Política comercial de Trump: Retórica sin muchos resultados
WASHINGTON (AP) — Donald Trump se pasó cuatro años desmantelando siete décadas de políticas comerciales de Estados Unidos.
En la iniciativa más importante de su gestión, desató una guerra comercial con China. También fijó aranceles para las importaciones de acero y aluminio de países aliados. Y conmocionó a las propias empresas estadounidenses al amenazar con entorpecer el comercio con México y Canadá, que mueve 1,4 billones de dólares anuales.
Hizo todo esto con su habitual estilo combativo y volátil, elevando aranceles, lanzando amenazas, con marchas y contramarchas, y a veces reviviendo conflictos que parecían resueltos.
Trump actuó a partir de su tesis de que otros países se aprovechaban de Estados Unidos por los desastrosos acuerdos comerciales que había firmado sus predecesores y que de ahora en más daría prioridad a los intereses de Estados Unidos.
A pesar del revuelo y del nuevo rumbo, sin embargo, poco ha cambiado.
El déficit estadounidense por bienes y servicios supera el de la época de Barack Obama. Los productores de acero y aluminio eliminaron empleos a pesar de las políticas proteccionistas de Trump. Sus pactos comerciales apenas se hicieron sentir en la economía estadounidense de 20 billones de dólares. En términos generales, las finanzas de la mayoría de la población se vieron poco afectadas por las políticas comerciales de Trump.
Gane quien gane las elecciones, es probable que buena parte del legado de Trump se mantenga. Su línea dura hacia China, por ejemplo, podría continuar porque acentuó la percepción de que Beijing violaba su compromiso de tratar justamente a las firmas extranjeras, había apelado a tácticas comerciales depredadoras y se había aprovechado de los demás.
Su rival en las elecciones Joe Biden no ha dicho si mantendrá los aranceles que Trump impuso a bienes chinos por valor de 360.000 millones de dólares, bastante más de la mitad de lo que China exporta a Estados Unidos todos los años.
“No van a decir que van a dar marcha atrás con esto y con aquello”, declaró al representante comercial de Estados Unidos Robert Lighthizer, en una entrevista, aludiendo al equipo de Biden. “O insistes con lo que hicimos nosotros o vuelves al sitio de donde partimos. Y nadie quiere volver a ese sitio”.
Las esperanzas de que China fuese a cambiar sus políticas a partir de pacientes negociaciones o llevando las disputas a la Organización Mundial del Comercio se desvanecieron.
“Una de las razones por las que llegamos adonde llegamos con Trump es que agotamos todas las otras instancias”, manifestó Wendy Cutler, exnegociadora comercial de Estados Unidos, hoy con el Asia Society Policy Institute. “Los demandamos ante la OIC. Logramos muchas victorias. Pero China no cambió”.
Cutler dice que, “a pesar de toda la retórica, si observas los resultados, son modestos”.
Antes de Trump, los estadounidenses habían promovido un comercio cada vez más libre, supervisado por la OIC. El gobierno de Obama negoció trabajosamente un Acuerdo Transpacífico con otras 11 naciones, que no incluyó a China, para tratar de contrarrestar la influencia de Beijing y presionarla para que adoptase reformas.
En su primera semana en la Casa Blanca, Trump desconoció el acuerdo transpacífico y se negó a aprobar nuevos jueces para el equivalente a la Corte Suprema de la OIC.
Con Trump, el comercio libre --viejo pilar de la política comercial de los republicanos-- fue hecho a un lado. Había llegado la hora del “Estados Unidos primero” y el proteccionismo.
“Fue un gran cambio”, dijo Phil Levy, antiguo asesor económico bajo el gobierno de George W. Bush hijo y que hoy asesora a la empresa de cargas Flexport. Trump la emprendió contra las antiguas políticas de libre comercio “con hachas y sierras”, dijo Levy.
Trump se propuso reducir los grandes déficits comerciales de Estados Unidos, que dijo eran producto de la debilidad de sus políticas económicas, de acuerdos descabellados y de las prácticas abusivas de otras naciones. Se comprometió a aumentar las exportaciones y a reducir las importaciones mediante la imposición de aranceles.
Se peleó con China, fijó tarifas al acero y el aluminio y obligó a México y Canadá a renegociar el acuerdo de libre comercio entre los tres, entre otras cosas.
Esa actitud agresiva, sin embargo, tuvo muy poco impacto en el tema que más le interesa a Trump: El déficit comercial, que bajó apenas un 0,5%, a 577.000 millones de dólares, una cifra superior a la de cualquier año del gobierno de Obama. Este año la brecha aumentó un 6% por la pandemia del coronavirus.
Trump se declaró el “hombre de las tarifas” y dijo tempranamente en su gestión que “las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”. La historia, no obstante, hace pensar que las victorias comerciales son duras y casi siempre tienen repercusiones negativas. Como era de esperar, China y otros países tomaron represalias y fijaron aranceles ellos mismos, muchos de ellos apuntando a las exportaciones de productos agrícolas estadounidenses. La incertidumbre asociada con la incoherencia de las medidas de Trump hizo que muchas firmas demorasen inversiones que hubieran apuntalado la economía.
A diferencia de lo que dice Trump, los aranceles son costeados por los importadores estadounidenses, no por otros países. Y esos costos son siempre trasladados al consumidor, mediante aumentos de precios. Investigadores del Banco de la Reserva Federal de Nueva York y de las universidades de Princeton y Columbia estimaron que los aranceles de Trump les costaron 831 dólares anuales a los hogares estadounidenses.
“El enfoque de su gobierno generó pocos beneficios tangibles a la economía estadounidense y socavó al sistema comercial multilateral, perturbando viejas alianzas y generando incertidumbre”, manifestó Eswar Prasad, economista de la Universidad de Cornell.
Talan Products, una empresa de estampación metálica de Cleveland que genera 50 millones de dólares anuales, dijo que la firma se perdió dos contratos importantes porque las tarifas de Trump aumentaron los costos de partes importadas, lo que le permitió a una firma de la India cobrar menos.
“Sin los aranceles hubiéramos sido más competitivos”, declaró Steve Peplin, CEO de la empresa. “Hubiera sido lindo poder contar con otros 5 o 10 millones de dólares al año”.
El impacto de las políticas de Trump a largo plazo tardará en verse. El acuerdo con México y Canadá entró en vigor apenas el 1ro de julio. Y los resultados del acuerdo provisional que selló con China en enero no se pueden ver todavía por la recesión provocada por la pandemia.
“Al final de cuentas, tal vez resulta una buena estrategia”, manifestó Blake Hurst, agricultor que produce soja y maíz y que preside la Oficina Agrícola de Missouri. “Pero todo esto tiene su costo. Afecta nuestra reputación, nuestra capacidad futura de negociar. Es una estrategia riesgosa, cuyos resultados todavía no hemos visto”.