Sin Techo y Sin Voz: El Asalto a los Derechos Trans en la Vivienda de EE.UU.
Mientras las políticas federales se endurecen, personas trans como Tazz Webster y Bea González enfrentan una ola creciente de discriminación, acoso y abandono institucional
Un sistema que excluye
En el corazón de San Luis, Misuri, Tazz Webster, un hombre transgénero de 38 años, vivió una pesadilla. Tras haberse mudado con esperanza a un complejo de apartamentos subsidiados por el gobierno federal, fue recibido con burlas, maltratos y la negación de su identidad. "No eres un verdadero hombre", gritaba el administrador del edificio. Finalmente, después de un altercado físico con el administrador, Webster terminó en la calle, sin casa, sin pertenencias y sin justicia.
La burocracia como arma
El caso de Webster fue presentado ante la Oficina de Vivienda Justa y Oportunidad Igualitaria (FHEO, por sus siglas en inglés) del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de EE.UU. (HUD). Durante más de dos años, esta entidad federal investigó su denuncia de discriminación, hasta que sorpresivamente en febrero de 2025 su caso fue cerrado, bajo el argumento de “falta de jurisdicción”. Esta decisión llegó justo después de que el presidente Donald Trump regresara al poder e instalara a Scott Turner como secretario del HUD.
Turner ordenó inmediatamente detener el cumplimiento de la Regla de Acceso Igualitario —una normativa de la era Obama que garantizaba protecciones contra la discriminación por identidad de género en programas y viviendas financiadas por HUD—. Con ello, no sólo el caso de Webster se desestimó, sino que decenas más fueron archivados sin resolución.
Derecho a vivienda: una promesa incumplida
La Regla de Acceso Igualitario, implementada originalmente en 2012 y expandida en 2016, aclaraba que la discriminación por identidad de género y orientación sexual debía considerarse una violación de la Ley de Vivienda Justa. Dicha ley está vigente desde 1968 y prohíbe la discriminación en la vivienda por motivos de raza, color, religión, sexo, estado familiar, origen nacional y discapacidad.
Aunque en teoría la Regla sigue activa, en la práctica muchas de sus disposiciones se están dejando de aplicar. El HUD hoy vuelve a actuar según una definición de “sexo” limitada a biología, anulando implícitamente protecciones clave para las personas trans.
Bea González: otro rostro de la injusticia
Otra víctima de estas políticas es Bea González, un hombre transgénero de 33 años que en noviembre de 2021 fue expulsado de un refugio para víctimas de violencia doméstica en St. Louis, junto con sus tres hijos pequeños. Tan sólo por decir la verdad sobre su identidad de género, fue obligada a abandonar el lugar. El refugio recibía fondos federales, por lo que su exclusión constituía una violación directa a la Regla de Acceso Igualitario. Su caso también fue investigado por HUD durante más de dos años, hasta que finalmente fue cerrado sin resolución en marzo de 2025.
Estadísticas que duelen
- Según la encuesta de Advocates for Trans Equality en 2015, el 30% de las personas trans en EE.UU. había experimentado al menos un episodio de falta de vivienda en su vida.
- Además, el 70% de quienes se alojaron en refugios reportó haber sido hostigado, agredido o expulsado por su identidad de género.
- Un informe de National Center for Transgender Equality en 2018 reveló que 1 de cada 5 personas trans había sido rechazado de un refugio sin razón válida.
Un clima de miedo e incertidumbre
Desde que el HUD cambió su enfoque, organizaciones que ofrecen vivienda o refugio a personas LGBTQ+ enfrentan un dilema: ¿cumplen con las leyes de no discriminación o acatan el mandato federal de evitar “ideologías de género”? En sus contratos recientes, HUD ha introducido cláusulas aparentemente contradictorias: por un lado, prohíben “promover ideologías de género”; por otro, exigen cumplimiento con la Ley de Vivienda Justa.
Jeannette Ruffins, directora ejecutiva de Homeward NYC, resumió la confusión: “¿Qué significa promover ideología de género? ¿Ofrecer refugio a jóvenes LGBTQ+ es promover algo? Son sus identidades, no las inventamos nosotros.”
Entre la política y la hipocresía
En ocasiones, la desconexión entre política y realidad es alarmante. La exclusión sistemática, institucional y legal de personas trans se contrasta con apropiaciones festivas vacías, como cuando el expresidente Trump publicó en redes sociales: “I love Hispanics!” mientras posaba con un taco bowl en el Día de Cinco de Mayo. ¿Cómo es que una administración que expulsa y discrimina puede luego apropiarse de símbolos culturales para conseguir simpatía?
La respuesta está en la politicización de identidades. Las personas trans se han convertido en un blanco fácil. Ya no sólo es la lucha por acceso a la salud o empleo, sino ahora, literalmente, por un lugar donde dormir sin ser atacados.
Cortes, vacíos legales y una creciente crisis
Mientras HUD recorta presupuestos y elimina programas de inclusión, miles esperan en listas interminables por una vivienda subsidiada. Webster, aún sin hogar casi tres años después, lo resume así: “Si legalizas el odio, las personas sienten que tienen derecho a odiar.”
Bea González, por su parte, tardó 455 días en encontrar un hogar donde pudiera vivir con sus hijos. Durante ese tiempo fue desplazado de refugio en refugio, sin un camino claro ni opciones reales. Historias como estas revelan una verdad incómoda: el acceso a una vivienda digna se ha transformado en un campo de batalla ideológico.
Organizaciones al rescate
Frente al abandono institucional, algunas organizaciones emergen como salvavidas. My Sistah’s House en Memphis, Tennessee, ha decidido no aceptar fondos federales para conservar su autonomía. Su directora ejecutiva, Kayla Gore, afirma: “La gente no sabe qué hacer, porque quieren proteger sus fondos, pero también a las personas que atienden.”
Sin embargo, la capacidad de estas organizaciones es limitada. Urge una acción coordinada, legislaciones más protectoras y un cambio sistemático para tratar a las personas trans con la dignidad que merecen.
¿Hacia dónde vamos?
Mientras activistas y abogados luchan por revertir los retrocesos, quienes viven en carne propia estas políticas siguen esperando. No sólo buscan justicia legal: anhelan respeto, seguridad y comodidad en sus propias casas. La vivienda no es lujo. Es derecho. Uno que, por ahora, se ha vuelto cada vez más inalcanzable para personas como Tazz Webster y Bea González.
El futuro de los derechos trans en EE.UU. está en la cuerda floja, atrapado entre ideologías políticas y la realidad descarnada de miles de personas dejadas atrás por sistemas que deberían protegerlas.