Francisco vs. los Tradicionalistas: Una Guerra Silenciosa en el Corazón del Vaticano
Entre críticas feroces y reformas históricas, el pontificado de Francisco dejó una Iglesia dividida pero transformada
El pontificado de Francisco, el primer papa latinoamericano en la historia de la Iglesia católica, no solo pasará a la historia por su enfoque pastoral humanista y reformista, sino por haber desatado una de las oposiciones más feroces que haya enfrentado un pontífice moderno. Desde campañas digitales hasta sabotajes públicos, sus críticos, especialmente del ala conservadora y tradicionalista, pelearon con uñas y dientes cada uno de sus pasos reformistas.
El Papa que desafió a la tradición
Cuando Jorge Mario Bergoglio fue elegido sumo pontífice en 2013, el mundo católico contuvo el aliento. Proveniente del “fin del mundo”, como él dijo humorísticamente, Francisco dejó claro desde su primer día que no sería un papa igual a sus predecesores. El hecho de que no usara la tradicional capa roja de armiño en su aparición inaugural en el balcón de San Pedro marcó el inicio simbólico de su estilo diferente.
No tardaron en llegar las críticas. En sus primeros meses ya fue tildado de “El Papa dictador” por sectores conservadores, quienes acusaban una gestión autoritaria bajo el disfraz de humildad. Uno de los momentos más simbólicos ocurrió en 2019, cuando un hombre ingresó a una iglesia en Roma y arrojó al río Tíber tres estatuas indígenas, protestando contra lo que denominó “idolatría pagana”, en referencia al Sínodo de la Amazonia y la inclusión de símbolos originarios.
Francisco frente a la montaña conservadora
No es que los papas anteriores no hayan tenido opositores. Pero la oposición a Francisco fue particularmente ruidosa y articulada, con figuras como los cardenales Raymond Burke o Joseph Zen, y publicaciones conservadoras católicas criticando abiertamente su liderazgo. Incluso se llegó a afirmar que querían verlo muerto.
En 2016, cuando Francisco insinuó que los divorciados vueltos a casar podían recibir la comunión en ciertas circunstancias, emitió la bomba “Amoris Laetitia”. Esto provocó que cuatro influyentes cardenales presentaran los famosos “dubia”, cinco preguntas formales al papa en las que le pedían clarificar su posición. Francisco eligió el silencio como respuesta.
La sombra de Benedicto
Un factor diferencial que exacerbó la crisis fue la presencia de Benedicto XVI como Papa emérito. Nunca antes en la era moderna había coexistido un papa reinante con uno retirado. Aunque Benedicto guardó (casi siempre) un bajo perfil, su sola figura inspiraba a los críticos de Francisco.
En 2020, un libro en defensa del celibato sacerdotal fue firmado originalmente por el Papa emérito y el Cardenal Robert Sarah justo cuando Francisco debatía ordenar hombres casados para el Amazonas. Aunque Benedicto pidió quitar su nombre como coautor, el daño ya estaba hecho.
La Misa Tridentina: el punto de no retorno
Probablemente uno de los pasos más incendiarios fue la restricción impuesta por Francisco en 2021 a la celebración del rito tridentino, es decir, la misa en latín pre-conciliar. Esto revirtió una de las decisiones emblemáticas de Benedicto XVI, quien había permitido su ampliación en 2007.
La respuesta fue rabiosa: el blog conservador Rorate Caeli tuiteó furiosamente: “Francis HATES Tradition. Francis WILL DIE, THE LATIN MASS WILL LIVE FOREVER.” Un claro ejemplo de cómo algunos sectores habían dejado incluso de reconocer al papa como su líder espiritual legítimo.
Diplomacia con China y rupturas internas
El acuerdo que firmó el Vaticano con Pekín en 2018 sobre el nombramiento de obispos puso al Papa contra una parte de la Iglesia china clandestina. El Cardenal Joseph Zen lo acusó abiertamente de traicionar a los católicos perseguidos en China. Pese a eso, Francisco lo recibió en audiencia y lo llamó una “alma tierna”.
Este gesto es ilustrativo del estilo de liderazgo de Francisco. Prefirió la misericordia antes que el dogma. Como él mismo dijo: “Prefiero una Iglesia que se ensucie por salir a la calle, antes que una que se enferme por encerrarse en sí misma”.
Un campo de batalla sin armas... visibles
La resistencia a Francisco fue política, ideológica, espiritual y, muchas veces, subterránea. Las críticas fueron alimentadas por medios estadounidenses como EWTN, blogs y cuentas en redes sociales con campañas organizadas para desacreditar su figura. Incluso el exnuncio en Washington, Carlo Maria Viganò, exigió públicamente su renuncia por supuestamente ocultar abusos de Theodore McCarrick.
Sin embargo, Viganò fue desestimado tras abrazar teorías conspirativas contra las vacunas y negar la autoridad del papa. En 2024, fue excomulgado por cisma.
La estrategia de Francisco: desgaste por persistencia
Francisco no se quedó de brazos cruzados. A través de nombramientos clave, especialmente cardinales de Asia, África y América Latina, fue construyendo un colegio cardenalicio menos europeo y más plural. Así aseguraba que su sucesor probablemente seguiría su línea pastoral.
Además, eliminó privilegios económicos a cardenales disidentes, como Raymond Burke, y terminó exiliando al arzobispo Georg Gaenswein tras el escándalo de su libro “Nada más que la verdad”, donde criticaba abiertamente al pontífice. Aunque parece haber perdido amigos con su estilo, nadie puede acusarlo de cobardía.
Del sínodo amazónico al campo hospitalario
Un momento paradigmático fue el Sínodo de la Amazonia, donde Francisco permitió la participación activa de indígenas, incluyendo mujeres, y fomentó un enfoque pastoral territorializado. A pesar de las protestas por los símbolos indígenas exhibidos, el papa mantuvo su presencia firme.
El biógrafo papal Austen Ivereigh recordaría este momento como definitorio: “Allí estaba él, el pastor entre su pueblo, caminando junto a ellos. Eso lo resume”, dijo ante la visión de Francisco marchando con representantes amazónicos en el Vaticano.
Una herencia incómoda e inevitable
La pregunta ahora es: ¿qué tipo de papa sucederá a Francisco? ¿Un restaurador conservador o un continuador de su visión pastoral? Los movimientos ya están en marcha. El Colegio Cardenalicio, muchos de cuyos miembros fueron nombrados por Francisco, tendrá la última palabra.
Mientras tanto, el legado de Francisco será debatido por décadas. Ha sido amado por los márgenes y vilipendiado por los guardianes de la ortodoxia, pero nunca ignorado. Parafraseando al propio pontífice: “Prefiero una iglesia accidentada por salir que enferma por encerrarse”.