Cooper Flagg, el prodigio de Duke que conquista el baloncesto universitario

El joven de Maine deslumbró en su temporada de debut y se perfila como futuro número uno del Draft de la NBA

Por fin ha llegado una nueva estrella al baloncesto universitario: Cooper Flagg. Con solo 18 años, este joven prodigio ha demostrado que está más que listo para el protagonismo que conlleva liderar a los Blue Devils de Duke en los momentos más importantes de la temporada.

El fenómeno que llegó desde Maine

Nacido en Newport, Maine, Cooper Flagg llegó a Durham con expectativas que sobrepasaban el estándar para un novato universitario. Y las superó. Se convirtió en el cuarto freshman en la historia en ser nombrado Jugador del Año por la AP, un honor que comparte con leyendas como Zion Williamson (2019), Anthony Davis (2012) y Kevin Durant (2007).

Con 2.06 metros de altura y 93 kilos, Flagg lideró al equipo en casi todas las estadísticas clave:

  • Puntos: 18.9 por partido
  • Rebotes: 7.5
  • Asistencias: 4.2
  • Robos: 1.4

Además, fue segundo en bloqueos con 1.3 por juego. Lo hizo todo: anotó, defendió, asistió y fue un líder visible desde el primer silbato de la temporada.

Una mentalidad ganadora desde la infancia

Desde que tenía tres años, Flagg mostraba signos de competitividad inusuales. Su madre, Kelly Flagg, lo recuerda retador desde pequeño: "Siempre quería ser el primero en todo. Veía a su hermano mayor hacer algo y él simplemente lo intentaba. Sin miedo".

Esos instintos no se quedaron en el patio trasero. En su temporada universitaria debut, anotó récords impresionantes para un novato, incluyendo 42 puntos frente a Notre Dame, el máximo anotado por un freshman en la historia de la Atlantic Coast Conference (ACC).

"Me pongo estándares altos porque sé cuánto trabajo dedico. Y quiero alcanzar mis objetivos con excelencia", declaró en una entrevista antes del Final Four de la NCAA.

La evolución semanal: excelencia en progreso

Una de las características que más destacan los entrenadores sobre Cooper Flagg es su tremenda capacidad de aprendizaje y adaptación. Tras la pausa de mitad de temporada en enero, Flagg elevó sus estadísticas de manera notable:

  • Puntos: aumentaron a 20.1
  • Asistencias: subieron a 4.5
  • FG% (porcentaje de tiros de campo): se incrementó de 43.8% a 51%
  • 3P% (porcentaje en triples): de un tímido 27.1% a un arrollador 43.4%

Estos números no solo indican consistencia. Reflejan inteligencia, ética de trabajo y una comprensión temprana del juego a nivel elite.

Un vestuario que impulsa el talento

Parte esencial del crecimiento de Flagg como jugador se debe al ambiente que encontró en Duke. Liderado por el entrenador Jon Scheyer, el programa ofrece una cultura de disciplina, comunicación y excelencia. Scheyer no escatima elogios: “Cooper juega con intensidad, con pasión y lo más importante, es un gran compañero de equipo”.

Flagg también ha ganado un equilibrio saludable en su vida fuera de la cancha. Dejó los hábitos de distracciones nocturnas en el teléfono móvil —un consejo de sus compañeros mayores— e incorporó prácticas de recuperación muscular antes de cada entrenamiento. Su madurez no es común para un chico de 18 años.

Una familia que lo respalda en cada paso

Sus padres, Kelly y Ralph Flagg, se mudaron temporalmente a Carolina del Norte para estar cerca de su hijo durante la temporada, mientras su hermano gemelo Ace terminaba la preparatoria en Greensboro. “Tenerlos cerca ha sido importante para mantener los pies en la tierra”, admitió Cooper.

Durante las vacaciones de Navidad, Flagg volvió a casa unos días y entrenó intensamente con su padre y hermanos. Ese descanso le permitió recargar energías antes del segmento decisivo de la campaña. El impacto fue inmediato. En la Sweet 16 contra Arizona, anotó 30 puntos en una actuación memorable, que su entrenador calificó como “una de las mejores que haya presenciado”.

De la NCAA a la NBA: ¿el paso inevitable?

Todo apunta a que Flagg dará el salto al Draft de la NBA en unos meses. Aunque él todavía no lo ha confirmado, ya figura como el probable número uno global en la mayoría de las proyecciones de especialistas.

Su versatilidad encaja con la nueva era del baloncesto profesional: puede jugar como alero o ala-pívot, defiende múltiples posiciones, distribuye como un base y posee un tiro de tres cada vez más fiable. En un entorno NBA donde se valora la multifuncionalidad, Flagg lo tiene todo.

Pero por ahora, su enfoque está claramente en cerrar su temporada universitaria con broche de oro: un título nacional. “La NBA puede esperar. Primero, quiero disfrutar del momento con mis compañeros y terminar lo que empezamos”.

Un toque humano en medio de la fama

A pesar del revuelo mediático, Flagg mantiene una personalidad sencilla. Se refiere a las diferencias fuera de la cancha como “problemas menores”. ¿Ejemplo? Lo más urgente en sus planes después del juego no era una entrevista o un entrenamiento especial, sino conseguir una pistola de agua para una batalla de bromas entre compañeros en el vestuario tras el baño de hielo.

“Tengo que hacerlo. ¿Qué voy a hacer? ¿Estar desarmado?”, dijo con una sonrisa.

Ese equilibrio entre la seriedad dentro de la cancha y el disfrute fuera de ella marca la diferencia. Flagg no solo es una estrella en formación, es también un joven que aún se permite ser niño. Aunque esté camino al profesionalismo, sigue disfrutando del juego como cualquier otro adolescente apasionado.

Y quizás ahí radica la clave de su grandeza.

Cooper Flagg: un nombre para recordar

La historia de Cooper Flagg está apenas comenzando, pero sus páginas iniciales ya son impresionantes. Su paso por Duke será recordado como uno de los más impactantes de cualquier novato en la era moderna del baloncesto universitario.

Quizás su destino esté en la NBA, rodeado de luces, patrocinadores y rivales de élite. Pero su esencia —trabajo duro, mente centrada y espíritu competitivo— es lo que realmente lo hace especial.

El baloncesto tiene un nuevo nombre estelar, y es Cooper Flagg.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press