Al celebrarse los Juegos Olímpicos de México 1968, pocos sabían que se iban a convertir en un parte aguas a nivel mundial. A diferencia de las anteriores justas deportivas que hasta entonces se habían celebrado en otros países, la nuestra definitivamente dejó una huella. Y se logró, gracias a la visión de dos grandes personajes: el escultor polaco Mathias Goeritz y el arquitecto mexicano Pedro Ramírez Vázquez. Ambos, quisieron darle un giro cultural a tan importante evento deportivo, con el precepto de que el cuerpo es temporal y la creatividad es eterna y cuyos conceptos siguen vigentes cada cuatro años.

No solamente se trató de organizar una serie de actividades culturales durante las gestas deportivas. Su visión fue más allá. A lo largo de un año se llevaron a cabo todo tipo de conciertos, exposiciones, obras de teatro y otras manifestaciones artísticas, que fueron contagiando a todos, del espíritu real de las olimpiadas: la hermandad entre todos, con el pretexto del deporte, enriquecido con la gran herencia cultural que caracteriza a los países del mundo. Querían dejar una huella permanente y monumental, que pudiera apreciarse desde la distancia. Era La Ruta de la Amistad.

Esta gran idea se vio cristalizada a lo largo de un espacio escultórico de 17 kilómetros de longitud, instalado en una de las vías más modernas de esa época, el Boulevard Manuel Ávila Camacho, mejor conocido como el Anillo Periférico. De sus 40 kilómetros de longitud, escogieron la zona más interesante, para instalar esta serie de 19 obras escultóricas, con el fin de que combinaran con las formas caprichosas que había dejado la erupción del Volcán Xitle, el primer escultor de la zona, cuando hizo erupción entre el 421 a.C. y el 721 a.C. y que dejó una serie de formas caprichosas, que se forjaron en las entrañas de la tierra, así como los campos agrícolas, propios de la zona de Xochimilco.

Es el corredor escultórico más grande del mundo, cuyas piezas elaboradas en concreto, fueron hechas por artistas de los cinco continentes. Sus alturas van de los siete a los 26 metros, que están distribuidas cada kilómetro y medio, logrando romper los mitos de que el arte es para los leídos, los cultos, los que lo saben apreciar. No, estás grandes obras fueron para todos. Sus colores, sus formas, sus dimensiones, lograron que cada quien le diera la interpretación que quisiera, con lo que enriquecieron aún más, la percepción de las mismas.

Aunque por muchos años fue orgullo de los habitantes de la ciudad de México, cayó en el abandono por 25 años, a merced de falta de mantenimiento, pintas, destrozos clima y otras afectaciones, sin dejar de mencionar que la mancha urbana las fue tragando para absorberlas, no siempre de manera positiva. Sin embargo en 1994, un grupo de amantes de este gran proyecto, encabezados por Javier Ramírez Campuzano y Luis Javier de la Torre González, integraron el Patronato Ruta de la Amistad para poder recaudar fondos y restaurar cada uno de los elementos de tan importante legado de México 68, no solamente a través de la iniciativa privada y varias embajadas de los países participantes y ubicadas en nuestro país, sino también con el compromiso de las instituciones públicas interesadas, a través de un interesante programa: ADOPTA UNA OBRA DE ARTE.

La ruta la encabeza la obra de la artista mexicana Ángela Gurría, llamada Señales o La Herradura, ubicada en la primera estación, con 18 m de alto y cuyo propósito fue hacer un homenaje a la gran asistencia de los países africanos a los juegos olímpicos mexicanos. Decía la autora que si se unían ambas piezas, se lograba la forma de una herradura y con ella, la unión de las razas.

Otras de las obras son:

Estación 2.- El Ancla (Suiza), autor: Willy Guttman.

Estación 3.- Las Tres Gracias (Checoslovaquia), autor: Miloslav Chlupac.

Estación 4.- Sol (Japón), autor: Kioshi Takahashi.

Estación 5.- Sol bípedo (Hungría), autor: Pierre Szekely.

Estación 6.- La Torre de los Vientos (Uruguay), autor: Gonzalo Fonseca.

Estación 7.- Hombre de Paz (Italia), autor: Constantino Nivola.

Estación 8.- Disco Solar (Bélgica), autor: Jacques Moeschal.

Estación 9.- Disco Mágico (Estados Unidos), autor: Todd Williams.

Estación 10.- Reloj Solar (Polonia), autor: Grzegorz Kowalski.

Estación 11.- México (España), autor: Josep Maria Subirachs.

Estación 12.- Jano (Australia), autor: Clement Meadmore.

Estación 13.- Muro Articulado (Austria - E.U.A), autor: Herbert Bayer.

Estación 14.- Tertulia de Gigantes (Países Bajos), autor: Joop J. Beljon.

Estación 15.- Puerta de Paz (Israel), autor: Itzhak Danziger.

Estación 16.- Martine (Francia), autor: Olivier Seguin.

Estación 17.- Charamusca Africana (Marruecos), autor: Moahamed Melehi.

Estación 18.- Puertas al Viento (México), autor: Helen Escobedo.

Estación 19.- Sin Título (México), autor: Jorge Dubon.

Hay tres esculturas más que no se encuentran en la Ruta de la Amistad, pero que se consideran parte de ella, llamadas de Los Invitados.

Invitado 1.- El Sol Rojo, Alexander Calder, Estados Unidos, ubicado en el Estadio Azteca.

Invitado 2.- La Osa Mayor, Mathias Goeritz, México, en el Palacio de los Deportes.

Invitado 3.- Hombre Corriendo, Germán Cueto, México en la Ciudad Universitaria.

Hoy, este proyecto se ha integrado de manera estupenda, pues la vegetación es parte importante de ella. Hasta las obras han evolucionado. Hay piezas que no sólo se admiran por fuera, sino que se han convertido en recintos donde se pueden montar todo tipo de exposiciones en su interior. Así, este importante espacio escultórico pone de manifiesto que el arte y el deporte pueden bailar juntos en una danza bella y maravillosa, capaz de despertar a los sentidos. Y usted, si viene a la ciudad de México, ¿Le gustaría bailar?

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