Los franceses dudan sobre si enviar a sus hijos a la escuela

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Los franceses dudan sobre si enviar a sus hijos a la escuela
En esta imagen tomada el jueves 30 de abril de 2020, Mathilde Manaud juega en el sofá con sus hijos, Mila, de 7 años, y Andre, de 3, en París. (AP oto/Oleg Cetinic)

PARÍS (AP) — Francia se preparaba para reanudar la vida pública tras ocho semanas de confinamiento por el coronavirus, y muchos padres afrontaban una dura decisión sin una respuesta correcta evidente: ¿Debería enviar a mi hijo de vuelta a la escuela?

El gobierno francés ha suavizado algunas de las medidas de cierre y confinamiento impuestas el 17 de marzo para frenar la curva de contagio. Se permitirá abrir a negocios, la gente podrá volver a sus lugares de trabajo y las escuelas abrirán sus puertas a partir del lunes.

En un principio abrirán primero las aulas de preescolar y primaria, y las clases se limitarán a 10 alumnos en preescolar y 15 en los demás cursos. Los administradores recibieron instrucciones de priorizar la educación para niños de 5, 6 y 10 años.

Debido al lento reenganche, así como el temor al COVID-10 en la afectada Francia, la asistencia a la escuela no será obligatoria al principio. Padres y tutores podrán mantener a los niños en casa, y los maestros les proporcionarán lecciones como hicieron durante la cuarentena nacional.

Los alumnos con padres que quieran o necesiten enviarlos a la escuela no tienen plaza garantizada en las aulas, que serán menos numerosas, y solo se les permitirá asistir si las escuelas tienen plaza para ellos.

El ministro de Educación, Jean-Michel Blanquer, estimó que entre el 80 y el 85% de las 50.500 escuelas preescolares y primarias abrirán esta semana. Los centros de educación intermedia en zonas con menos casos del virus abrirían el 18 de mayo. No se ha marcado una fecha para reabrir los centros de secundaria.

Ante las ambiguas orientaciones sobre educación y la incertidumbre por el brote de coronaviurs, los padres franceses afrontan un dilema sobre cuál es la decisión más responsable.

Cecile Bardin, que tiene dos hijos de 6 y dos años, dijo creer que es “demasiado pronto" para enviarlos a sus escuelas infantil y primaria en París.

“En este momento no estoy tranquila, porque será muy difícil mantener una distancia segura en la escuela, especialmente para los pequeños, que querrán jugar juntos”, dijo Bardin.

Mathilde Manaud y su pareja viven con sus hijos de 3 y 7 años en Le Pre Saint-Gervais, en los suburbios orientales de la capital. Acordaron enviar a los niños de vuelta a clase si hay espacio.

“La verdad es que no sabemos si hacemos bien al hacerlo o no, no sabemos si es un error. Nos hacemos esta pregunta todos los días, y cambiamos de opinión de todos los días", dijo Manaud. “Intentamos convencernos de que si están reabriendo, asumen que pueden gestionar la situación”.

Los alumnos que regresen descubrirán que el funcionamiento de sus clases ha cambiado. Los maestros llevarán mascarillas y recordarán a los niños que mantengan las distancias y se laven las manos varias veces al día.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, intentó tranquilizar a padres y profesores durante una visita a una escuela primaria al oeste de París. Las escuelas reabrirán de forma gradual, dijo, porque quiere “las cosas bien hechas”.

El director de escuela Mathieu Morel advirtió al presidente que “los niños siguen siendo niños. Hay movimientos espontáneos que son difíciles de prever”.

La escuela espera recibir a unos 50 de los 181 niños matriculados esta semana.

Algunos alcaldes en Francia se han negado a reabrir las escuelas locales. Michele Berthy, alcalde de Montmorency, una localidad al norte de París, envió una misiva a los padres diciendo que los lineamientos de salud del gobierno eran “inaplicables”.

“Aunque estoy a favor de relanzar nuestra economía, estoy seguro de que la salud pública debe ser nuestra prioridad”, escribió Berthy.

Los alcaldes en otras zonas impusieron restricciones adicionales como limitar el acceso a los hijos de trabajadores esenciales como policías y personal sanitario, así como a familias en condiciones de vida precarias.

Esa es la situación en París, donde Ingrid Rousseau confiaba en poder enviar al menos de sus dos hijos, de 6 años, de vuelta a la escuela. No sabía si su hijo recibiría autorización, aunque tanto ella como su pareja están trabajando.

Rousseau señaló al agotamiento de los padres, abrumados por las clases en casa, su trabajo y las tareas domésticas durante casi dos meses.

“No me veo a la altura del trabajo de docencia”, dijo. “Estamos abrumados. No tenemos tiempo suficiente. Y no podemos hacer gran parte de las actividades que hacen en clase”.

Las autoridades parisinas estiman que en torno al 15% de los alumnos de la ciudad podrán volver a clase. Otras ciudades y pueblos creen que pueden atender a aproximadamente la mitad de los niños en preescolar y primaria.

Los expertos siguen divididos sobre el papel que juegan los niños en la transmisión del nuevo coronavirus, que ha infectado a unas 176.000 personas en Francia y matado al menos a 26.300 de ellas, según cifras del gobierno.

Las autoridades sanitarias han reiterado que los niños parecen ser el grupo demográfico menos afectado por el COVID-19. Los niños parecen sufrir sólo síntomas leves, según la Organización Mundial de la Salud, aunque se han registrado algunos casos graves y muertes mientras el virus sigue expandiéndose en todo el mundo.

Varios estudios publicados este año sugirieron que cerrar las escuelas tuvo un impacto insignificante a la hora de reducir la expansión del virus, y que los niños se infectan menos y no son responsables de los casos intrafamiliares.

Otros expertos en enfermedades infecciosas dicen que si bien los niños pueden contagiarse y contagiar, está claro que para el COVID-19 no son factores de contagio tan grandes como se cree con la gripe.

La agencia educativa, científica y cultural de Naciones Unidas, UNESCO, estima que hasta el 87% de los alumnos de todo el mundo han visto cerradas sus escuelas, lo que afecta a más de 1.500 millones de jóvenes en 195 países.

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Oleg Cetinic en París y la periodista sobre información médica Maria Cheng en Londres, contribuyó a este despacho.

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