La otra cara del Día de la Victoria: entre tumbas olvidadas y cicatrices de guerra
Alemania honra a sus soldados caídos con enterramientos tardíos, mientras Europa conmemora los 80 años del fin del III Reich
Un funeral 80 años después
En un bosque cercano a Berlín, más de un siglo después del estallido de la Primera Guerra Mundial y ocho décadas desde el final de la Segunda, se siguen enterrando soldados alemanes. Esta vez, fueron 107 los restos de combatientes de la Wehrmacht, el ejército del régimen nazi, los que recibieron sepultura en Halbe, una localidad que fue escenario de una de las batallas más cruentas del conflicto.
El evento, solemne y cargado de simbolismo, incluyó estudiantes de secundaria depositando gerberas blancas y soldados alemanes actuales descendiendo pequeños ataúdes negros a una fosa común, acompañados por una orquesta militar. ¿Qué significado tiene dar sepultura a estos hombres después de tanto tiempo?
La respuesta es más compleja de lo que parece.
La búsqueda interminable
Cada año, cerca de 20.000 restos de soldados alemanes son exhumados y reenterrados gracias al trabajo de la Volksbund Deutsche Kriegsgräberfürsorge (Comisión Alemana de Tumbas de Guerra). Esta organización sin fines de lucro, activa desde 1919, se dedica a localizar, identificar y enterrar a los millones de soldados alemanes que murieron fuera del país durante ambos conflictos mundiales, muchos de ellos en la inmensa geografía que antes ocupaba el Bloque del Este.
Según estimaciones de la Volksbund, más de 2 millones de soldados alemanes permanecen desaparecidos. Desde la caída del Muro de Berlín y el acceso a los archivos del antiguo bloque soviético, la comisión ha identificado y reenterrado a más de un millón de personas. Una labor titánica que no ha estado exenta de polémicas.
No es glorificación, es humanidad
Dirk Backen, secretario general de la Volksbund, admite que entre los restos podrían encontrarse criminales de guerra. “No queremos idealizar ni glorificar. Detrás de cada persona hay una historia humana. Cuando uno se encuentra frente a la tumba de un joven de 18 años, es imposible no pensar si soñaba con otra vida”, reflexiona.
En efecto, muchos de estos jóvenes fueron arrastrados por la maquinaria bélica nazi sin siquiera comprender el alcance de la ideología a la que servían. Sin embargo, esta narrativa ha provocado reticencias en países ocupados por Alemania durante la guerra, entre ellos Polonia, donde parte de los entierros se realiza con extrema cautela y respeto al contexto histórico.
Ostrołęka: arqueología y memoria
En la ciudad polaca de Ostrołęka, arqueólogos y empleados de Volksbund han exhumado recientemente restos de soldados alemanes enterrados informalmente en el caos de la retirada. Uno de ellos es Łukasz Karol, arqueólogo polaco que inicialmente dudaba sobre la ética del trabajo.
“Estos hombres también eran humanos, y merecen un entierro digno, aunque sirvieran a un régimen criminal”, comenta Karol.
Durante la exhumación, los trabajadores documentan cada esqueleto, buscan placas de identificación (conocidas como dog tags) y sellan los restos para una eventual identificación genética. El objetivo no es glorificar, sino cerrar un capítulo abierto hace ocho décadas.
La batalla de Halbe: caos y muerte en el frente oriental
El bosque de Halbe, donde se celebró el reciente funeral colectivo, fue testigo de la sangrienta batalla de abril de 1945, cuando el Ejército Rojo intentaba frenar el avance alemán hacia Berlín. Se estima que murieron más de 50.000 personas en menos de dos semanas. Muchos cuerpos fueron enterrados de forma improvisada o abandonados.
Martina Seiger, nieta de un joven soldado de 21 años muerto en esa batalla, nunca encontró los restos de su abuelo. Sin embargo, asiste cada año al funeral colectivo en Halbe como si fuera el suyo.
“Es lo más parecido a un entierro que puedo tener para él. Vivió con la esperanza de formar una familia, pero la guerra lo cortó todo”, dice con lágrimas.
El Día de la Victoria: luces y sombras
Mientras Halbe desentierra las cicatrices del pasado, varias ciudades europeas celebran el 80º aniversario del Día de la Victoria (Victory in Europe Day o V-E Day), conmemorando la rendición incondicional de Alemania ante los Aliados en mayo de 1945. Desde Londres hasta Moscú hay desfiles, exhibiciones aéreas y actos solemnes.
Sin embargo, como explica el historiador Dan Ellin de la Universidad de Lincoln (U.K.):
“Para muchos, fue un día de alivio. Para otros, fue una celebración con sabor demasiado amargo. Millones de familias nunca volvieron a ver a sus hijos, maridos o padres.”
El número de muertos durante la Segunda Guerra Mundial supera los 70 millones, de los cuales más de 3 millones eran soldados soviéticos fallecidos solo en 1945.
“Allí sigue mi padre bajo la tierra”
Wolfgang Bartsch, de 83 años, asistió al funeral simbólico en Halbe. Nunca pudo enterrar a su padre, muerto en el frente ruso en 1942. Su madre falleció días antes en una incursión aérea sobre Berlín. Bartsch fue criado por su abuela y durante toda su vida ha vivido con esa ausencia latente.
“Saber que mi padre está debajo de algún edificio en Oryol, sin nombre, sin cruz, sin funeral… me persigue. No encontraré la paz hasta que pueda sepultarlo con dignidad”, afirma con voz quebrada.
¿Hay redención posible?
En Alemania, hablar de la Wehrmacht todavía es una línea sensible. Aunque académicamente se distingue entre los soldados comunes y las SS responsables del Holocausto, el hecho de que la Wehrmacht sirviera a un régimen genocida complica estos actos conmemorativos. Aun así, muchos argumentan que reconocer a los muertos no es lo mismo que honrar al régimen.
Según expertos, como el sociólogo Jan Tölz de la Universidad Libre de Berlín:
“La memoria colectiva evoluciona. Lo que hoy puede ser incómodo, puede tener valor sanador mañana si se encuadra con verdad y empatía.”
Más allá del patriotismo
La Volksbund insiste en que su misión es humanitaria, no nacionalista. Con presencia en más de 45 países y colaboración con arqueólogos, gobiernos locales y comunidades, su propósito es permitir el descanso, no revivir fantasmas del pasado.
Fridolin Ambongo Besungu, cardenal africano presente en Roma para otros actos conmemorativos, recordó:
“La Iglesia y las instituciones deben mirar al pasado con compasión, pero también con firmeza ética. No todo muerto fue un héroe, pero todo muerto merece reposar.”
El tiempo no borra, solo entierra
En Halbe, bajo el cielo de primavera, los sonidos de la marcha fúnebre, las flores caídas sobre los ataúdes y las lágrimas discretas recuerdan que Europa sigue cavando su memoria en la tierra. Que los muertos sin nombre —por jóvenes, por errados, por arrastrados a un delirio colectivo— siguen reclamando un sitio al que nadie les negó, pero que la historia olvidó.
Quizás mientras el mundo celebra el fin del horror, esté aprendiendo finalmente a cerrar bien sus tumbas, sin omitir el peso de lo sucedido.