Tarifas, incertidumbre y despidos en EE.UU.: ¿Está colapsando el sistema económico regulatorio?
Entre recortes en la FDA y pronósticos sombríos de empresas como GM, Hershey o Harley-Davidson, el impacto de la guerra comercial y los cambios regulatorios pone a prueba la estabilidad del tejido económico estadounidense.
Un sistema comercial global roto: el detonante es interno
La economía estadounidense —y por extensión, buena parte del sistema económico global— vive tiempos convulsos. A pesar de que los indicadores bursátiles puedan ofrecer señales ambivalentes, las declaraciones de las grandes corporaciones y los movimientos de los entes reguladores como la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) revelan una realidad compleja y aceleradamente cambiante, definida por una palabra: incertidumbre.
Con medio centenar de empresas del S&P 500 ya habiendo presentado resultados trimestrales, se consolida una tendencia preocupante: muchas están reduciendo sus previsiones a raíz del impacto directo de las nuevas tarifas comerciales impulsadas por la administración de Donald Trump, mientras organismos clave como la FDA se ven forzados a despedir y recontratar personal crucial de forma desorganizada.
General Motors: del acero a la cautela extrema
General Motors (GM), una de las gigantes automotrices de Estados Unidos, recortó su previsión de ganancias para todo el año. Lo hizo por un motivo contundente: el efecto inmediato y esperado de los aranceles. La compañía ajustó su pronóstico de ganancias ajustadas antes de intereses e impuestos de 13.7 mil millones a 12.5 mil millones de dólares —una caída que incluye una exposición arancelaria prevista de entre 4 mil y 5 mil millones de dólares.
Este escenario tiene una razón lógica. GM, como otras ensambladoras automotrices, opera a través de una red norteamericana integrada, donde piezas y vehículos cruzan varias fronteras antes de llegar al consumidor. Una política arancelaria aislacionista desmantela esa eficiencia.
Harley-Davidson: la incertidumbre sobre dos ruedas
El “rugido” de Harley-Davidson ha pasado a ser un gélido susurro. La emblemática marca estadounidense optó directamente por retirar cualquier previsión financiera para el año. En su lugar, anunció que se enfocará en productividad, gestión de la cadena de suministro y control de costes. La empresa obtiene cerca del 70% de sus ingresos dentro de Estados Unidos, lo que la expone a contraataques comerciales desde otras naciones.
Es decir, el problema ya no es solamente el efecto directo de las tarifas estadounidenses, sino las respuestas de sus socios comerciales. Europa, China y otras regiones han lanzado tarifas espejo que lastiman directamente a las icónicas motocicletas norteamericanas.
Hershey: entre el cacao y las tarifas hay algo más que dulce
La poderosa Hershey se mantiene optimista... al menos en lo aparente. Reafirmó sus pronósticos para el año, aunque no sin admitir que las tarifas ya representan entre 15 y 20 millones de dólares solo en el segundo trimestre.
Más allá de los derechos aduaneros, Hershey enfrenta otro dolor de cabeza: el cacao. Con más del 70% del suministro mundial proveniente de África Occidental, las condiciones climáticas adversas y el envejecimiento del cultivo están provocando escasez, lo cual ha disparado los precios.
El costo de la dulzura se torna cada día más amargo.
Church & Dwight: lo cotidiano se vuelve lujoso
Menos conocida pero fundamental en la vida diaria, Church & Dwight —empresa madre de productos como Arm & Hammer— ha reducido drásticamente sus expectativas de crecimiento de beneficios de 8% proyectado a un tenue 2%.
¿La razón? El impacto arancelario proyectado supera los 190 millones de dólares. La empresa está tomando decisiones drásticas: dejará de fabricar algunos productos en China para abastecer al mercado estadounidense e incluso plantea liquidar marcas menos rentables.
