El fin de semana pasado estuve en Palacio de Bellas Artes en dos eventos. El primero fue en el concierto por los 40 años de carrera artístico de Horacio Franco que, como era de esperarse, nos fascinó a todos con la actuación que dio acompañado por la Capella Barroca que, por cierto, cumplía 25 años y de la que también es director.

Además de lucir espectacular como siempre, hizo gala de talento como nos tiene acostumbrados. Vivimos al Horacio boyante en talento, que revitaliza con su música y que alienta a generaciones enteras de músicos a entregarse en el escenario y seguir sus pasos. No olvidemos que él fue precursor de que el Conservatorio Nacional de Música de México tenga hoy la carrera de flauta de pico.

Cada movimiento el público suspiraba, se emocionaba, nadie quería que la noche terminara. Fue un evento que nos provoco buscar más y más música, conocer a fondo el instrumento y la carrera de uno de los intérpretes más destacados de nuestro país, que lo ha puesto en lo más alto llenándonos de satisfacción artística.

Mostró el dominio del instrumento que ha ejecutado esta casi media centuria en la que se ha destacado a nivel mundial entre los intérpretes de flauta de pico, varios de ellos discípulos suyos.

Regaló dos encores ante el entusiasmo del público que no paraba de aplaudir y le recibía con un animo creciente cada que salía al escenario. Uno de estos fue el estreno en México del primer movimiento de una pieza perdida de Vivaldi. Todo fue emociones, público cantándole Las Mañanitas como conmemoración de su aniversario, personas saliendo de la Sala Principal con francas sonrisas en el rostro y explotando en vítores cuando anunció que los vería de nuevo al terminar de tocar.

Al final Horacio saludó a sus admiradores en el vestíbulo del Palacio y firmó autógrafos hasta entrada la noche. Teníamos una cita cercana con uno de los máximos exponentes artísticos de nuestra época y nadie quería faltar, ni los que lo veían desde lejos con emociones a flor de piel. No sólo cumplió -como acostumbra- nuestras expectativas, sino que naturalmente las superó.

El domingo volví a visitar el Palacio para la Gala Rossini que presentó Javier Camarena a beneficio de los damnificados por el terremoto del 19 de septiembre pasado.

Ante un público ávido de escuchar al Príncipe entre tenores, acompañado por la Orquesta y el Coro del Teatro de Bellas Artes y solistas como Anabel De la Mora, Guadalupe Paz, miembros del Estudio de Ópera de Bellas Artes y de la última edición del Premio Nacional de Canto Carlo Morelli como José Manuel Caro, Ganador de la emisión 35 y finalista de las audiciones para el Centre de Perfeccionament Plácido Domingo del Palau de les Arts Reina Sofía en 2017.

Con piezas como la Obertura de la Urraca Ladrona, disfrutamos de las interpretaciones de piezas representativas del compositor de Pésaro. Con una fabulosa interpretación muestra del desarrollo vocal de Leonardo Sánchez con La Danza, o de Edgar Villalva y José Manuel Caro de All'idea di quel metallo, Camarena no sólo prestó su voz para apoyar a las personas lamentablemente afectadas por el sismo sino para crear una nueva plataforma para las voces mexicanas jóvenes en desarrollo que alcanzan grandes niveles artísticos y estéticos.

Es motivante ver tan emocionado al público, como la niña en Luneta que no paraba de saltar y vitorear al Tenor en las dos salidas que el público pidió al final de la Gala. Es en nuestras nuevas generaciones en quien debemos enfocar los esfuerzos de creación artística para vincularlos con su consumo y promoción.

Sin duda, estos dos fueron dos días de fiesta para el Palacio, quien recibió a dos artista de primer nivel con un público que disfrutó cada minuto y seguirá buscando ejecuciones de calidad en los principales espacios como el Blanquito, como diría el querido Lázaro Azar.

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