Freios Democráticos: Cómo la Historia de EE.UU. Ha Probado los Límites del Poder Presidencial

Desde Jefferson hasta Trump, un análisis de los momentos en que el principio de pesos y contrapesos evitó —o no— que el poder se concentrara en una sola mano

Un sistema elaborado pero funcional: el engranaje de la democracia estadounidense

La democracia de los Estados Unidos no nació perfecta, pero sí ingeniosamente diseñada. Uno de los conceptos más vitales del sistema político del país es el de “checks and balances” o lo que en español se traduce como “pesos y contrapesos”. Esta doctrina, consagrada en la Constitución de 1787, se materializa en la existencia de tres ramas del gobierno: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, cada una con prerrogativas que controlan a las demás.

El propósito fundamental era evitar la concentración del poder en una sola figura, algo que los fundadores, especialmente James Madison y Alexander Hamilton, temían profundamente. Sin embargo, a lo largo de más de dos siglos de historia, este equilibrio ha sido puesto a prueba numerosas veces, con resultados impredecibles.

Jefferson vs. Adams: el nacimiento del poder judicial independiente

En 1801, la presidencia pasó de John Adams a Thomas Jefferson en medio de tensiones políticas. Adams nombró jueces y otros funcionarios en los últimos momentos de su mandato. Jefferson, junto con su Secretario de Estado James Madison, se negó a cumplir con estos nombramientos.

Este conflicto llegó a la Corte Suprema en el caso Marbury vs. Madison (1803), que terminó siendo el precedente histórico en que el poder judicial adquirió la autoridad de reanudar leyes inconstitucionales. Aunque el juez John Marshall no obligó directamente a Jefferson a cumplir, estableció la doctrina de la revisión judicial, anclando para siempre al poder judicial como actor clave en el sistema de pesos y contrapesos.

Alexander Hamilton y el Banco Nacional: un poder central en expansión

En 1791, Hamilton logró que se creara el Primer Banco de los Estados Unidos. Jefferson y Madison se opusieron vehementemente, sosteniendo que la Constitución no autorizaba al Congreso para crear un banco nacional. Pese a ello, el banco fue fundado, revelando cómo las interpretaciones divergentes del poder constitucional ya desde el inicio creaban fricciones entre Ejecutivo y Legislativo.

Décadas más tarde, Andrew Jackson se enfrentó directamente al Congreso cuando este votó por renovar el banco. Jackson lo vetó y dejó en claro su visión populista: "El banco es un monstruo", decía. En 1836, el banco nacional se convirtió en una institución privada. Una victoria del Ejecutivo sobre el Legislativo. El sistema funcionaba, pero no sin cicatrices.

Lincoln, la Guerra Civil y el debate sobre los poderes de emergencia

Abraham Lincoln, en plena Guerra Civil, suspendió el habeas corpus, lo cual permitió arrestos sin ofrecer derecho a defensa. El juez Roger Taney calificó de ilegal esta acción, pero Lincoln ignoró su dictamen, afirmando que se trataba de una necesidad nacional. Esta es una de las primeras veces que el presidente utilizó poderes implícitos no concesionados expresamente.

Lo sorprendente es que posteriormente el Congreso respaldó a Lincoln con leyes retroactivas. Era un claro ejemplo de cómo en tiempos de crisis el sistema podía flexibilizar sus límites para salvaguardar la Union.

Reconstrucción post-Guerra Civil: el enfrentamiento Johnson vs. Congreso

Tras el asesinato de Lincoln, su sucesor Andrew Johnson adoptó posturas conciliadoras con los Confederados y más severas con los antiguos esclavos. Esta visión fue rechazada por los “Radical Republicans” del Congreso, quienes legislaron para proteger a los afroamericanos y castigar a los Confederados.

Ambos poderes usaron sus facultades de forma estratégica. Johnson, mediante la potestad de perdonar, repatrió a confederados. El Congreso, con el control presupuestario, creó la Oficina de Libertos para asistir a los recién liberados. La tensión culminó en un intento de juicio político contra Johnson, que por apenas un voto no fue destituido.

La Reforma del Servicio Civil: una victoria legislativa

Hasta 1883, los empleos federales eran asignados por favores políticos, lo que alimentó una maquinaria partidista corrupta. Con la Ley de Reforma del Servicio Civil Pendleton, el Congreso intervino para convertir muchos puestos en cargo técnico designado por mérito. Esto limitó la capacidad del Ejecutivo de premiar aliados, estableciendo un sistema moderno que hoy Trump busca revertir con nuevos intentos de reestructurar la burocracia federal.

Wilson y la Liga de las Naciones: el Senado como freno internacional

Tras la Primera Guerra Mundial, el presidente Woodrow Wilson promovió la creación de la Liga de Naciones, pero el Senado rechazó ratificar el Tratado de Versalles. Fue una muestra clara del poder del Legislativo de rehusarse a compromisos internacionales. Wilson, debilitado física y políticamente, no pudo sobrepasar el listón dos tercios que exige la Constitución.

Ironías del destino: años más tarde, EEUU lideraría la fundación de la ONU y la OTAN, esta vez con el Senado a bordo.

FDR y la Corte Suprema: ¿un poder presidencial sin límites?

Franklin D. Roosevelt, enfrentando obstáculos judiciales a su Nuevo Trato, intentó ampliar la Corte Suprema para colocar jueces afines. El plan fue conocido como “court-packing” y fue rechazado incluso por sus aliados demócratas. Aunque logró conservar varias leyes mediante el desgaste natural del tribunal, el intento desató alarmas sobre los peligros de expandir el presidencialismo más allá de lo permitido.

Watergate: el límite del secreto presidencial

En uno de los mayores escándalos políticos del siglo XX, el presidente Richard Nixon se enfrentó no solo a la prensa, sino a todo el aparato judicial. La Corte Suprema sentenció unánimemente en contra del uso del “privilegio ejecutivo” como excusa para ocultar grabaciones comprometedoras.

Acorralado por la evidencia y la presión de su propio partido, Nixon renunció. El sistema había funcionado. La división de poderes había contenido el abuso presidencial.

Trump y los nuevos desafíos a la democracia institucional

Pocos presidentes han puesto a prueba el sistema de pesos y contrapesos como Donald Trump. Con más de 400 órdenes ejecutivas, ataques públicos a jueces federales y amenazas de despidos masivos en el aparato estatal, sus acciones reavivaron el debate sobre los límites del poder presidencial. A pesar de que muchos de sus decretos fueron anulados por los tribunales o bloqueados por el Congreso, el daño institucional sigue siendo tema de opinión entre analistas.

El académico John Carey de Dartmouth lo resume: “El diseño funciona cuando los actores lo hacen de buena fe. Cuando se abusa de los márgenes, el sistema cruje pero no colapsa”.

Datos curiosos y reflejos históricos

  • La Constitución de EE.UU. tiene solo 7 artículos originales y 27 enmiendas. No ha sido reformada desde 1992.
  • La Corte Suprema ha invalidado más de 180 leyes del Congreso desde 1803 (Fuente: Congressional Research Service).
  • Solo tres presidentes han sido enjuiciados políticamente: Andrew Johnson, Bill Clinton y Donald Trump (dos veces). Ninguno fue destituido por el Senado.

El modelo de pesos y contrapesos no es infalible. Pero su resistencia, aún después de guerras, traiciones, escándalos y crisis modernas, demuestra que los mecanismos fundacionales de la democracia estadounidense siguen siendo relevantes en 2024. Más que restricciones legales, dependen de una voluntad política genuina de respetar los límites del poder.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press