Palestinos temen un brote del virus en la "tierra de nadie"

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Palestinos temen un brote del virus en la "tierra de nadie"
En esta imagen del 28 de abril de 2020, un vendedor palestino expone sus frutas y verduras en la calle, ya que el mercado principal sigue cerrado por las medidas de cuarentena para proteger a la población del coronavirus, en el pueblo cisjordano de Kufr Aqab. (AP Foto/Nasser Nasser)

JERUSALÉN (AP) — Mientras la pandemia del coronavirus se expandía el mes pasado, líderes de la comunidad en un barrio palestino a las afueras de Jerusalén intentaron imponer medidas de cuarentena y cese de actividad para proteger a los vecinos.

El problema era que no había policía para hacer cumplir las medidas.

Kufr Aqab está dentro de los límites trazados por Israel del municipio de Jerusalén, al que Israel considera su capital. Por lo tanto, está fuera de las competencias de la Autoridad Palestina, que tiene su sede en la cercana ciudad de Ramala y gobierna partes de la ocupada Cisjordania.

Pero el vecindario está al otro lado del muro de separación que construyó Israel a mediados de la década de 2.000, de modo que la policía israelí tampoco llega.

“Esto es tierra de nadie”, dijo el alcalde, Raed Hamdan.

Cuando el consejo local estableció puestos de control para restringir las entradas y salidas, tuvo que depender de voluntarios. Cuando ordenó el cierre de las empresas y que la gente se quedara en casa, se negaron.

Ahora la ciudad tiene al menos 21 casos confirmados de coronavirus, según Sameh Abu Rumaila, líder del comité local de salud, que como todo lo demás está gestionado por voluntarios. El comité estima que otras 500 personas en el populoso barrio han estado en contacto con los infectados, pero no tiene poder para aislarlas.

“Nadie puede controlar a estar personas y ponerlas en cuarentena”, explicó. La mayoría tienen documentos de residentes en Jerusalén, lo que les permite viajar de forma más o menos libre a Cisjordania, Jerusalén e Israel. El vecindario, señaló Rumaila, es “una bomba de relojería".

El virus causa síntomas de leves a moderados en la mayoría de los pacientes, que se recuperan en unas pocas semanas. Pero es muy contagioso y puede matar o causar complicaciones graves, especialmente a ancianos o personas con problemas médicos previos.

Israel ha reportado más de 16.200 casos y al menos 235 muertes, mientras que la Autoridad Palestina ha reportado más de 330 casos y dos fallecidos. Ambas impusieron duras restricciones hace semanas para contener el brote, y ahora empiezan a levantarlas tras un descenso en el ritmo de nuevas infecciones.

Pero se estima que unas 120.000 personas viven en Kufr Aqab y otras zonas con el mismo vacío institucional a las afueras de la ciudad. Eso podría dar pie a nuevos brotes.

Nadav Matzner, viceportavoz de Magen David Adom, el servicio israelí de emergencias, dijo que se había instalado un centro de pruebas en un control cerca de Kufr Aqab el 23 de abril, donde se han hecho más de 160 análisis. La agencia no suele operar más allá del muro, señaló, aunque han enviado médicos de esos vecindarios a hacer pruebas allí.

Las autoridades municipales de Jerusalén no respondieron a varias peticiones de comentarios.

Haneen, una vecina de 18 años, dio positivo el 19 de abril, junto con su madre y sus cuatro hermanas. Su madre y una de sus hermanas fueron hospitalizadas, mientras que las demás hicieron cuarentena en un hotel de Ramala. No quiso dar su apellido por motivos de privacidad.

Haneen y la hermana que fue hospitalizada trabajan dentro de Israel, pero a principios de abril fueron a casa para pasar las dos semanas de feriados por Pascua, cuando cerró buena parte de la actividad económica en Israel. Creen que se contagiaron en Kufr Aqab.

“El pueblo está abierto, todas las tiendas están abiertas, y salimos y compramos de las tiendas y entramos en contacto con otras personas”, explicó. “No hay policía para imponer la ley y el orden, solo voluntarios locales que cortan las calles a Ramala y Jerusalén”.

“Te dejan pasar si discutes con ellos”, dijo.

Los voluntarios tienen motivo para ser cautos. En marzo, una discusión en un control cerca del vecindario terminó en un tiroteo. Israel permitió que las fuerzas de seguridad palestinas entraran y restaurasen el orden, pero después tuvieron que retirarse.

Israel capturó Jerusalén Oriental en la guerra de 1967 y se lo anexionó, una decisión sin reconocimiento internacional. Expandió de forma unilateral las fronteras de la ciudad para incluir amplias extensiones de tierra, donde más tarde construyó asentamientos, así como zonas como Kufr Aqab, que entonces eran pequeños pueblos palestinos.

Los palestinos, que reclaman Jerusalén Oriental como su capital para un estado futuro, ven el muro de separación como parte de un plan más amplio de aislarlos de la ciudad y cambiar su demografía.

Aviv Tatarsky, investigador de Ir Amim, un grupo israelí de derechos centrado en Jerusalén, señaló que Israel parece planear un rediseño de los límites de la ciudad para excluir a Kufr Aqab y otras comunidades periféricas. Eso reduciría la población palestina de Jerusalén en más de un tercio, de unos 330.000 a apenas 200.000.

El plan de Oriente Medio presentado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que Israel ha aceptado con entusiasmo y los palestinos rechazado de plano, también sacaría esos barrios de Jerusalén.

“Israel construyó el muro de separación de una forma que desconecta a Kufr Aqab, con una intención deliberada de echar a los palestinos de Jerusalén”, dijo el investigador.

Israel alega que construyó el muro en respuesta a una oleada de ataques palestinos durante el alzamiento entre los años 2000 y 2005, y que es esencial para la seguridad de Israel.

Desde que se levantó el muro, la ley y el orden han desaparecido de Kufr Aqab y otros barrios cercanos. Pandillas criminales campan a sus anchas y la falta de regulación urbanística han hecho que proliferen torres de apartamentos, algunas de hasta 18 pisos, que muchos temen sean inseguras.

“Aquí vivimos con una gran ansiedad”, dijo Naela Namour, ama de casa y madre de dos hijos. La gente en las torres de apartamentos abarrota los ascensores, los niños juegan juntos en solares vacíos y los mercados locales están tan llenos como siempre.

“No hay normas”, dijo. “La gente se mueve, trabaja, compra y vende sin ninguna restricción”.

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Daraghmeh informó desde Ramala, Cisjordania.

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