Coronavirus: Ancianos confrontan su mortalidad

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Coronavirus: Ancianos confrontan su mortalidad
James Kelly posa con una foto de su difunto padre en su casa el 1ro de mayo del 2020. Kelly tuvo que postergar un viaje a Escocia para esparcir allí las cenizas de su difunto padre debido al coronavirus. (AP Photo/John Bazemore)

SAINT PETERSBURG, Florida, EE.UU. (AP) — Elizabeth Hubbart sacó pasajes para un crucero que seguía los pasos de la expedición de Lewis y Clark hacia el Pacífico. Joel Demski planeaba asistir a la graduación de su nieto en la Academia Naval. James Kelly tenía planeado un viaje a Escocia para esparcir las cenizas de su padre en el río Clyde cerca de Glasgow.

Todos tienen más de 60 años y deben aceptar una dura realidad: Que sus planes, sus esperanzas, sus listas de cosas que hacer antes de morir no solo se demorarán, sino que tal vez nunca las harán gracias al coronavirus.

La pandemia mundial hace que los mayores de 60 se pregunten cuánto tiempo les queda y cómo aprovecharlo ahora que hay restricciones a los movimientos. En lugar de visitar las Siete Maravillas del Mundo o de pasar más tiempo con sus familias, muchos se preocupan de cosas más mundanas, como si es peligroso ir a la tienda de comestibles o salir de la casa.

Afloran la culpa, la ira y la frustración al pensar en el tiempo perdido, en todas las cosas que uno desea hacer y que todavía no hizo.

“Un año menos (de vida) es un viaje menos”, dijo Bob Busch, de 72 años, apasionado de los viajes de Sarasota, Florida, que suspendió una escapada con su esposa para acampar por 35 días. Los dos gozan de buena salud, pero es imposible predecir cómo se sentirán una vez concluida la pandemia. “¿Cuántas veces más podremos enganchar el acoplado y enfilar hacia el oeste?”.

Demski, quien vive en Vero Beach, Florida, se sintió muy mal cuando la Academia Naval canceló la ceremonia de graduación. En lugar de partir hacia Annapolis para estar con su nieto, sufre pensando que el muchacho zarpó en una misión. También quedó en la nada una visita a California para la graduación de otro nieto en UCLA.

“Es muy triste”, dijo Demski, quien pronto cumplirá 80 años.

Mick Smyer, profesor de psicología de la Universidad Bucknell que estudia los procesos de envejecimiento, dijo que la generación de posguerra, los hoy sesentones, y los más ancianos todavía deben confrontar su mortalidad. Con cada titular que habla de la vulnerabilidad de los mayores de 60, esta población se pregunta: ¿Podré ver y hacer todo lo que quería ver y hacer?

“Recuerdan los buenos tiempos”, dijo Smyer. “Ahora tienen menos opciones por delante. Los próximos dos años no cuentan. ¿Cuántos años buenos tendrán después?”, dijo el experto, dando a entender que en los próximos dos años será desaconsejable viajar y hacer muchas otras cosas.

Kelly, un psicólogo de 63 años que toca la guitarra y compone temas de música country, dice que ha estado pensando mucho en el futuro mientras está encerrado solo en su casa. Se pregunta cuándo podrá llevar las cenizas de su padre a su Escocia natal.

“Mis temas más recientes abordan el tema de la edad. Cómo hacer frente a la vida y a las cosas que perdemos. Lo que fue y lo que queda por delante, todo lo que tengo detrás de mío y lo poco que me queda por hacer”.

“No me queda mucho camino por recorrer”, dijo en una de esas canciones.

Al mismo tiempo, muchos se regocijan pensando que sus sacrificios reflejan una vida privilegiada. Millones de personas que se quedaron sin empleo o que desempeñan trabajos indispensables, mal pagos, no pueden darse esos lujos. Tal vez nunca pudieron ni podrán.

“Parte de lo que siento, honestamente, es culpa”, expresó Judy Foreman, de 70 años, de Flourtown, Pensilvania. “Surgieron algunos inconvenientes y estamos asustados, pero lo podemos manejar. Trato de ayudar dentro de mis posibilidades. Cuando me traen comida, doy una muy buena propina. Colaboro con comedores comunitarios”.

Pero de todos modos la sensación de que el tiempo se escurre entre sus manos la trastorna un poco. No puede visitar a sus hijas en California. Ni siquiera puede abrazar a tres nietos que viven cruzando la calle.

“Sufres una mezcla de depresión, soledad, aburrimiento, temor. Sobre todo temor”. Se pasa horas limpiando los empaques de los comestibles, desinfectando las perillas de las puertas, pensando lo distinto que será el futuro.

“Hago todo esto porque no quiero morir. Sí, pienso en mi mortalidad”, admitió casi susurrando.

Helen Miltiades, profesora de gerontología de la Universidad Estatal de Fresno, California, dice que la gente mayor siente cosas que los más jóvenes no perciben.

“Todo el mundo habla de que todo ha cambiado. Pero, ¿qué quiere decir eso? Yo creo que todavía no lo sabemos”.

Hubbard, quien debía irse en un crucero con su marido, canceló el viaje. A los 70 años, no pierde la esperanza de ver algún día a Hugh Jackman, su actor favorito, en Broadway. Pero sabe que tal vez no pueda hacerlo.

“Esta era mi década”, expresó. “Y ha tomado un rumbo muy distinto al que esperaba”.

Dena Davis es más optimista. Profesora de bioética de la Universidad Lehigh de Bethlehem, Pensilvania, de 73 años, dejó de tomarse un año sabático por la pandemia y dice que probablemente tenga que aplazar su jubilación.

“Si tienes suerte, la razón por la que no que te queda mucho tiempo es porque ya tuviste mucho tiempo”, filosofó. “Todo depende de cómo lo mires. No veo demasiadas cosas delante de mí. (Pero) Hay muchas cosas lindas detrás. No puedes tener las dos cosas al mismo tiempo”.

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Tamara Lush está en http://twitter.com/tamaralush

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