El campo fantasma: cómo la desesperanza está impulsando el auge de la ultraderecha en Rumanía

Entre la nostalgia del comunismo y las promesas incumplidas de la democracia, zonas rurales de Rumanía depositan su fe política en figuras ultranacionalistas

Un país partido en dos: el éxodo interno de Rumanía

En el corazón de Transilvania, un rincón de Europa pintoresco y cargado de historia, la realidad choca con el romanticismo rural. Zonas como Saschiz, en el condado de Mureș, son testigos de una migración interna silenciosa que está vaciando pueblos y dividiendo generaciones.

Según Eurostat, más del 45% de los rumanos viven en áreas rurales. Sin embargo, la mayoría de los jóvenes de estas regiones han abandonado sus hogares en busca de oportunidades en el extranjero. La falta de empleos, escuelas de calidad o infraestructura básica es una constante en la Rumanía rural.

"Solo veo a mis cuatro hijos dos veces al año. Todos están fuera del país", comenta Zoica Roth, una agricultora de 83 años. Como ella, miles de ancianos lidian con la soledad del abandono generacional.

La nostalgia del comunismo y el rechazo al presente

Roth no es la única que mira el pasado con melancolía. "Durante el comunismo teníamos trabajo, fábricas, estabilidad", afirma. Aunque el régimen de Ceaușescu fue represivo, muchas personas mayores lo recuerdan con cierta positividad, al contrastarlo con el actual sistema democrático al que señalan por corrupción, desigualdad y abandono estatal.

El umbral de pobreza en zonas rurales es un claro ejemplo de esta discriminación social. Aproximadamente el 45% de los habitantes rurales están en riesgo de pobreza o exclusión social, una cifra alarmante frente al 19% en ciudad, según Eurostat.

Un vacío político que llena la ultraderecha

En este contexto, figuras como Calin Georgescu —ex favorito en las presidenciales de 2023 e inhabilitado desde entonces— emergen como salvadores nacionales, sobre todo en las urnas del campo. En su momento, Georgescu obtuvo 43% del voto de la diáspora y arrasó en muchas comunidades rurales con mensajes de patriotismo, soberanía alimentaria y fe.

"Era un hombre con corazón, de los pocos que hablaban de Dios sin vergüenza", dijo una vecina en Florești, un pueblo moldeado por la iglesia ortodoxa y la vida agrícola. La espiritualidad se ha entrelazado con lo político, creando una peligrosa mezcla donde los valores religiosos son explotados con fines ideológicos.

AUR: la nueva cara de la derecha radical

Tras la caída de Georgescu, muchos de sus votantes han migrado hacia el partido AUR (Alianza por la Unión de los Rumanos). Fundado en 2019, este movimiento ultranacionalista ha duplicado su apoyo gracias a su defensa de "familia, nación, fe y libertad".

George Simion, su líder actual, ha calado profundo en el campo. Un sondeo reciente estima que podría avanzar al balotaje del 18 de mayo. Su retórica antieuropea y su exaltación del "orgullo rumano" conectan muy bien con una sociedad que se siente abandonada por las élites urbanas y las políticas de Bruselas.

Juventud desarraigada e hiperpolitizada

Para jóvenes como Alexandra Todea, de 23 años, empleada en una fábrica de conservas de Saschiz, la política ha dejado de ser una abstracción. "Voté por Georgescu porque veía el potencial del campo. Nadie invierte aquí, nadie cree en nosotros", cuenta.

Ella expresa una decepción profunda por la anulación de las elecciones: "Siento que me robaron el voto". Su colega, Aliz Alamorean, de la misma edad, regresó recientemente a Rumanía tras haber vivido desde los cinco años en España. Aunque lo intenta, duda en quedarse si la situación no cambia: “Si veo que esto no mejora, haré las maletas de nuevo”.

La falta de alternativas reales ha llevado a los jóvenes a escoger entre regresar o aceptar su exilio económico. Mientras tanto, dentro del país crece un malestar que está llevando a mayor radicalización electoral.

Elecciones entre la fe y la desconfianza

La reciente repetición de las presidenciales dejó un sabor amargo. Las voces como las de Monica Rosalea —madre trabajadora que divide su tiempo entre Alemania y su granja en Saschiz— reflejan el sentir popular: “Todos los candidatos son lo mismo, más de lo mismo”. Esa desconfianza hacia el sistema político está directamente conectada con la desconexión de Bucarest con el mundo agrícola.

La abstención es elevada entre quienes creen que su vida no depende del Parlamento. Sin embargo, aquellos que votan lo hacen con fuerza, respaldando figuras antisistema.

Religión como refugio y catalizador político

En un país donde la Iglesia Ortodoxa concentra una confianza institucional superior al 70%, su influencia en el voto es indudable. Políticos como Georgescu o Simion recurren a este simbolismo como conexión directa con el alma nacional, especialmente en pueblos donde el cura es aún una voz de autoridad.

"Solo la fe nos puede unir", dice Liliana Cosurean, mientras ofrece mermelada casera a sus visitantes. Pese a no considerar votar, lamenta la polarización: "El país parece dividido irremediablemente".

El precio del abandono: pobreza, abstención y radicalización

Las estadísticas confirman lo que se palpa en los testimonios: en 2023, la tasa de empleo en áreas rurales fue la más baja de toda la UE, con solo el 61% de personas en edad laboral activas. Esta situación perpetúa un círculo vicioso de pobreza, migración y desestructuración familiar.

Esto impacta directo en la estabilidad democrática. El auge de AUR y de personajes como Georgescu responde a una necesidad de representación que las élites tradicionales han ignorado sistemáticamente.

¿Qué futuro espera a la Rumanía rural?

Si no hay inversión sostenida, políticas de desarrollo regional y un discurso inclusivo que reconozca las particularidades del campo, el camino hacia el extremismo se consolidará aún más.

La ruptura generacional, el desencanto sistemático y la mala gestión democrática han dejado vacíos que hoy la ultraderecha se encarga de ocupar, envolviéndolos con promesas de esperanza, aunque sin garantías para cumplirlas.

"No pedimos lujo, solo dignidad", dice Todea. Sus palabras resumen el grito mudo de muchas comunidades rurales de Europa del Este que, entre la fe, los campos desiertos y el recuerdo de un pasado imperfecto, optan por lo radical cuando la moderación los niega.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press