Abimael Guzmán, de profesor a líder terrorista en Perú
LIMA (AP) — De profesor universitario a líder terrorista.
Así podría resumirse la vida de Abimael Guzmán, el líder de Sendero Luminoso que falleció en la cárcel militar en la que purgaba una condena desde hace 29 años, y quien por varios años —hasta antes de su captura— aterrorizó a Perú mientras decía que haría una revolución popular.
Guzmán nació en Arequipa el 3 de diciembre de 1934. Fue profesor en la década de 1960 en la universidad San Cristóbal de Huamanga, en la empobrecida región de Ayacucho donde en 1980 inició su lucha armada, una de las más crueles de América Latina.
Allí se unió a otros profesores y seguidores radicales del marxismo para iniciar una “revolución popular” maoísta en Perú. Se convirtió en líder de un grupo extremista de izquierda, y en 1965 fue a China para conocer de cerca el gobierno de Mao Zedong.
A su retorno dejó la docencia en 1975 y pasó a la clandestinidad, sus aliados reclutaron a universitarios y campesinos convencidos de que la lucha armada era la única salida para dar paso a un nuevo estado gobernado por el pueblo, lo que consolidó la creación de Sendero Luminoso.
“Seremos los protagonistas de la historia”, prometía a sus jóvenes seguidores en sus discursos. “El pueblo se levantará en armas y se alzará en rebelión para colocar el lazo alrededor del cuello del imperialismo y de los reaccionarios, agarrándolos por el cuello y desgarrando su piel”, indicaba.
En 1980, sus seguidores fueron a la aldea campesina de Chuschi, en Ayacucho, donde quemaron las papeletas electorales en unas elecciones que otorgaron la presidencia a Fernando Belaúnde Terry (1980-1985), luego que Perú vivió bajo un gobierno militar por 12 años.
Sendero ejecutó sin miramientos a miles de campesinos que no se les unían o que colaboraban con el gobierno. Sus seguidores colocaron bombas en torres eléctricas, edificios públicos y asesinaron indiscriminadamente a policías, militares, políticos y civiles.
El gobierno también reaccionó con violencia inusitada asesinando y torturando a campesinos de lengua quechua a quienes los consideraba colaboradores de Sendero.
Ayacucho se convirtió en el epicentro del enfrentamiento entre los uniformados y los senderistas en Perú, los muertos se contaban a diario. En las afueras del casco histórico de la ciudad andina los familiares iban a buscar a sus desaparecidos entre los cadáveres para poder enterrarlos. En las zonas rurales de esa región hasta ahora los antropólogos forenses desentierran fosas con cadáveres de campesinos asesinados durante la guerra.
La elección en 1985 de Alan García como presidente en su primer mandato, marcó la exacerbación de la guerra armada de Sendero, conforme la economía se derrumbaba, los alimentos escaseaban y la inflación se disparaba.
Guzmán se ufanaba en sus comunicados que su ofensiva por la toma de la capital había aterrorizado a la población con carros bomba en diversos barrios y aseguraba que Lima caería en medio de la anarquía que buscaba sembrar para implantar luego su nuevo gobierno.
El mundo se sorprendió con la sorpresiva captura de Guzmán el 12 de septiembre de 1992 en una casa de un barrio de clase media de Lima, al amparo de una reconocida bailarina perteneciente a una familia adinerada, junto con su compañera sentimental Elena Iparraguirre, o “Camarada Miriam”.
Un grupo policial de inteligencia que recibía ayuda de los Estados Unidos por su falta de recursos para trabajar, lo capturó casi sin disparar tiros tras meses de esfuerzos para ubicarlo.
El gobierno del entonces presidente Alberto Fujimori (1990-2000) lo mostró a la prensa con un traje a rayas negras y blancas encerrado en una jaula, mientras profería gritos en favor de su grupo.
Un tribunal militar lo sentenció a cadena perpetua, y tras la anulación en el 2003 de ese juicio por supuestas irregularidades, otro en octubre del 2006 lo sentenció nuevamente a detención de por vida a él y a Iparraguirre. Otros diez jefes senderistas también fueron condenados.
Según una Comisión de la Verdad sobre la guerra interna, unas 70.000 personas murieron, de las cuales se atribuyó a Sendero la muerte de alrededor de 35.000 personas, y un daño al estado por más de 26.000 millones de dólares. En su reclusión, el ex jefe de Sendero se pasaba los días leyendo y enviando cartas a Iparraguirre con promesas de casarse con ella en presidio.
En 2018 las autoridades destruyeron con un tractor un mausoleo en un cementerio del norte de Lima donde estaban enterrados algunos presos senderistas y donde se tenía pensado enterrar a Guzmán después de su muerte.