Policías traumatizados, otra secuela de matanzas en escuelas

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Policías traumatizados, otra secuela de matanzas en escuelas
Grant Whitus posa para una foto en su casa de Lake Havasu City, Arizona, el 9 de abril del 2019. Whitus dejó la policía como consecuencia del trauma vivido al intervenir en la matanza en una escuela de Columbine, en Colorado. Dice que en las fuerzas policiales impera una cultura que no permite admitir trastornos emocionales después de eventos traumáticos. (AP Photo/John Locher)

LITTLETON, Colo. (AP) — Los primeros integrantes de la unidad especial SWAT que intervinieron en la matanza de estudiantes en la secundaria de Columbine tuvieron que avanzar entre cadáveres, ignorando a los jóvenes heridos que pedían auxilio, empeñados en encontrar los asesinos, sin saber que a esa altura ya se habían suicidado.

Uno de los agentes dice que ese día se volvió a su casa con un enorme trauma que lo acosó por años y que puede haber contribuido a la disolución de esa unidad.

“Fue algo más fuerte de lo que jamás había visto en mi carrera”, expresó, aludiendo a la matanza de 12 estudiantes y un profesor en lo que por entonces fue el peor episodio de su tipo en la historia de Estados Unidos. “Había tantos chicos muertos...”.

El costo emocional fue demasiado alto y el equipo SWAT (de armas y tácticas especiales) del condado de Jefferson comenzó a desmantelarse. Hacia el 2002 solo quedaban tres de sus diez integrantes. Los otros recibieron otras asignaciones o se fueron de la fuerza.

Al cumplirse 20 años de la matanza de Columbine, se sabe bastante poco del trauma sufrido por las fuerzas policiales que intervinieron. Expertos dicen que los organismos policiales se muestran reticentes a permitir que investigadores entrevisten a sus miembros y los hagan revivir momentos dolorosos.

Muchos agentes, por otro lado, consideran que buscar ayuda psiquiátrica es un signo de debilidad inaceptable.

“Se enrolan para actuar en estos casos , ¿o no?”, dice el abogado de asuntos laborales Eric Brown, quien representa a policías de Newtown, Connecticut, escenario de una matanza en la escuela de Sandy Hook. “De modo que no es bien visto que muestren signos de stress postraumático o de otros trastornos mentales que les impidan cumplir sus funciones”.

Algunas actitudes, no obstante, están cambiando.

Un grupo de jefes policiales está elaborando pautas para la atención psicológica de agentes que responden a las peores carnicerías. Y cuatro estados han aprobado leyes que estipulan que el personal policial y de otras áreas que intervenga en estas tragedias es amparado por un seguro que cubre trastornos mentales y de otros tipos sufridos en el trabajo.

A los agentes de la unidad SWAT de Jefferson se les ofreció terapia. Pero Whitus dijo que eso estaba descartado en esa época porque era considerada un estigma.

Whitus, quien se divorció un año después de Columbine, se abocó a la reconstrucción de la unidad y cambió la forma en que se responde a situaciones en la que alguien empieza a dispararle a la gente.

Llegó a comandar la unidad, pero vivió otra tragedia en el 2006 cuando intervino en una balacera en la Platte Canyon High School de Bailey. Un individuo ingresó a la escuela, tomó a varios estudiantes como rehenes, los agredió y luego mató a tiros a uno de ellos. Acto seguido se pegó él mismo un tiro al ver que se acercaba la unidad SWAT.

Después de ese incidente partieron varios integrantes de la unidad. Ocho de los 12 agentes de la policía local, incluido Whitus, se fueron en los siguientes tres años.

Al Joyce, agente de Golden, Colorado, se fue después de un año. Dice que todavía tiene pesadillas acerca de lo que se hizo y lo que no, y dejó la fuerza en el 2012.

La conducción actual de la unidad SWAT de Jefferson se negó a hablar para este artículo. Pero el sargento Sean Joselyn, integrante del equipo de Platte Canyon, afirma que ha habido un cambio de actitud desde la matanza de Columbine. El equipo hizo reuniones mensuales para hablar de lo ocurrido, pero no recuerda que nadie haya dicho cómo se sentía ni sabe cuántos de sus integrantes se fueron.

Parte del problema, señalan los expertos, es que los servicios disponibles para eventos traumáticos varían de departamento en departamento.

La mayoría ofrecen ayuda inmediatamente después de una matanza. Pero la investigadora Michele Galietta, profesora adjunta del John Jay College of Criminal Justice, dijo que esas reuniones tendrían que hacerse meses después para ver cómo responde el agente al reanudar su rutina.

Investigadores afirman que está surgiendo una nueva generación de jefes policiales que tienen una perspectiva diferente hacia la salud mental de los agentes.

Desde el 2017, cuatro estados --Colorado, Texas, Vermont y Carolina del Sur-- han aprobado leyes que ofrecen compensaciones a las personas que sufren trastornos tras intervenir en eventos traumáticos, según el Consejo Nacional de Legislaturas Estatales. Otros cinco estados --Alabama, New Hampshire, Minnesota, Connecticut y Florida-- abordarán el tema este año.

Whitus vive ahora en Lake Havasu, Arizona, y trabaja en una firma que busca evitar matanzas en escuelas privadas a partir del uso de guardias armados. También maneja una empresa que ofrece seguridad a negocios relacionados con la marihuana.

Dice que le gustaría que todo agente que esté expuesto a situaciones traumáticas hable obligatoriamente con consejeros. Esto podría ayudar a evitar la disolución de unidades como ocurrió con la suya.

Pero todavía hay barreras. Incluida la cultura policial, que hace que a muchos integrantes de unidades SWAT les resulte tabú confesar a extraños o incluso entre ellos mismos que tienen problemas. Es una cultura que el propio Whitus propagó, según él mismo admite.

“Si me decían algo, yo les decía, ‘¿qué te pasa? Eres parte de una unidad SWAT”, expresó. “De modo que yo soy parte del problema”.

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El reportero de la Associated Press Dave Collins (Hartford, Connecticut) colaboró en este despacho.

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