Haití en el abismo: cómo el retiro de ayuda estadounidense agrava una crisis humanitaria sin precedentes
Miles de familias haitianas han perdido el acceso a salud, semillas y préstamos ante el desmantelamiento de la Fundación Interamericana por orden de la administración Trump
“Estamos abandonados”: El golpe silencioso de EE.UU. a Haití
En medio del caos, la miseria y una creciente ola de violencia, los haitianos acaban de recibir otro golpe que, aunque no resonó en los titulares internacionales, tendrá repercusiones devastadoras: la administración de Donald Trump inició el desmantelamiento de la Fundación Interamericana (IAF, por sus siglas en inglés), un organismo autónomo de EE.UU. que canalizaba recursos esenciales a comunidades vulnerables en América Latina y el Caribe, con un impacto particular en Haití.
Según un informe reciente de Church World Service, organización humanitaria con sede en EE.UU., la IAF tenía en curso 27 subvenciones activas en Haití por más de 10 millones de dólares, con un alcance estimado de cerca de 82,000 personas. Estas ayudas se concentraban en semillas, préstamos rurales, acceso a atención médica básica y proyectos de desarrollo comunitario.
El inicio de una tormenta perfecta
"Recortar estos programas, especialmente de esta manera, es cruel", declaró Joel Malebranche, director de programas internacionales de Church World Service. La decisión ha sido catalogada como un acto de negligencia deliberada por parte de un gobierno que en reiteradas ocasiones ha ignorado la fragilidad crónica de Haití. Según el documento, cerca de 500 a 600 haitianos han sido privados mensualmente de atención médica, y unos 14,500 han perdido el acceso a semillas, herramientas y servicios esenciales.
La situación se agrava en el contexto de una crisis multidimensional en Haití: más del 50% de su población —alrededor de 5.5 millones— vive en niveles severos de inseguridad alimentaria, según datos de la ONU.
¿Qué es la Fundación Interamericana y por qué es clave para Haití?
La Fundación Interamericana nació en 1969 como una agencia independiente del gobierno de EE.UU., destinada a fomentar el fortalecimiento social e institucional de comunidades de América Latina y el Caribe. La diferencia esencial entre la IAF y otras formas de ayuda radica en la metodología: focaliza recursos en organizaciones comunitarias pequeñas, muchas veces fuera del alcance de grandes ONGs o entidades multilaterales.
En Haití, esto significaba financiar cooperativas de agricultores, redes de salud rural, microempresas rurales (con especial foco en mujeres) y proyectos de mejora del agua. En un país sin un estado funcional y donde el 85% de Puerto Príncipe está bajo el control de bandas armadas, estos pequeños focos de autonomía comunitaria eran, literalmente, zonas de esperanza.
Semillas que no se sembrarán, vidas que no se salvarán
El informe indica una caída del 40% en los préstamos disponibles para comunidades agrícolas, lo cual tiene implicaciones directas en la producción de alimentos justo en el inicio de la temporada de siembras. Al carecer de semillas, herramientas y microcréditos, miles de agricultores rurales podrían verse forzados a abandonar sus cultivos, lo que generaría una reducción drástica en la disponibilidad de alimentos a nivel nacional.
Es un círculo vicioso que ya ha comenzado a cobrarse vidas. Según estimaciones, más de 230 trabajadores haitianos han sido despedidos directamente por la pérdida de fondos de la IAF, y al menos 17 organizaciones han cerrado totalmente sus operaciones.
Además, muchos de los centros de salud apoyados por estos fondos atendían pacientes con enfermedades crónicas, mujeres embarazadas y personas con urgencias médicas, lo que eleva el riesgo de muertes evitables.
Haití: Una nación atrapada entre bandas y promesas rotas
A todo esto se suma una devastadora crisis de seguridad. De acuerdo con cifras de Naciones Unidas, más de 4,200 personas fueron asesinadas y 1,300 resultaron heridas entre julio y febrero en Haití. El país está esencialmente paralizado: no hay vuelos comerciales saliendo o llegando al aeropuerto internacional principal en Puerto Príncipe debido a la violencia. La FAA estadounidense ha extendido la prohibición de vuelos a Haití hasta septiembre de 2024.
La violencia no es el único obstáculo. La retirada de agencias como USAID también deja un agujero profundo en muchas comunidades. Según Alex Morse, representante regional adjunto para América Latina y el Caribe en Church World Service, aunque una orden judicial suspendió por ahora el cierre oficial de la IAF, “lo que hemos visto en otras ocasiones es que aunque se restaura el programa, no se desembolsan los fondos”.
¿Por qué sucede esto ahora?
El Gobierno de Trump comenzó a “reorganizar” la Fundación Interamericana como parte de su política de reducción drástica del gasto en ayuda exterior. A pesar de ser autónoma, la IAF depende del Congreso para su presupuesto, y la Casa Blanca aprovechó vacíos administrativos para recortar personal clave y congelar operaciones cruciales. El objetivo: centralizar la ayuda exterior bajo el Departamento de Estado y “alinearla” con otros intereses estratégicos.
Sin embargo, múltiples expertos aseguran que este tipo de concentraciones eliminan programas que precisamente funcionan gracias a su independencia burocrática y su vínculo directo con comunidades locales.
La ayuda que llega… con condiciones y sospechas
Mientras EE.UU. reduce su apoyo comunitario, países como China y Rusia aumentan su presencia en la región ofreciendo acuerdos económicos y, en algunos casos, “apoyo humanitario” con condiciones políticas. Al mismo tiempo, gobiernos vecinos y ONGs buscan formas de responder ante la crisis, pero carecen de la capilaridad institucional que ofrecía la IAF.
Este vacío también vuelve a abrir el debate sobre la dependencia estructural de Haití en la ayuda internacional. Pero como argumentan muchos analistas, Haití no necesita menos ayuda, sino mejor ayuda, más sostenida y centrada en el desarrollo local. Y en ese sentido, organismos como la IAF eran de las pocas herramientas efectivas.
Como recordó el informe, más de 2 millones de haitianos están al borde de la hambruna. Cortar programas de alimentación justo antes del ciclo agrícola podría significar que esas cifras se doblen en cuestión de meses.
“No hay alternativa para muchas de estas familias”, advierte Morse. Dejar de sembrar hoy puede significar enterrar a más niños mañana.
¿Quo Vadis, Haití?
Nos encontramos con un escenario desolador: gobierno fallido, violencia en aumento, falta de acceso a salud, migraciones forzadas, y ahora negligencia internacional. Haití se desangra lentamente mientras se le cierran las puertas una tras otra. La comunidad internacional, especialmente quienes tienen el poder financiero y político para actuar, debe replantearse urgentemente su papel.
Si no se toman medidas concretas para restaurar y ampliar estos programas de ayuda, el precio no será solo económico o político. Será humano. Se medirá en vidas perdidas.
Y si bien es cierto que Haití necesita reformas internas profundas, estas no se pueden emprender cuando se eliminan las pocas herramientas locales que realmente funcionaban.