Una mujer enferma, entre los estadounidenses varados en Perú
Para Anna, una estadounidense de 33 años varada en una habitación de hotel en Perú y que se ha quedado sin la vital medicación para su enfermedad autoinmune, hay una cuenta atrás en marcha.
Después de que Perú cerrase sus fronteras el 15 de marzo en un esfuerzo por frenar la expansión del nuevo coronavirus, ella y su marido intentaron arrendar un avión para salir de Cusco. Incluso tenían previsto llevarse con ellos a otros estadounidenses atrapados en la ciudad andina, situada a gran altitud y cerca de las antiguas ruinas de Machu Picchu.
Pero el gobierno peruano denegó el permiso de aterrizaje al avión, según la pareja, el gobierno estadounidenses y empleados de la aerolínea. Y cuando pidieron ayuda al Departamento de Estado de Estados Unidos, les dijeron que la agencia estaba trabajando en ello.
“Hay otros gobiernos que pueden sacar a sus ciudadanos, pero parece que con Estados Unidos hay alguna clase de bloqueo en el gobierno peruano para permitir que aterricen esos aviones”, dijo Anna. “Pero hay muchos ciudadanos aquí que están simplemente desesperados por irse a casa”.
La situación de la pareja es un ejemplo de los problemas que afrontan miles de ciudadanos estadounidenses atrapados en todo el mundo por la pandemia de COVID-19, la enfermedad que provoca el nuevo virus. El secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, dijo la semana pasada que estaba trabajando para repatriar a los estadounidenses. Pero como otros compatriotas, Anna y su esposo dicen haber recibido poca ayuda.
En medio de la indignación de líderes del Congreso estadounidense por la situación en Perú, el Departamento de Estado criticó a Perú el martes por rechazar dos vuelos de repatriación para cientos de turistas estadounidenses, y dijo que estaba en contacto con el gobierno peruano y “defendiendo con firmeza el regreso de nuestros ciudadanos”. La embajada había coordinado antes con Perú vuelos de repatriación que llevaron a casa a 700 estadounidenses.
El Ministerio peruano de Asuntos Exteriores no hizo comentarios al respecto en un primer momento. El presidente del país, Martín Vizcarra, un cordial aliado de Estados Unidos, fue uno de los primeros líderes norteamericanos en cerrar las fronteras por la pandemia del coronavirus, desplegando al Ejército y ordenando a la gente que se quede en casa. En un principio admitió excepciones para vuelos arrendados de repatriación, pero eso se terminó el sábado.
La pandemia ha infectado a más de 400.000 personas en todo el mundo y matado a unas 18.000. El virus causa síntomas leves o moderados en la mayoría de la gente, pero puede ser más grave o poner en riesgo la vida de algunas personas, especialmente ancianos o personas con problemas médicos previos como Anna. Ella y su esposo pidieron que sus apellidos no se hicieran públicos por motivos de privacidad relacionados con su enfermedad y por temor a represalias de las autoridades peruanas.
Perú confirmó su primer caso del virus el 6 de marzo, tres días antes de que Anna llegara para reunirse con su esposo, que estaba allí dentro de un viaje por Sudamérica. Cuando el presidente de Perú declaró una emergencia y cerró las fronteras del país días más tarde, se les dieron 24 horas para marcharse.
El marido de Anna acudió inmediatamente a la embajada de Estados Unidos para pedir ayuda, y explicó a las autoridades la mala salud de su esposa y que se le estaban acabando los medicamentos. Proporcionó una nota de su médico estadounidense señalando que era “muy urgente e importante que regresa a Estados Unidos” para recibir tratamiento médico.
Al no recibir respuesta sobre si habría un vuelo estadounidense para llevarles a casa, se puso en contacto con líderes políticos en Texas como los senadores Ted Cruz y John Cornyn, que según dijo intentaron ayudar. La pareja creía que esa tarde llegaría un vuelo desde Miami, pero se le denegó el permiso de aterrizaje y dio vueltas sobre la zona hasta que el combustible restante le obligó a regresar a Miami. El Departamento de Estado señaló que Perú tampoco había permitido que un vuelo de LATAM recogiera a estadounidenses en Cusco.
El senador estadounidense Marco Rubio tuiteó el martes que los problemas en Perú se debían a una “falta de urgencia” por parte de empleados de categoría intermedia en el Departamento de Estado, pero que “un funcionario competente ha tomado el control directo” de la situación.
El esposo de Anna tenía un plan B: había contactado con compañías privadas para arrendar una ambulancia aérea, pero según dijo, las autoridades peruanas no permitieron que aterrizara.
Varias compañías aéreas privadas han trabajado intensamente para buscar una forma de llevarlos a casa, según comunicaciones que Anna compartió con The Associated Press.
Steve Panzella, presidente de Horizons Jets Charter Inc., dijo que la pareja contactó con él preguntando por una ambulancia aérea y dijeron estar dispuestos a pagar para llevar a otros estadounidenses a casa en cualquier vuelo que pudieran arrendar. El aeropuerto de Cusco plantea algunas complicaciones por su gran altitud, ya que no todos los aviones están diseñados para volar tan alto, indicó Panzella, aunque en este caso el problema había sido conseguir autorización de Perú.
“He estado recibiendo llamadas 24 horas al día de gente atrapada por toda América Central y del Sur, pero nada como Perú”, comentó. “La gente está desesperada”.
Otros estadounidenses que viajaron a Perú describieron en entrevistas un sombrío panorama de militares patrullando las calles durante la cuarentena y asegurándose de que se quedaban en sus hoteles. Algunos dijeron a AP que no sabían cómo o cuándo volverían a casa. Otros lograron marcharse comprando pasajes a través de agencias de viajes locales. Pero se les avisó de los vuelos con poca antelación, y hasta que embarcaron no sabían si habría plazas suficientes.
Constance Bauer dijo a AP por correo electrónico que su hijo estaba atrapado con otros estadounidenses en la ciudad amazónica de Iquitos.
“Y la situación es mucho peor para estas personas que para los que están en Lima (la capital). La comida, los suministros médicos, la atención médica, el agua limpia son muy escasos en Iquitos y están bajo una estricta cuarentena vigilada por el Ejército”, escribió.
Para Anna, solo queda esperar.
“No me queda medicación”, dijo. “Y no es una enfermedad que pueda tratarse aquí en Perú”.
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Los periodistas de Associated Press Joshua Goodman en Miami, Franklin Briceño en Lima, Perú, y David Koenig en Dallas contribuyeron a este despacho.