Siria y la recomposición del poder: ¿Renacer del estado central o nuevo pacto con los kurdos?
La retirada kurda de Alepo marca un episodio clave en el rediseño de poder tras años de guerra civil
Después de 14 años de conflicto armado, Siria comienza a dar pasos hacia una reconfiguración política y territorial con implicaciones históricas para su unidad nacional. Uno de los eventos más significativos de este proceso se dio en Alepo: la retirada de combatientes kurdos de los barrios Sheikh Maksoud y Achrafieh, controlados durante más de una década por las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), respaldadas por Estados Unidos, marca no solo una derrota simbólica para algunos sectores armados, sino una posible consolidación del poder del estado central en Damasco.
Una ciudad emblemática en disputa
Alepo ha sido una de las ciudades más golpeadas por el conflicto sirio, que estalló en marzo de 2011 cuando las protestas por reformas democráticas se convirtieron rápidamente en una guerra interna que atrajo a múltiples actores locales e internacionales. Durante años, combatientes de distintas facciones, incluyendo el régimen de Bashar al-Assad, rebeldes islámicos, la oposición moderada, fuerzas rusas, estadounidenses y grupos kurdos, disputaron calle por calle esta medular ciudad del norte del país.
Desde 2015, los barrios kurdos Sheikh Maksoud y Achrafieh fueron controlados por las FDS, una coalición liderada por milicias kurdas y compuesta también por grupos árabes y cristianos. Sin embargo, en un sorpresivo giro político, los combatientes comenzaron su retirada el pasado viernes tras un acuerdo con el gobierno interino de Siria, lo que marca un posible camino hacia la centralización de poder en manos de Damasco.
¿Qué hay detrás del acuerdo?
El pacto previo, alcanzado en marzo, representa un cambio de rumbo significativo. Los kurdos – quienes representan cerca del 10% de la población siria pre-guerra – habían sido históricamente marginados por el régimen de Assad, muchos de ellos privados incluso de la ciudadanía y derechos básicos como la enseñanza de su idioma.
Con la caída del régimen en 2023 y el ascenso del presidente interino Ahmad al-Sharaa, se ha iniciado un proceso de diálogo nacional en el cual las minorías – en especial los kurdos – han ganado un papel más relevante. El nuevo acuerdo promete derechos constitucionales para los kurdos: desde el uso y enseñanza de su lengua, hasta la administración descentralizada de sus regiones.
En palabras de Ahmad Fadel, analista político sirio-kurdo radicado en Alemania: “Este es un avance inédito; por primera vez en la historia de Siria, se abre la puerta a un modelo que reconoce la pluralidad étnica y apela a la convivencia federativa.”
El rol de EE.UU. y el retroceso táctico
Durante casi toda la guerra, las FDS actuaron como la “bota en el terreno” de Estados Unidos. Desde 2014, combatieron codo a codo con fuerzas especiales estadounidenses contra el Estado Islámico y otros grupos islamistas radicales. Se estima que cerca de 30.000 combatientes kurdos conformaban el núcleo fuerte de las FDS en el noreste sirio, controlando cerca del 25% del territorio nacional.
Sin embargo, el mandato estadounidense sobre las milicias ha disminuido tras el cambio de administración en Washington y la reconfiguración de prioridades geoestratégicas en la región. La atención de EE.UU. gira hoy más hacia el Indo-Pacífico, y las alianzas con actores no estatales como los kurdos se reevalúan en clave de estabilidad regional.
Este repliegue ha facilitado que sectores del gobierno sirio encuentren puntos de acuerdo con las autoridades kurdas. El movimiento de las FDS se puede leer de dos formas: o como un retroceso táctico que les evita un enfrentamiento con Damasco, o como una estrategia de integración política a cambio de garantías claras.
¿Y qué gana el gobierno central?
El presidente interino Ahmad al-Sharaa persigue un objetivo claro: reconstituir el control del territorio nacional bajo el paraguas de la cooperación multiétnica, legitimando así su gobierno post-Assad ante la comunidad internacional. Recuperar Alepo, aunque sea por vía política, tiene un alto valor simbólico y estratégico. La ciudad tiene más de dos millones de habitantes y un peso económico clave, al haber sido tradicionalmente el centro industrial del país.
Además, el retorno de la administración central a zonas kurdas refuerza el argumento de que Siria ha entrado en una nueva etapa post-Guerra Civil. Según Rami Abdulrahman, del Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, con sede en Reino Unido: “Los barrios recuperados en Alepo podrían funcionar como modelo para otras zonas administradas por grupos no estatales. La cooperación política podría reemplazar el conflicto armado.”
Un futuro constitucional prometido
Uno de los puntos más llamativos del acuerdo alcanzado es la promesa de una reforma constitucional que garantice derechos a las minorías – sobre todo a los kurdos –. Esto incluye no solo el uso de su lengua en espacios oficiales y educación, sino también la posibilidad de implementar un modelo federalizado o “descentralizado”, similar al modelo iraquí para el Kurdistán.
Durante décadas, la población kurda en Siria sufrió medidas de represión y asimilación forzada por parte del régimen de Hafez y Bashar al-Assad. Cientos de miles fueron privados de ciudadanía tras un censo en 1962, sin acceso a educación, residencia ni derechos civiles. Solo tras la guerra, las regiones kurdas obtuvieron un espacio territorial donde administrar sus propios asuntos. Lograr ahora reconocimiento legal y constitucional es una victoria que muchos en la comunidad ven con esperanza.
Los desafíos que quedan
Sin embargo, los obstáculos son múltiples. El proceso de reconciliación nacional no está exento de tensiones. Algunos sectores del Ejército sirio, así como milicias alineadas a Irán, han cuestionado los acercamientos al bloque kurdo. Asimismo, Turquía – constantemente crítica del auge kurdo en Siria – podría presionar diplomáticamente o activar a facciones opositoras dentro del país.
A esto se suma el desafío de implementar reformas en un país devastado por la guerra, con más de 13 millones de desplazados y una infraestructura económica destrozada. La reconstrucción política debe ir acompañada de un proceso de justicia transicional y reconstrucción social, para evitar que las heridas del conflicto vuelvan a abrirse.
¿Un nuevo modelo para Medio Oriente?
Más allá de sus fronteras, Siria puede convertirse en un caso simbólico de resolución multilateral de conflictos. En palabras del académico francés Gilles Dorronsoro: “Si el proyecto kurdo-sirio logra insertarse dentro de una estructura de estado que respete derechos sin fracturar la unidad nacional, podría tener ecos en otras zonas multiculturales del Medio Oriente.”
Por primera vez en años, los kurdos no buscan independencia, sino una fórmula de coexistencia dentro de Siria. El paso que dieron en Alepo, por más simbólico que parezca, puede ser el comienzo de una nueva era de acuerdos, reformas y recuperación tras años de dolor.