Precisamente los temores a este tipo de acumulación de poder --aunque entonces procedían de sus rivales de izquierda-- fueron los que llevaron al partido de Hernández a respaldar el golpe militar de 2009 contra el presidente Manuel Zelaya, al que acusaron de conspirar para violar la prohibición constitucional, aparentemente blindada, de la reelección presidencial.

La Corte Suprema respaldó en 2009 la salida de Zelaya y, posteriormente, ya llena de magistrados afines a Hernández, sentenció en 2015 que la carta magna hondureña no podía impedir que un presidente volviera a postularse al cargo, lo que indignó a los líderes de toda la oposición.

"Con esa decisión se cometió el delito de traición a la patria, establecido en la ley fundamental", dijo a The Associated Press el líder sindical Carlos H. Reyes. "Es humillante vivir en un país donde se pretende entronizar una dictadura que responde a los intereses de la oligarquía", agregó.

Después de este movimiento, algunos opositores formaron la Alianza de Oposición contra la Dictadura. El candidato de esta alianza de izquierda a las elecciones del domingo es Salvador Nasralla.

Por su parte, el aspirante por el tradicional Partido Liberal, de tendencia centrista, está liderado por Luis Zelaya (que no tiene relación familiar con el presidente derrocado aunque compartan apellido).

Existen otros seis candidatos de pequeños partidos pero el presidente se mantiene como el claro favorito después de una campaña electoral de tres meses que, para gente como el dirigente sindical José Baquedano, solo estuvo centrada en ataques verbales de los candidatos y no en propuestas reales para sacar adelante a Honduras.

Una de las claves de la popularidad de Hernández es el descenso de la violencia en un país que llegó a tener una de las mayores tasas de homicidios del mundo. Según la Universidad Nacional Autónoma, la tasa bajó de 91,6 asesinatos por cada 100.000 habitantes en 2011 a los 59 actuales.

No obstante, Honduras sigue siendo uno de los países más pobres de la región --la pobreza afecta al 60,9% de los 8,7 millones de habitantes, según cifras oficiales-- y, aunque puedan haber bajado los homicidios, la violencia de las maras es intensa y ha hecho a muchos huir y tratar de emigrar a Estados Unidos.

Además, la corrupción sigue siendo uno de los principales problemas del país, una lacra que ensombrece la administración de Hernández y que ha vinculado su nombre con el crimen organizado.

Este mismo año, un narcotraficante confeso testificó en una corte de Nueva York y dijo que se había reunido con un hermano del presidente, Antonio Hernández, con el fin de lograr que el gobierno hondureño pagara sus deudas a una compañía que la organización de dicho capo utilizaba para lavar dinero.

Devis Leonel Rivera Maradiaga, antiguo líder del cártel de Los Cachiros, declaró que Antonio Hernández le pidió dinero a cambio de contratos con el gobierno. El hermano del presidente ha negado estas acusaciones.

En septiembre, el hijo del expresidente Porfirio Lobo, del mismo partido de Hernández, fue sentenciado en Nueva York a 24 años de prisión después de revelar su papel en una conspiración para traficar con droga. Fabio Lobo se declaró culpable y admitió que trabajaba con narcotraficantes y con policías hondureños para llevar barcos de cocaína hasta los Estados Unidos.

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Mark Stevenson informó desde Ciudad de México.

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