Nigel Farage y el ascenso de Reform UK: ¿la nueva cara de la derecha británica?

Con mensajes provocadores, ambiciones desmesuradas y un estilo Trumpista, Farage busca convertir a su partido en la principal fuerza opositora del Reino Unido

Un Brexit no fue suficiente

Nigel Farage, el hombre que durante años personificó la lucha por sacar al Reino Unido de la Unión Europea, no ha colgado los guantes. Mientras saborea un té bajo el tibio sol primaveral de Scunthorpe, el líder de Reform UK declara con entusiasmo su intención de transformarse en el nuevo referente de la derecha británica. Su partido, que actualmente cuenta con solo cuatro de los 650 escaños en la Cámara de los Comunes, apunta a convertirse en una verdadera amenaza para los conservadores y a disputar el poder con los laboristas.

Un partido en ascenso

Reform UK ha sorprendido a más de uno. Aunque en las elecciones generales del año pasado alcanzó apenas un 14% del voto, hoy las encuestas lo proyectan peligrosamente cerca —e incluso por delante— de los conservadores y laboristas en intención de voto. ¿La receta del éxito? Un cóctel populista de mensajes anti-inmigración, discursos nacionalistas, críticas feroces al status quo y guiños constantes a la era Trump.

Farage promete una agencia descentralizada estilo “DOGE por condado”, inspirada en el modelo de reducción de gastos que Elon Musk implementó en Twitter. En sus palabras: "Metes a los auditores, descubres por qué se gasta tanto en consultores y trabajadores por agencia, terminas con el trabajo remoto — ¡boom! — listo, se acabó.”

La atracción del votante desencantado

Reform UK ha calado hondo en las filas del electorado obrero que tradicionalmente respaldaba al Partido Laborista, así como en sectores conservadores desilusionados con los Tories. En pueblos como Scunthorpe, una ciudad marcada por la desindustrialización y el desempleo, la figura de Farage genera empatía y esperanza en sectores que sienten que la élite política los ha abandonado.

Andrea Blow, dueña de una panadería local, lo resume así: “Los últimos seis meses han sido durísimos para las pequeñas empresas. Los costos suben, los impuestos también, y nadie parece preocuparse por nosotros”.

La paradoja ideológica de Farage

Uno de los giros más significativos de Farage ha sido su cambio de enfoque respecto al libre mercado. Tradicionalmente defensor del capitalismo más ortodoxo, ahora propone la nacionalización de British Steel, la planta metálica que todavía emplea a unos 3,000 trabajadores en Scunthorpe. Su argumento: proteger empleos y asegurar la autosuficiencia nacional.

Sus críticos acusan oportunismo. “Farage se amolda al viento, hoy dice una cosa, y mañana otra”, afirmó un funcionario conservador bajo anonimato. Sin embargo, para otros, este aparente pragmatismo lo vuelve incluso más peligroso políticamente.

El hombre y la marca

Farage posee un nivel de reconocimiento en el Reino Unido que supera al de muchos diputados de carrera. Durante su paseo por Ashby, suburbio de Scunthorpe, fue abordado por jóvenes que pedían selfies y hasta recibió un bocinazo de aliento de un conductor. Pero este carisma viene acompañado de tensión: su equipo de seguridad es notablemente más numeroso que el de cualquier otro político británico.

No es casualidad. A lo largo de los años ha sido víctima de agresiones, desde batidos lanzados hasta intentos de violencia física. Su retórica —considerada incendiaria por muchos— genera pasiones tanto a favor como en contra.

Trump, Musk y la política del espectáculo

Farage no esconde su admiración por Donald Trump. Aunque ha matizado diferencias —como rechazar la idea de anexar Canadá como el estado 51 de EE.UU.— reconoce compartir "intereses similares" con el expresidente estadounidense. En sus propias palabras: “Soy amigo suyo, y nuestros intereses son similares, aunque no simétricos”.

El estilo de Farage sigue la línea del populismo contemporáneo: una mezcla de espectáculo mediático, mensajes polarizantes y promesas de conducción firme y radical. No sorprende entonces que algunos políticos tories planteen posibles pactos con Reform UK para próximas elecciones. Farage, por su parte, se burla: “El Partido Conservador para entonces será tan pequeño que no importará”.

¿Una amenaza para la democracia británica?

Tim Bale, politólogo de la Queen Mary University of London, advierte de los peligros de normalizar el discurso del Reform UK:“Si los partidos tradicionales comienzan a adoptar sus políticas xenófobas para evitar perder votantes, estarán cayendo en el juego de la ultraderecha. En Europa ya hemos visto cómo eso termina mal”.

Bale insiste en que “copiar al radical nunca funciona; la gente siempre prefiere el original”.

El talón de Aquiles: la división

Pese a su auge, el partido de Farage enfrenta obstáculos internos. Como ocurrió con UKIP y el Brexit Party, los conflictos entre facciones internas y la falta de coherencia en el discurso amenazan con entorpecer su crecimiento. Por ejemplo, las declaraciones erróneas de Farage sobre un ataque con cuchillos que causó la muerte de tres niños generaron indignación nacional y provocaron disturbios, luego de que se difundiera falsamente que el atacante era un solicitante de asilo.

Farage, quien ha declarado que algunos migrantes provienen de culturas "ajenas a la nuestra", continúa siendo una figura profundamente divisiva. Su visión del Reino Unido —culturalmente homogéneo y económicamente autosuficiente— choca con la realidad de una nación plural y globalizada.

El voto emocional frente a los programas racionales

La fuerza de Farage radica en su capacidad de comunicar emociones antes que hechos. En pueblos donde la clase trabajadora se siente traicionada por los políticos tradicionales, Farage aparece como el único dispuesto a decir lo que “muchos piensan y nadie dice”.

“Viven en otro planeta”, dice Tyna Ashworth, jubilada de 71 años que asegura estar dispuesta a votar por Reform. “Yo trabajé 50 años para este país, y no puedo vivir dignamente. Los políticos no nos escuchan”.

Joe Richards, de 37 años, ofrece la otra cara de la moneda: “Son un partido que se nutre del resentimiento. Plantean soluciones simples a problemas complejos. No les creo ni una palabra”.

¿Hacia una nueva hegemonía?

¿Convertirá Farage a Reform UK en el nuevo partido dominante de la derecha británica? La respuesta aún es incierta. Pero lo que es innegable es que su mensaje está calando en un amplio sector del electorado. Y si los Tories no logran reinventarse a tiempo, Farage podría convertirse en algo más que un agitador del sistema: podría terminar liderándolo.

En un momento donde muchos dudan de la eficacia del Parlamento, el atractivo de lo nuevo —aunque sea lo radical— cobra fuerza. Nigel Farage lo sabe, y juega cada carta en su mazo con una precisión casi quirúrgica. El Reino Unido, por ahora, observa expectante.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press