La embestida silenciosa: Trump y la desmantelación de la USAID como símbolo de su nueva política exterior

La remoción del memorial de funcionarios caídos y el cierre de la agencia marcan un giro histórico en la diplomacia estadounidense bajo el segundo mandato de Trump

Una decisión que trasciende ladrillos y mármol

Uno de los primeros gestos simbólicos —y contundentes— del segundo mandato de Donald Trump fue dar un cerrojazo casi total a la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Fundada en los años 60 por el presidente John F. Kennedy, esta organización representaba uno de los emblemas del poder blando estadounidense, un brazo extendido en política exterior para llevar desarrollo económico, asistencia humanitaria y cooperación institucional a decenas de países en conflicto o con necesidades urgentes.

Sin embargo, en los primeros días de gobierno de Trump 2.0, la demolición fue rápida: insignias retiradas, edificios desocupados y una medida quizás aún más simbólica: la remoción del muro conmemorativo con los nombres de 99 trabajadores fallecidos en misión, sin información certera sobre su destino final. Todo esto bajo la dirección conjunta del presidente y su aliado, Elon Musk, desde el recién creado Departamento de Eficiencia Gubernamental.

Musk, Trump y la “eficiencia” como justificación

Desde su campaña previa a este segundo mandato, Trump había criticado profundamente a USAID, calificándola de “instrumento burocrático ineficiente” y “contraria al interés estadounidense”. Musk, por su parte, defendió argumentos similares en sus apariciones públicas y redes sociales, afirmando: “¿Por qué subvencionar la corrupción global cuando hay puentes rotos en Ohio?”

El nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental no solo propone recortar gastos, sino eliminar cualquier rastro de instituciones que no encajen con la ideología de “Estados Unidos primero”.

Entre la memoria y el olvido

La remoción del mural conmemorativo, compuesta por 99 placas individuales que honraban a trabajadores humanitarios caídos en el ejercicio de sus funciones, ha sido percibida por muchos como una forma de borrar el legado moral e institucional de USAID.

Algunos familiares de los fallecidos, exfuncionarios y legisladores han pedido que el mural sea trasladado con respeto al Smithsonian National Museum of American History o a la Catedral Nacional de Washington, como símbolo del sacrificio civil en zonas de guerra o desastre.

“Este mural no es una decoración; es un recordatorio de lo que significa servir”, expresó un exfuncionario de USAID que prefirió el anonimato. “Moverlo sin previo aviso o tratarlo como un mueble más es un insulto”.

La desarticulación de USAID: ¿ahorro o ideología?

La remoción del mural es solo la punta del iceberg. Lo cierto es que, en apenas unas semanas, la mayoría de los proyectos de USAID fueron cancelados o puestos bajo revisión. La plantilla laboral se redujo en más del 80%, y las oficinas en el extranjero quedaron efectivamente congeladas.

  • En África, varios programas de vacunación y tratamiento contra el VIH fueron suspendidos.
  • En América Latina, iniciativas para fortalecer la institucionalidad democrática quedaron en el limbo.
  • En Asia, proyectos de educación para niñas en zonas vulnerables también fueron eliminados.

Para muchos analistas, la medida no es simplemente financiera. De hecho, USAID representa menos del 1% del presupuesto federal estadounidense. Más bien es reflejo de una voluntad política de redefinir el papel de EE.UU. en el mundo, pasando del cooperativismo al aislacionismo selectivo.

Diplomacia como teatro: la política exterior en reversa

Desde su creación en 1961, la USAID operó como herramienta crucial de la política exterior estadounidense, sobre todo durante la Guerra Fría, cuando se convertía en alternativa a la influencia soviética. Una mirada a un informe de 1997 del Congressional Research Service mostraba que USAID tenía operaciones en más de 100 países y apoyaba programas clave en salud, agricultura, educación y gobernabilidad.

Hoy, con su repentino desmantelamiento, la estrategia parece ser otra: cerrar puertas antes que abrir embajadas. Esta visión se enmarca dentro de una tendencia populista global, donde los servicios domésticos se anteponen al compromiso internacional, lo que implica una pérdida de influencia en regiones donde China y Rusia están fortaleciendo su presencia.

El paralelismo con otros casos polémicos

El cierre de USAID también se vincula con otras tareas del gobierno Trump-Musk: la reasignación de agentes del FBI que apoyaron manifestaciones contra brutalidad policial, y los cambios a leyes que restringen la capacidad de gobernadores estatales, como en Carolina del Norte, indican una cruzada ideológica por redefinir completamente los balances de poder.

“La idea de que debemos redimirnos borrando el pasado no es nueva, pero pocas veces ha sido tan institucionalizada”, aseguró en una columna Fareed Zakaria, crítico frecuente de la política trumpista. “Nos enfrentamos a una forma de revisionismo pragmático, donde todo lo que no encaje con la narrativa actual debe desaparecer”.

Reacciones dentro y fuera de EE.UU.

La comunidad internacional ha comenzado a reaccionar con preocupación. Varios países socios como Noruega, Canadá y Alemania han expresado en comunicados oficiales su incredulidad ante el cierre de programas que coordinaban con USAID en Oriente Medio y África.

Dentro de EE.UU., exdiplomáticos como Samantha Power —quien dirigió USAID durante el mandato de Joe Biden— ha denunciado la medida como “una catástrofe no solo para nuestros valores, sino para nuestra seguridad nacional”.

Incluso dentro del Partido Republicano, algunas voces disidentes han emergido. El senador Mitt Romney declaró: “No se trata de dinero, sino de legado. USAID representaba lo mejor de lo que América podía ofrecer sin imponer”.

Lo invisible también desaparece

A la destrucción del mural habría que sumarle una cuestión más profunda: la desaparición simbólica de una forma de diplomacia humanitaria. En un mundo marcado por la conflictividad y el cambio climático, el poder blando importa. Y cuando Estados Unidos retira su mano, otros la extienden.

China, por ejemplo, ha incrementado su plataforma de cooperación internacional a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, mientras que Rusia busca fortalecer sus lazos bilaterales con gobiernos afines en África, América Latina y Asia Central.

¿Qué dice esto sobre la postura actual de EE.UU. en el escenario global? Que ya no tiene interés en liderar bajo inspiración moral, sino en competir bajo estrategia transaccional. Y quienes quedan en medio de esta transición son los empleados caídos, cuyo sacrificio está quedando relegado al olvido, literalmente.

Un país en redefinición

El futuro del mural, ahora con fecha tentativa de traslado para el 6 de junio según un contrato publicado por el gobierno por $41,142.16, podría terminar en manos del Departamento de Estado. Pero eso no cambia el hecho simbólico: un elemento central de la memoria institucional estadounidense ha sido arrancado de raíz.

Y no se trata únicamente de arquitectura. Es, para muchos, el intento por reescribir valores fundacionales bajo la excusa de la eficiencia.

“Desaparecer a USAID no es una reducción presupuestaria, es una declaración de principios. Una versión de Estados Unidos menos global, menos empático, menos comprometido”, señaló David Ignatius del Washington Post.

En época de aniversarios y discursos, el recordatorio más fuerte proviene de una muralla silente, desmontada y almacenada en el olvido. Ahí donde antes había nombres y sacrificios, ahora solo quedan muros vacíos.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press