¿Una guerra comercial en la gran pantalla? El plan arancelario de Trump amenaza a Hollywood
El expresidente busca imponer un arancel del 100% a películas producidas fuera de EE. UU., poniendo en jaque a una industria global que genera miles de millones.
Hollywood en el ojo del huracán: el nuevo blanco de Donald Trump
El expresidente Donald Trump ha lanzado una nueva amenaza dentro de su conocida cruzada comercial: esta vez, su objetivo es la industria cinematográfica. Según ha declarado, pretende imponer un arancel del 100% a todas las películas producidas fuera de Estados Unidos. ¿La razón? Asegura que el cine americano está “muriendo rápidamente” por culpa de incentivos en otros países que están “robando la capacidad de producción cinematográfica” de Estados Unidos. No es la primera vez que Trump recurre al proteccionismo bajo el argumento de la seguridad nacional. Lo hizo con el acero, el aluminio y productos tecnológicos. Pero ahora apunta a un sector con profundas conexiones globales y que, a pesar de sus dificultades recientes, sigue siendo uno de los pilares más rentables de la economía cultural estadounidense.Cifras que desmontan la narrativa: ¿realmente está muriendo Hollywood?
Según datos de la Motion Picture Association, en 2023 las películas estadounidenses generaron $22.6 mil millones en exportaciones y un impresionante superávit comercial de $15.3 mil millones en el sector. Además, más del 70% de los ingresos en taquilla provino de mercados internacionales. Esto desmonta la idea de que Hollywood está siendo superado por sus pares extranjeros. “Esta amenaza simplemente no tiene sentido”, comentó Heeyon Kim, profesora de estrategia en Cornell University. En su análisis, destaca que este tipo de medidas podrían desencadenar represalias internacionales que impacten directamente en los ingresos y empleo del sector cinematográfico.La logística imposible: ¿cómo se grava una película internacional?
Imponer aranceles a películas extranjeras no es tan simple como gravar televisores chinos o automóviles mexicanos. La industria del cine trabaja en un entorno donde las producciones son, por naturaleza, multinacionales. Un mismo filme puede tener actores estadounidenses, un equipo técnico británico, ser rodado en Italia y editado en Nueva Zelanda, todo en formato digital. “Los aranceles tradicionales están diseñados para bienes físicos que cruzan fronteras. Aquí hablamos de servicios y propiedad intelectual”, explica Ann Koppuzha, profesora en la Universidad de Santa Clara. Según ella, cualquier intento de imponer impuestos a estas producciones tendría que pasar por el Congreso, y hasta entonces, es dudoso que pueda aplicarse de manera efectiva.Peligro para las grandes sagas y presupuestos multimillonarios
Steven Schiffman, veterano de la industria y profesor en Georgetown University, advierte que aranceles como los que plantea Trump tendrían consecuencias devastadoras para grandes producciones. “Títulos como Harry Potter, filmados casi completamente en el Reino Unido, habrían duplicado su costo si se aplicaran estas tarifas”, afirma Schiffman. A esto se suma que muchas producciones se trasladan al extranjero precisamente para aprovechar incentivos fiscales. Canadá, Georgia (EE. UU.) y Nueva Zelanda, por ejemplo, ofrecen políticas fiscales que pueden ahorrar a una película millones de dólares.Un enfoque que podría resultar contraproducente
Irónicamente, el cine es una de las pocas industrias creativas estadounidenses que tiene una posición dominante a nivel global. Si bien otras naciones poseen sistemas de cuotas nacionales para proteger su producción local —como Francia o Corea del Sur—, la mayor parte del mundo ha reducido estas restricciones en pro del libre comercio. Una política arancelaria agresiva por parte de EE. UU. podría reinstaurar esas barreras en otros países. Frank Albarella, líder del sector de medios y telecomunicaciones en KPMG, lo resume así:“El contenido creativo requiere enfoques económicos reflexivos. La política equivocada puede terminar restringiendo ese flujo global de ideas y narrativas, empobreciendo tanto la oferta como la demanda”.
Trump y su narrativa de decadencia cultural
Más allá de los aspectos económicos, este anuncio refleja una narrativa constante en el discurso de Trump: un Estados Unidos culturalmente amenazado. En este caso, su preocupación gira en torno a una “muerte acelerada” del cine estadounidense, discurso que sintoniza con sus anteriores ataques a los medios de comunicación, las universidades o incluso el arte. En su plataforma Truth Social afirmó que “la industria del cine está muriendo porque otros países ofrecen toda clase de incentivos para llevarse la producción fuera”. Sin embargo, esta afirmación no toma en cuenta la recuperación del sector tras la pandemia, las huelgas sindicales de 2023 o los efectos del cambio climático (como los incendios en California), que también han influido en las dificultades recientes de la industria.¿Y si otros países responden?
No sería sorprendente que una medida así provocase represalias. China ya ha sido restrictiva con la importación de películas estadounidenses, limitando su número anual de estrenos. Si otros países siguen este camino, Hollywood podría encontrar cerradas numerosas puertas en mercados clave. Además, Kim advierte de que podrían volver las cuotas de pantalla, obligando a cines a exhibir un cierto porcentaje de contenido local. Esta práctica, antes común, ha sido flexibilizada en aras de la globalización, pero un gesto proteccionista de EE. UU. podría darles excusa política para reinstaurarlas.Un precedente peligroso para la propiedad intelectual
Más allá del cine, si EE. UU. decide imponer aranceles a productos creativos, otros productos como videojuegos, música y libros podrían quedar expuestos en futuras disputas comerciales. “Tenemos que entender que este tipo de contenido va y viene entre países. Las historias no entienden de fronteras, pero los aranceles sí”, añade Schiffman.¿Guerra cultural o estrategia electoral?
Con la campaña presidencial en marcha, algunos analistas sugieren que esta propuesta de Trump puede ser más un gesto político que una política viable. Su retórica de “volver a hacer grande a América” encuentra eco en medidas de “protección” cultural como esta. El cine, con su simbolismo nacional e influencia global, se convierte así en una pieza más del gran tablero político. Un sector que, irónicamente, ha contado historias sobre libertades, sueños y pluralidad —valores que se verían comprometidos si sus barreras creativas se encarecen o limitan.Hollywood necesita más visión, no más muros
El verdadero reto no está en blindar la industria con impuestos, sino en adaptarse a un entorno creativo que es cada vez más global. Lo que hoy hace fuerte al cine estadounidense no es solo su músculo financiero, sino también su capacidad de contar historias universales colaborando con talentos e infraestructura de todo el mundo. Más allá del ruido político, lo que está en juego es la libertad creativa, la sostenibilidad de una industria e incluso el acceso del público a una oferta diversa y rica. Por ello, frente a los tambores de guerra comercial, la industria y los consumidores deberán mantenerse vigilantes: la cultura no se defiende con barreras, sino con puentes. Este artículo fue redactado con información de Associated Press