Australia elige la unidad: la victoria histórica de Anthony Albanese y el giro político del país
El primer ministro Anthony Albanese revalida su mandato con una contundente victoria, desafiando la volatilidad política que ha marcado la historia reciente de Australia.
Un triunfo que rompe moldes
Australia ha hablado en las urnas, y el mensaje ha sido claro: una apuesta por la estabilidad, la inclusión y un liderazgo que huye de la división. Anthony Albanese, líder del Partido Laborista, ha revalidado su cargo como primer ministro con una mayoría aún más contundente que la obtenida en las elecciones anteriores. Esta victoria no solo consolida su poder, sino que rompe con la tendencia de inestabilidad que ha caracterizado a la política australiana durante las últimas dos décadas.
Una elección cargada de simbolismo
En las elecciones celebradas el sábado, el Partido Laborista consiguió al menos 85 de los 150 escaños en la Cámara de Representantes, superando los 78 que poseía previamente. Para los estándares australianos, obtener escaños adicionales en un segundo mandato es una proeza inusual. Desde la caída del gobierno de John Howard en 2007, ningún primer ministro había conseguido repetir gobierno con éxito.
Albanese, visiblemente emocionado, festejó con simpatizantes y colegas en un café de Leichhardt, un barrio de Sídney donde pasó su infancia. En el lugar recordó a su madre, una pensionista discapacitada que lo crió sola en viviendas públicas: «Ella habría estado muy orgullosa», confesó ante la prensa.
El ocaso del conservadurismo: una oposición diezmada
La debacle fue total para la oposición. Peter Dutton, líder del Partido Liberal y principal contrincante de Albanese, perdió su propio escaño parlamentario. El bloque conservador quedó reducido a apenas 37 escaños, un panorama que recuerda a la reciente derrota del canadiense Pierre Poilievre, cuya caída vino acompañada de la guerra comercial iniciada por Donald Trump contra Canadá.
Dutton, conocido despectivamente como “DOGE-y Dutton” durante la campaña, fue blanco de ataques por parte del Laborismo, que lo acusó de querer eliminar servicios públicos para financiar siete plantas nucleares, un tema muy delicado en un país sin energía nuclear y con una población mayoritariamente contraria a esta tecnología.
Una campaña marcada por los contrastes sociales y étnicos
La retórica de Dutton también fue criticada por azuzar guerras culturales. Albanese, en sus discursos, utiliza siempre como fondo tanto la bandera nacional como las banderas de los pueblos indígenas. Dutton, por el contrario, declaró que solo respaldaría la presencia de la bandera australiana. Estas posiciones confrontativas empañaron aún más su imagen en una Australia cada vez más consciente de sus raíces multiculturales, en especial de su población aborigen, que representa un 4% del total y es el grupo más desfavorecido en términos socioeconómicos.
Una victoria que recuerda a la de Howard, con un nuevo tono
No se veía una victoria así desde John Howard en 2004. Curiosamente, Howard también perdió su escaño en las elecciones de 2007, lo que desencadenó una década de inestabilidad, con seis primeros ministros diferentes, algunos repitiendo el cargo tras breves lapsos. Albanese parece haber revertido esa tendencia, ofreciendo un gobierno “disciplinado y ordenado”, tal como él mismo lo describió.
Las claves del éxito de Albanese
- Unidad sobre división: El mensaje central de su campaña fue la inclusión y la estabilidad, elementos que resonaron con un electorado fatigado por años de polarización.
- Política social: Con orígenes humildes y una crianza en viviendas sociales, Albanese ha sido un defensor consistente de los programas sociales y la justicia económica.
- Visión progresista: Su respaldo a políticas de reconocimiento indígena, educación y salud pública fue determinante para ganar el apoyo de los votantes más jóvenes y de las regiones suburbanas.
- Contraste con Dutton: La estrategia del miedo, la propuesta de energía nuclear y una visión excluyente no conectaron con la mayoría de los australianos.
Relaciones exteriores: una política sostenible frente a la tensión global
Durante la campaña, Australia enfrentó nuevos aranceles del 10% por parte de Estados Unidos, lo que tensó la relación bilateral a pesar del acuerdo de libre comercio existente desde 2005. En este contexto, Albanese supo destacar su liderazgo como diplomático prudente y capaz de generar alianzas constructivas.
Luego de la victoria, recibió llamadas de felicitación de líderes como James Marape (Papúa Nueva Guinea), Christopher Luxon (Nueva Zelanda), y mensajes de figuras como Emmanuel Macron (Francia) y Keir Starmer (Reino Unido), augurando una intensificación del papel australiano en la agenda progresista global.
¿Un nuevo paradigma político en Australia?
Analistas como Michelle Grattan, veterana periodista política, señalan que “la victoria de Albanese puede marcar el comienzo de una nueva era de estabilidad política en Australia, con una visión más progresista de su identidad y su papel internacional.”
Mientras tanto, el propio Albanese no baja la guardia. En su discurso post-electoral prometió continuar con su agenda de reformas sociales, incluyendo mayores facilidades para acceso a vivienda, mejoras salariales, un plan nacional de salud mental y avances en el reconocimiento constitucional de los primeros pueblos de Australia.
Alianzas comparativas: la sombra de Trump y el espejo canadiense
Durante la campaña, Labor dibujó paralelismos entre Dutton y figuras como Donald Trump y Elon Musk, incluyendo una supuesta alianza con una hipotética “Oficina de Eficiencia Gubernamental” liderada por Musk. Más allá de lo hiperbólico del mensaje, sirvió para vincular a Dutton con una visión de gobierno tecnocrática, caótica y basada en recortes.
El caso canadiense aportó más leña al fuego: la derrota de Poilievre tras tensiones comerciales con Estados Unidos dejó en claro que los votantes del hemisferio sur también observan los movimientos geopolíticos con cautela. En ambos casos, la ciudadanía optó por líderes con mensajes claros de unidad y protección del bienestar social.
¿Qué sigue para Australia?
Si Albanese logra mantener el impulso y cumplir al menos parte significativa de sus promesas, su gobierno podría sentar un precedente en Oceanía, e incluso en Commonwealth, sobre cómo gobernar eficazmente más allá de un solo mandato. Su principal reto: resistir la presión conservadora y gestionar la economía en un contexto global cada vez más incierto.
Mientras tanto, su ejemplo ya está siendo observado como una posible hoja de ruta para otros candidatos progresistas en democracias liberales donde el miedo y el populismo siguen teniendo una fuerte presencia.