El Extremo Valor de las Palomas Mensajeras en Bélgica y la Amenaza del Hurto
Las palomas que antes protagonizaban carreras locales ahora son objeto de sofisticados sistemas de seguridad debido a su alto valor en el mercado.
En el tranquilo pueblo de Ranst, Bélgica, un arte clásico y tradicional ha sido transformado por el impacto del crimen moderno: el robo de palomas mensajeras. En un tiempo, estas aves eran solo motivo de orgullo en las tabernas locales, pero ahora su valor es tal que algunos ejemplares pueden llegar a venderse por cifras millonarias. El caso más sonado fue la venta de una paloma por 1.6 millones de euros, lo que ha elevado a estos animales a un estatus de mercancía valiosa.
Para proteger sus preciados activos, los criadores recurren a tecnologías avanzadas. Drones sobrevuelan los palomares para detectar posibles puntos débiles en la seguridad; sensores láser activan alarmas durante la noche y las cámaras conectadas a aplicaciones móviles ofrecen vigilancia continua. Todo esto se ha vuelto necesario en un contexto donde el robo de estas aves es tan frecuente que amenaza con afectar la esencia misma del deporte.
La ola de robos
La Federación Belga de Carreras de Palomas ha calificado a esta temporada invernal como extremada. Pascal Bodengien, presidente de la organización, destaca que no pasa una semana sin que ocurra un robo. En un caso reciente, más de 100,000 euros en palomas fueron robados de un sólo palomar. Las aves, cuyo precio puede oscilar entre los 1,000 y los 100,000 euros, son el objetivo de bandas organizadas que ven en ellas una oportunidad de lucro fácil.
A pesar de la seriedad del problema, la falta de centralización en la denuncia y la investigación policiaca dificulta llevar un registro exacto de las pérdidas. Pero más allá del aspecto económico, está el daño emocional. Criar palomas es una responsabilidad diaria que se extiende por décadas y sus dueños establecen un fuerte lazo afectivo con ellas.
Frans Bungeneers: un caso emblemático
Un ejemplo destacado es Frans Bungeneers, un criador de éxito desde los ocho años de edad. Su experiencia con el hurto de palomas es personal y dolorosa, pues en el 2016 sufrió el robo de cerca de 60 de sus mejores especímenes. "Fue un golpe increíble; lloré como un niño", admite Bungeneers. Aunque los ladrones fueron capturados y condenados en Bélgica, nunca recuperó ni los pájaros ni el dinero que le fue otorgado en daños debido a que los criminales fueron declarados insolventes.
Actualmente, las palomas robadas están condenadas a no volver a competir, ya que las medidas de seguridad en competencias hacen imposible que un ave sin la documentación apropiada pueda ganar sin ser descubierta. La única alternativa para los ladrones es utilizar las aves para la cría, lo que lleva a sospechar que las organizaciones criminales dirigen estas aves principalmente a países de Europa del Este.
El cambio en el viento
La realidad para los criadores de palomas ha cambiado drásticamente. Estos amantes del deporte ahora deben estar siempre atentos, monitoreando constantemente sus propiedades a través de aplicaciones de seguridad y realizando inversiones significativas en sistemas de protección. "Cámaras, sensores, alarmas... todo el tiempo tienes que estar revisando tu app para ver las cámaras", señala Bungeneers. Esta necesidad hacen que muchos aficionados abandonen la práctica, incapaces de afrontar los costos adicionales y la vigilancia constante.
La federación belga insta a sus miembros a ser cautelosos y a reportar cualquier actividad sospechosa cerca de sus palomares. "Es realmente un llamado para que actuemos ante esto", enfatiza Bodengien.
El robo de palomas ha dejado de ser un problema menor y amenaza con cambiar para siempre la percepción de un hobby que, a diferencia de otras prácticas deportivas, siempre se ha basado en la tranquilidad y la tradición más que en la seguridad y la vigilancia continua.