El futuro de los autos eléctricos en EE.UU.: ¿Qué está en juego con los aranceles de Trump?
Una mirada profunda al impacto económico y político de los nuevos aranceles sobre los vehículos eléctricos en Estados Unidos
En medio de una transición mundial hacia la descarbonización del transporte, el sector de los vehículos eléctricos (VE) en Estados Unidos enfrenta un fuerte revés impulsado por políticas proteccionistas impulsadas por la administración de Donald Trump. ¿Qué consecuencias tienen estos aranceles para la industria automotriz, los consumidores y el medio ambiente?
¿Dónde estamos en la adopción de vehículos eléctricos en EE.UU.?
En 2024, los vehículos eléctricos representaron aproximadamente el 8% de las ventas totales de automóviles nuevos en Estados Unidos, según datos de Motorintelligence.com. Aunque esto puede parecer modesto, refleja un crecimiento constante impulsado en parte por incentivos federales como los créditos fiscales implementados durante el mandato de Joe Biden.
Empresas como Tesla lideraron el mercado con una participación del 48%, aunque esta cifra ha ido cayendo con la entrada de competidores como Ford (7.5%), Chevrolet (5.2%) e Hyundai (4.7%), que han ido diversificando su oferta con precios más competitivos, según Kelley Blue Book.
¿Por qué los vehículos eléctricos son aún más caros?
A pesar del crecimiento, los VE siguen siendo más caros que sus equivalentes a gasolina. En promedio, un vehículo a gasolina nuevo se vendía por $48,039 en EE.UU., frente a los $55,273 de los eléctricos. Esta brecha, ya un problema, se ampliará con los aranceles impuestos a los componentes fabricados en el extranjero, especialmente de China.
Vanessa Miller, socia especializada en litigios del bufete Foley & Lardner, afirma que "los aranceles se suman a los costos de una transición que ya de por sí es volátil e incierta".
¿Por qué fabricar VE en EE.UU. es tan complicado?
Los créditos fiscales propuestos por la administración Biden incluían una cláusula que exigía a los fabricantes obtener una mayor proporción de los componentes de origen nacional o de países aliados.
Esto ha incentivado la construcción de una cadena de suministro interna que incluye fábricas como las de Tesla en Texas y el modelo Ford F-150 Lightning ensamblado en suelo estadounidense. Pero aún existe una alta dependencia de minerales críticos como el litio, el cobalto y el níquel, muchos de los cuales provienen de China, el principal proveedor global.
Por ejemplo, China controla aproximadamente el 77% de la capacidad mundial de refinamiento de litio y el 60% de la producción de celdas de batería de iones de litio, según la Agencia Internacional de Energía.
El golpe de los aranceles de Trump
Bajo la administración Trump, se han anunciado nuevos aranceles enfocados en componentes chinos usados en la fabricación de vehículos eléctricos. Esto encarece aún más un proceso que ya era financieramente exigente para los fabricantes y consumidores.
Además, muchos fabricantes se ven ahora obligados a frenar o reevaluar sus planes de electrificación en EE.UU. Empresas como General Motors y Ford han comenzado a recortar la producción planificada de modelos VE debido a la falta de demanda y el alza de costos.
"Estos fabricantes han invertido una cantidad significativa en electrificación, y probablemente sería aún más costoso abandonar por completo esos planes que mantener un nivel reducido de producción", comenta Karl Brauer de iSeeCars.com.
Efecto sobre los precios y el inventario de VE
Con mayores costos de producción y menos apoyo gubernamental, los precios seguirán altos. Esto podría forzar a muchos consumidores hacia el mercado de vehículos usados, el cual también comienza a experimentar una escasez de opciones eléctricas.
Albert Gore, director ejecutivo de la Zero Emission Transportation Association, advirtió que "los aranceles imponen incertidumbre y riesgo sobre una industria que está generando empleos y nuevas oportunidades económicas en comunidades de todo el país."
Desmantelamiento de las políticas de electrificación bajo Trump
Durante su campaña electoral y su regreso al poder, Trump dejó claro su rechazo a lo que él llama el "mandato EV" de Biden. Aunque las políticas previas no obligaban a producir ni comprar VE, sí ofrecían incentivos para ello, con la meta de que el 50% de todas las ventas en 2035 fueran eléctricas.
Con su regreso, Trump derogó esa meta y ordenó la reevaluación de los estándares de emisiones y eficiencia establecidos por la Agencia de Protección Ambiental (EPA) y la Administración Nacional de Seguridad del Tráfico en las Carreteras (NHTSA). Esto hace menos probable que las automotrices inviertan en modelos más limpios.
Impacto ambiental y económico a largo plazo
Recular en la electrificación automotriz tiene consecuencias ambientales serias. El sector transporte representa aproximadamente el 29% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero en EE.UU., según la EPA.
Además, muchos expertos advierten que frenar los planes de electrificación también podría traducirse en una pérdida de liderazgo económico ante competidores como China y la Unión Europea, quienes están invirtiendo agresivamente en infraestructuras de carga y producción nacional de baterías.
La contradicción de la política proteccionista energética
Trump justifica sus políticas como medidas para proteger la industria nacional. Sin embargo, muchos de los proveedores que ahora enfrentarán aranceles han invertido miles de millones en fábricas dentro de EE.UU., con la idea de acercarse al consumidor estadounidense.
"Estos aranceles castigan no solo a China, sino también a aliados estratégicos e inversionistas extranjeros que han apostado por la producción local", enfatiza Gore.
¿Hay alternativas para la industria VE?
Para sobrevivir, la industria podría priorizar las siguientes estrategias:
- Mayor integración vertical: Empresas como Tesla buscan producir internamente desde baterías hasta software para reducir dependencia externa.
- Alianzas con países aliados: Buscar cadenas de suministro en Canadá, México o la Unión Europea.
- Inversión en reciclaje de baterías: Para reducir la demanda de materiales importados.
Pero estas soluciones requieren tiempo y colaboración con gobiernos comprometidos, algo incierto bajo políticas como las actuales.
Mirada al futuro: ¿cuál es el camino más sensato?
Sin una política de apoyo coherente, EE.UU. corre el riesgo de perder su competitividad tecnológica y debilitar su lucha contra el cambio climático. Como señala el experto automotriz Sandy Munro, “No puedes construir un castillo sobre cimientos que cambian cada cuatro años”.
El éxito de la transición energética en EE.UU. no puede depender sólo del mercado, sino de una visión estratégica de largo plazo que combine política industrial, innovación y sostenibilidad.
Mientras tanto, el consumidor estadounidense sigue atrapado entre ideales ecológicos, barreras económicas y un tablero político cada vez más polarizado.