Ecuador: COVID golpea con fuerza a quienes viven en la calle
QUITO (AP) — Hasta 2018 Iván Castro se desempeñaba como guardia de seguridad, pero desde entonces no pudo conseguir trabajo y se convirtió en una de las cientos de personas que viven en las calles del centro colonial de Quito.
Para él y para los otros ecuatorianos sin hogar la pandemia del nuevo coronavirus fue la etapa más dura, porque cuando los quiteños se encerraron en sus casas por al menos cuatro meses se quedaron sin los restaurantes donde obtenían algo de comida y la caridad de quienes les donaban ropa y zapatos.
Castro, de 60 años, relató que durante la cuarentena se refugió en una casa abandonada del centro capitalino con otros seis compañeros de calle con quienes pasaba el tiempo leyendo la Biblia, pedazos de periódicos desechados y escuchando una vieja radio a pilas.
Ahora que la ciudad ha empezado a recuperar algo de su ritmo habitual, también han vuelto a la superficie otros efectos de vivir en la calle. “Lo más feo es la discriminación social; nos insultan, nos miran mal, se alejan de nosotros, eso es más feo que la propia soledad. También debemos lidiar con los compañeros adictos que a veces se ponen violentos, agresivos”, afirmó Castro a The Associated Press.
Hasta ahora en Ecuador se han registrado más de 307.400 contagiados y 16.333 fallecidos de coronavirus, que además ocasionó la parálisis del 70% del aparato productivo nacional durante el año pasado.
Castro y decenas de personas sin casa encuentran algo de alivio y refugio en las instalaciones del Patronato San José, una entidad dependiente del municipio de Quito, aunque muchos suelen vagar o apostarse en los semáforos en busca de una moneda o pidiendo zapatos y ropa, ahora más necesaria por el intenso temporal invernal que azota a todo el país con oleadas de frío y lluvias incesantes.
Carola Pazmiño, coordinadora del Proyecto de Atención a Habitantes de Calle del Patronato San José, dijo a la AP que antes había un centenar de personas sin hogar que se movían regularmente por el centro colonial quiteño, pero que en los últimos meses ese número se ha multiplicado al menos por siete y que se ha detectado un 10% de extranjeros, especialmente venezolanos.
“Nuestras instalaciones tienen capacidad para unas 30 personas, en el comedor atendemos a 40 personas en el almuerzo y en la noche a 50 personas. Necesitamos con urgencia ropa, calcetines, ropa interior, zapatos e insumos”, aseguró.
Añadió que además de la alimentación y el acceso a una ducha ese organismo también sirve de enlace para que las personas sin hogar tengan acceso a atención médica y psicológica.
Paúl Tuquerres, parte del equipo que trabaja con los habitantes de calle, dijo a la AP que durante la pandemia generaron alternativas “para sobrevivir, como mendigar de puerta en puerta. También se unieron en grupos para que si alguien conseguía algo, compartía con el resto".
Sin embargo, agregó, "ese trabajo de grupo también sirvió para conseguir drogas... y el consumo se caotizó (se volvió caótico) en medio del confinamiento”.
John González, un venezolano de 39 años que vive en la calle, llegó a Ecuador a mediados de enero tras caminar durante más de un mes “huyendo de todo lo malo que pasa en mi país". Pese a su situación, añadió, "decidí quedarme porque acá todo me parece muy bien”.
Pero el “frío de Quito es muy arrecho (fuerte), me hace falta ropa", dijo González, que lleva puesto lo mismo desde que llegó a Ecuador.