Civiles abandonan Jersón, Ucrania, debido a ocupación rusa
KIEV, Ucrania (AP) — La vida bajo la ocupación rusa se volvió insoportable para Volodymyr Zhdanov un día en la madrugada: cohetes disparados contra las fuerzas ucranianas cayeron cerca de su casa en la ciudad de Jersón y aterrorizaron a sus dos hijos.
Su hija de ocho años “corrió por pánico hacia el sótano. Eran las dos de la mañana en punto y estaba muy asustada”, dijo Zhdanov, quien huyó de esa ciudad del mar Negro y ahora vive en la capital, Kiev, desde hace tres semanas.
Jersón, al norte de la península de Crimea que Moscú se anexó en 2014, fue la primera ciudad en caer después de la invasión lanzada en febrero. El puerto continúa en el centro del conflicto y en los intentos de Ucrania para conservar su vital salida al mar. Para Rusia se trata de un punto crucial a lo largo de un corredor terrestre que va de su frontera hasta la península.
Zhdanov y otros civiles que hicieron una peligrosa travesía para escapar de la región describen las condiciones cada vez más terribles allá, parte de los excesivos esfuerzos de Rusia para lograr un control permanente.
La ciudad tenía antes de la guerra unos 300.000 habitantes y sus calles están ahora principalmente desiertas. Circulan rumores de actos de resistencia armada y de la súbita desaparición de funcionarios que se rehúsan a cooperar con las autoridades rusas.
Las fuerzas de ocupación patrullan mercados para advertir a quienes intenten utilizar la moneda ucraniana, la grivna, que no lo hagan en las transacciones. Autoridades favorables a Moscú han sido instaladas en gobiernos locales y a nivel regional, así como en la fuerza policial. Los trabajadores de diversos servicios municipales enfrentan presiones para que cooperen con los administradores rusos. La mayoría de las escuelas han cerrado.
El abasto irregular de artículos básicos frena la mayor parte de la actividad comercial. Hay escasez de medicamentos y alzas en otras mercancías.
Muchos habitantes estaban decididos a permanecer lo más posible ante la promesa de un contraataque ucraniano que no se ha materializado.
“Hubo daño físico en la ciudad porque había muchos soldados”, declaró Zhdanov.
Las autoridades instaladas por Moscú han anunciado la realización de un referendo para convertirse en parte de Rusia, aunque no se ha fijado una fecha para realizarlo. Por su parte, las autoridades han estado exigiendo a quienes se han quedado que adopten la ciudadanía rusa.
El ingreso que obtenía la familia de Zhdanov de un negocio de flores se esfumó debido al cambio de moneda, aunque había continuado cultivándolas de cualquier manera.
“Es difícil sobrevivir sin dinero y sin alimentos”, dijo. “¿Quién querría un gobierno ruso si te quitaron tu vida, negocio y educación de los hijos? Todo eso se ha perdido”.
Cuando abandonó Jersón con su familia, Shdanov se arriesgó a que lo arrestaran por esconder una bandera ucraniana en el fondo de su maleta. Había guardado la bandera tras una protesta pública contra la presencia de las fuerzas rusas.
Por su parte, la periodista Yevhenia Virlych se había quedado cinco meses y continuó trabajando; escribía sobre las autoridades que supuestamente habían cooperado con los rusos. Pero laboraba a escondidas y temía por su seguridad, cambiaba con frecuencia de apartamento y difundía fotografías de Polonia en las redes sociales para dar la impresión de que había huido.
“Han atado un nudo en torno a Jersón y lo están apretando”, dijo Virlych y agregó que la gente local está siendo presionada para que acepte los pasaportes rusos. “Rusia llegó enarbolando la bandera de la liberación, pero vino a torturar y a tenernos cautivos. ¿Cómo se puede vivir así?”
El mes pasado, Virlych finalmente huyó hacia Kiev con su esposo.
Quienes deseen abandonar Jersón deben pasar varios retenes militares rusos. Los soldados registran las pertenencias e inspeccionan los documentos de identidad y los teléfonos celulares, y si sospechan de alguien que apoye la resistencia es interrogado en los llamados “campos de filtración”.
A medida que la pobreza se apodera de Jersón aumentan las dificultades para salir: un boleto de autobús hacia la ciudad de Zaporizhzhia, a 300 kilómetros (185 millas) al noreste cuesta en la actualidad el equivalente a 160 dólares y antes de la guerra 10 dólares.
Virlych dijo admirar el valor de quienes se han quedado atrás así como a quienes arriesgaron sus vidas cuando se sumaron a las protestas antirrusas en la etapa inicial de la ocupación.
La periodista recuerda una gran manifestación de 7.000 personas que tuvo lugar el 5 de marzo. “En toda mi vida jamás había visto una movilización así”, agregó.
En abril, las protestas habían parado cuando las fuerzas de ocupación comenzaron a responder con fuerza letal, agregó Virlych. “Los rusos comenzaron a disparar (contra las multitudes) y hubo heridos”, agregó.
Moscú pretende mantener su control de Jersón, que se ubica estratégicamente cerca del canal de Crimea del Norte, que provee agua a la península ocupada por Rusia. Ucrania había cerrado el canal después de la anexión hace ocho años, pero los rusos lo reabrieron después de que tomaran el control de la región.
Al igual que Zhdanov, Virlych mantiene la esperanza de una contraofensiva ucraniana que arrebate la región a Rusia.
“Sólo creo en Dios y las fuerzas ucranianas”, agregó. “Ya no tengo fe en nada más”.
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Arhirova está en Twitter como @h_arhirova