Antes de 1990, pocos recursos para víctimas de acoso sexual

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NUEVA YORK (AP) En 1979, Karen Schneider era una revisora de textos de veintitantos años cuando un editor en su periódico le ofreció llevarla en su coche a casa tras una noche bebiendo con colegas. Al llegar a su destino, el hombre la besó a la fuerza.

Aterrada, consiguió salir del coche. Subsiguientemente le dijo a su novio lo sucedido _ y a nadie más.

"Yo no sabía lo que era acoso sexual. No sabía que lo que él hizo era ilegal, recordó Schneider en una entrevista telefónica reciente. Todo lo que sabía es que estaba asustada y temía por mi carrera, porque el hombre estaba en una posición de autoridad y yo era una periodista joven.

La ola reciente de acusaciones de abusos y acosos sexuales, que ha costado empleos y reputaciones a hombres prominentes, muestra que experiencias como la de Schneider siguen siendo comunes en los lugares de trabajo en Estados Unidos. Pero aunque el problema persiste, hay mucha más conciencia pública ahora y muchos más recursos para las víctimas, en comparación con las décadas antes de los noventa.

Schneider siguió trabajando en el Hartford Courant por cinco años después del incidente, manteniendo el secreto. Más adelante trabajó para otras organizaciones noticiosas y de activismo y ahora es vicepresidenta de comunicaciones del National Women's Law Center, que está ayudando a mujeres a hablar públicamente sobre hostigamiento sexual.

"Ha habido un mayor reconocimiento de que el acoso sexual es ilegal y no debe ser tolerado, dijo Schneider. Pero existen muchas industrias y oficinas en las que la gente sigue temiendo denunciarlo.

El acoso sexual se volvió ilegal bajo la prohibición de discriminación sexual en la Ley de Derechos Civiles de 1964, pero tomó tres décadas de fallos judiciales para establecer los conceptos actuales de qué constituye acoso sexual y cómo lidiar con el problema. Gillian Thomas, una abogada de la Unión Americana de Libertades Civiles que ha escrito sobre el asunto, dijo que el término acoso sexual no fue acuñado hasta 1975.

Un momento crucial en la conciencia pública fue en 1991, cuando el acoso sexual fue el eje del testimonio de Anita Hill en las audiencias congresionales de confirmación de Clarence Thomas para la Corte Suprema.

Hubo además fallos definitorios de la Corte Suprema, incluyendo uno en 1986 que declaró que un ambiente hostil de trabajo puede constituir acoso sexual, independientemente de si el empleado agraviado sufrió o no perjuicio económico por despido o ausencia de promociones. En 1988, un par de fallos de la Corte Suprema hicieron que muchas compañías adoptasen políticas contra el acoso sexual y formalizasen mecanismos para que los empleados presenten quejas.

El sistema legal sigue inclinado en favor del empleador, dijo Thomas, pero al menos existe un vocabulario ahora para hablar de esos temas.

No existía ese vocabulario en el departamento de bomberos de la ciudad de Nueva York en 1982, cuando una demanda presentada por Brenda Berkman forzó al departamento a modificar su examen físico para que fuese posible que mujeres lo aprobasen.

Berkman, que se retiró en el 2006 con el rango de capitán, dijo que ella y otras 39 mujeres pioneras sufrieron acoso durante el entrenamiento de pruebas.

"Había abuso no solamente de parte los instructores, sino también de los colegas, dijo Berkman. Eso es inconcebible. Esos tipos estaban a prueba y sentían que tenían el derecho a agredir a sus pares.

A inicios de los noventa, Berkman acusó públicamente a un médico del departamento de bomberos de haberle manoseado los pechos durante un examen. Otras mujeres presentaron acusaciones similares, pero pasó más de un año antes de que el médico fuese acusado formalmente y obligado a renunciar.

"Ya sea hace 20 años o 20 minutos, cada vez que ocurre una agresión sexual, una de las cosas más difíciles para las mujeres que lo sobreviven es que nadie les cree, dijo Berkman.

El departamento de bomberos, a lo largo de 35 años, ha dado pasos modestos para dar cabida a las mujeres. Hay ahora 68, en una nómina total de 11.000.

Otra veterana de las guerras sobre acoso sexual es Teresa Wilson, una enfermera de 65 años en Nashville, Tennessee. Fue su caso, en el que acusó a su jefe de acoso sexual a mediados de los ochenta, el que llevó al importante fallo de la Corte Suprema en 1993.

Wilson, entonces llamada Theresa Harris, era gerente de ventas en Forklift Systems, una compañía de alquiler de equipo de construcción. Ella dijo que el presidente de Forklift a menudo la sometía a comentarios sexistas y soeces, a veces en presencia de otros empleados.

El incidente más doloroso, dice, fue cuando el jefe dijo en lenguaje crudo que los totales de venta de Wilson eran buenos porque ella estaba teniendo relaciones sexuales con los clientes.

Tribunales inferiores rechazaron la demanda, concordando con la compañía en el sentido de que la conducta del jefe no afectó sicológicamente a Wilson ni perjudicó su capacidad de trabajar.

Cuando la causa llegó a la Corte Suprema, su primera jueza mujer _ Sandra Day OConnor _ escribió una opinión unánime en la que rechazó la premisa de que el hostigamiento solamente puede ser castigado si se demuestra que causó daños sicológicos sustanciales. Gracias a ese fallo, Wilson obtuvo un arreglo extrajudicial con Forklift, cuyos términos no han sido revelados.

Wilson se siente alentada por la gran cantidad de víctimas de acoso que están hablando ahora públicamente.

"Ya era hora, dijo.

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La periodista de la Associated Press Tamara Lush contribuyó desde Tampa, Florida.

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