FDA bajo fuego: despidos, confusión y riesgos sanitarios
Mientras las empresas privadas se adaptan como pueden, la FDA se ha convertido en un hervidero de confusión burocrática. Con un recorte estimado del 20% de su plantilla —alrededor de 3,500 empleados—, varios científicos clave en laboratorios de San Francisco y Chicago han sido despedidos y luego readmitidos sin confirmación formal.
En los últimos días, empleados encargados de realizar reservas de viaje para inspectores internacionales han sido reintegrados. Al menos 20 de los aproximadamente 60 trabajadores en esta área han sido contactados. Sin embargo, los suspensos continúan, arriesgando no solo el funcionamiento interno de la agencia, sino su eficacia ante los jueces federales, dado que ha incumplido varios plazos ordenados por las cortes para la entrega de documentación bajo la Ley de Libertad de Información (FOIA).
Como ironía burocrática, en algún momento del mes pasado, se les pidió a inspectores internacionales que coordinaran sus propios viajes; una carga logística que requiere visados, seguridad, transporte, soporte tecnológico, traductores y otros. Posteriormente, se planteó contratar a una firma externa. Ahora, la solución apunta a una readmisión parcial del personal despedido —todo sin una línea clara de responsabilidad.
Makary en el ojo del huracán
Marty Makary, nuevo comisionado de la FDA, enfrenta una prueba de fuego. Pese a afirmar que ningún científico fue despedido, los hechos parecen indicarlo contrario, según diversas fuentes internas.
“Espero que el comisionado Makary continúe evaluando estos recortes mal concebidos y reintegre al personal afectado de manera expedita,” declaró Susan Mayne, ex directora de alimentos de la FDA y ahora académica en la Universidad de Yale.
Para muchos analistas, la reputación de Makary como líder administrativo podría depender de cómo maneje esta crisis sin precedentes. La FDA cumple una función clave en la salud pública del país, y su debilitamiento pone en entredicho incluso la capacidad del gobierno estadounidense para ejecutar políticas sanitarias básicas.
Mercado inmobiliario: un oasis ilusorio de calma
En paralelo, las tasas hipotecarias han comenzado a descender levemente. Esta semana, la media para una hipoteca a 30 años disminuyó al 6.76%, desde el 6.81% de la semana anterior, según Freddie Mac. Si se compara con el 7.22% de hace un año, es una mejora palpable.
¿Suficiente para impulsar el mercado? No del todo. Las tasas actuales no son lo suficientemente atractivas cuando los precios inmobiliarios aún están altos y el inventario ha aumentado considerablemente.
La consecuencia inmediata: la temporada de primavera —históricamente la más activa— ha iniciado con una desaceleración notable. En marzo, las ventas de viviendas ocupadas registraron su mayor caída mensual desde noviembre de 2022.
El índice de solicitudes de hipotecas descendió un 4.2% en la última semana. El CEO de la Asociación de Banqueros Hipotecarios, Bob Broeksmit, apuntó directamente al clima de inseguridad:
“La incertidumbre sigue afectando las decisiones de muchos compradores que están evaluando entrar o no en el mercado inmobiliario.”
Para rematar, la economista jefa de Bright MLS, Lisa Sturtevant, advirtió:
“Parece cada vez más probable que las tasas permanezcan en torno al 6% alto durante esta primavera.”
¿Un efecto dominó inminente?
La imagen que emerge es clara: los efectos de las tarifas comerciales, la desorganización federal y la cautela empresarial convergen en una tormenta económica perfecta.
- Empresas con incertidumbre sobre su planificación financiera.
- Una potencia regulatoria federal debilitada operativamente.
- Mercados de bienes inmuebles estancados y consumidores reticentes.
Todo ello podría cristalizar en una forma moderna de recesión “blanda pero prolongada”, difícil de hablar directamente en cifras, pero notoria en el pulso cotidiano de la economía estadounidense.
Las señales están allí. Habrá que ver cuántos las leen a tiempo.