El legado eterno de Luis Tiant: una leyenda en el corazón de los Red Sox
A 50 años del inolvidable 1975, Boston rinde homenaje a El Tiante, recordando su impacto dentro y fuera del diamante
Una ceremonia cargada de emoción
El béisbol tiene esa magia imperecedera de conectar generaciones. No es solo el juego; son las historias, los gestos, los recuerdos imborrables. Y eso fue exactamente lo que ocurrió en el Fenway Park el pasado 4 de abril, cuando los Boston Red Sox celebraron el 50º aniversario del equipo que conquistó el banderín de la Liga Americana en 1975. Aunque faltaban algunos protagonistas, una silueta ausente se erigió como la más sentida de todas: Luis Tiant, mejor conocido como “El Tiante”.
Tiant falleció en octubre de 2024 a los 83 años, dejando atrás no solo estadísticas memorables, sino también un legado imborrable en la cultura de Boston y del béisbol en general. Durante la ceremonia, una pancarta con un corazón y su apodo ondeó sobre una torre de luces sobre el “Green Monster”, y se dedicó un momento solemne para recordar a aquellos exjugadores de los Red Sox fallecidos desde la última temporada, entre ellos Tiant.
Luis Tiant: un icono dentro y fuera del montículo
Más allá de su famosa y poco ortodoxa mecánica de lanzamiento, lo que separó a Tiant del común de los pitchers fue su carisma y liderazgo. Con una carrera de 229 victorias, 2.416 ponches y una efectividad de 3.30 en 19 temporadas, Tiant fue triple All-Star y lideró la Liga Americana dos veces en efectividad (1.60 en 1968 y 2.04 en 1972).
Pero Tiant fue mucho más que números. Como contó Dwight Evans, quien compartió siete temporadas con él, “Su amor por la gente era algo que lo definía”. Su legado se amplió tras su retiro, al convertirse en embajador de los Red Sox durante décadas, formando parte del presente del equipo aún desde el papel de mentor y figura admirada por múltiples generaciones.
La historia detrás de una leyenda cubana
Nacido en Marianao, Cuba, en 1940, Tiant vino de una familia profundamente ligada al béisbol. Su padre, Luis Tiant Sr., fue una estrella en las Ligas Negras. La influencia paterna lo marcó, y tras jugar en México y en las menores en Estados Unidos, debutó en la MLB con los Cleveland Indians en 1964.
En 1968 vivió su breakout year: con Cleveland, consiguió una efectividad de 1.60 y lideró las mayores en blanqueadas. Sin embargo, tras una lesión en 1970, muchos pensaron que su carrera terminaría ahí. Fue Boston quien apostó por él, y vaya que tuvieron razón.
1975 y el hito del amor eterno con Boston
La temporada de 1975 fue la consolidación de una relación mágica entre Luis Tiant y los fanáticos de los Red Sox. Aunque terminó con una marca “humilde” de 18-14 y una ERA de 4.02, fue esencial en la postemporada. En la Serie de Campeonato de la Liga Americana barrió a los Athletics, y en la inolvidable Serie Mundial contra los Cincinnati Reds, Tiant lanzó dos partidos estelares, incluido un juego completo en el primer encuentro y otra actuación de 163 lanzamientos en el cuarto juego. Sin él, esa serie no habría llegado a 7 juegos.
Su estilo, que incluía giros casi teatrales de espaldas al bateador en su windup, desconcertaba a los oponentes y encantaba a los fanáticos. Fred Lynn, novato aquel año y MVP de la liga, recuerda haber pensado desde el jardín central: “No quisiera batear contra él, especialmente siendo derecho”.
Más allá del uniforme: su huella en la cultura de Boston
Luis Tiant no solo fue una figura dentro del diamante. Su historia, marcada por la separación forzada de su familia durante décadas por el régimen cubano, conmovió profundamente. Recién pudo reencontrarse con sus padres en Estados Unidos en 1975, gracias a una visita humanitaria, después de 15 años sin verlos. La escena de Tiant abrazando a sus padres en Fenway Park fue un momento que conmovió a una nación entera.
Tras su retiro, dedicó gran parte de su vida a enseñar, a transmitir amor por el juego y a representar a los Red Sox con elegancia y orgullo. Así lo recordó Sam Kennedy, presidente del club: “Él representaba lo que significa ponerse ese uniforme. Lo valoraba cada día, y nosotros valoramos haberlo tenido con nosotros”.
Un legado que vive en cada rincón del Fenway
Durante la ceremonia del pasado viernes, Carl Yastrzemski lanzó la primera bola, una conexión simbólica entre leyendas. Bill “Spaceman” Lee y Jim Rice también dijeron presente. Pero fue ese murmullo emocionante cuando se mencionó a Tiant lo que reflejó el respeto eterno que se ganó.
Durante ese festejo, pudo verse en el estadio el bate con el que Carlton Fisk conectó su histórico jonrón del juego 6 en la Serie Mundial del ’75. Curiosamente, era un bate corto y ligero que Fisk le había tomado prestado a Rick Burleson. Ese tipo de recuerdos, mezclados con la figura de Tiant, ayudan a crear una narrativa rica y vívida sobre una época gloriosa que no ganó el trofeo, pero conquistó el alma de los aficionados.
Luis Tiant, el eterno maestro
Alex Cora, actual mánager de Boston, lo explicó mejor que nadie: “Siempre les enseñaba a los jugadores cómo eran las cosas antes… y lo que significaba ser parte de los Red Sox. Siempre con una sonrisa”.
Tiant fue ese tipo de mentor: entrañable, directo y con sentido del humor. “No le hablaría a mis hijos así, pero a él se lo permitíamos”, dijo Cora entre risas, rememorando la forma desenfadada pero sabia con la que Tiant se dirigía a los jóvenes peloteros.
Esas enseñanzas, cargadas de humanidad, alegría y respeto por la historia del juego, son imposibles de medir, pero infinitamente valiosas. Por eso, en cada curva del Fenway, en cada porro de puro cubano y en cada giro fantasmal de lanzador que alguno imite en campamentos primaverales, vivirá el recuerdo del incomparable El Tiante.
Una estatua viviente de la pasión por el béisbol
Hay quienes aseguran que Luis Tiant merecía estar en el Salón de la Fama de Cooperstown. Con números comparables a pitchers legendarios como Jim Bunning o Don Drysdale, y una influencia cultural incluso superior, hay un debate vivaz en torno a su exclusión.
Para Boston, sin embargo, Luis Tiant ya es parte inmortal del templo. No necesita placa. Está en la memoria colectiva, en el aroma de puro en el túnel de vestuarios, en aquella postal de 1975, en su andar elegante y su sonrisa permanente.
Como dijo Dwight Evans: “Todos lo extrañamos”. Y eso lo resume todo. El Fenway no volverá a ver un El Tiante, porque solo hubo, y habrá, uno. Leyenda. Ídolo. Humano. Red Sox por siempre.