La tragedia invisible: el caso de Christian Black y la crisis en las cárceles estadounidenses

Una opinión sobre la negligencia, los abusos en centros penitenciarios y el constante desprecio por la vida de los detenidos en EE.UU.

Un video, una muerte y una verdad incómoda

Christian Black, un joven de 25 años originario de Zanesville, Ohio, murió el 26 de marzo tras ser llevado a la cárcel del condado de Montgomery. Su muerte, oficialmente considerada un homicidio por el forense del condado, desató una ola de indignación debido al trato que recibió mientras estaba bajo custodia. Las imágenes difundidas por la familia son estremecedoras: muestran a Black golpeando con desesperación la puerta de su celda antes de ser reducido por un grupo de al menos nueve agentes. Posteriormente, fue colocado en una silla de sujeción donde su cuerpo, colapsado, dejó de responder mientras los agentes y personal médico lo miraban sin intervenir con prontitud.

¿Qué es la asfixia posicional y por qué es mortal?

Según el informe del forense, la causa probable de la muerte fue asfixia posicional, una condición en la que la posición física del cuerpo impide que los pulmones se expandan de forma adecuada. Es una de las causas más comunes de muerte en situaciones donde los detenidos son sometidos a restricciones físicas.

La Asociación Americana de Psicología ha advertido desde hace años que el uso excesivo de la fuerza, combinado con actitudes negligentes por parte de oficiales, puede ser letal. La asfixia posicional también estuvo vinculada a otras muertes en custodia, incluyendo la tristemente célebre de George Floyd en 2020, quien murió por asfixia a causa de la presión mantenida sobre su cuello durante más de ocho minutos.

Negligencia institucional: nueve minutos de inacción

En el caso de Black, los abogados de la familia recalcaron que pasaron aproximadamente nueve minutos desde que fue colocado en la silla de sujeción hasta que se inició la reanimación cardiopulmonar (RCP). “No hubo sentido de urgencia”, declaró Kenya Black, padre del fallecido. Durante ese lapso, las cámaras muestran a los funcionarios comprobando signos vitales de forma pasiva, pero no realizando maniobras agresivas para salvarle la vida.

La historia de Christian Black refleja una rutina peligrosa en muchas cárceles y centros de detención norteamericanos: la deshumanización total del detenido. Una vez acorralados, etiquetados y reducidos, pareciera que el sistema deja de verlos como personas.

¿Qué pasó tras su muerte?

El sheriff del condado, Rob Streck, declaró que 10 empleados habían sido puestos en licencia administrativa mientras continúa la investigación. Pero también aclaró que esto no es una admisión de culpabilidad, sino “un paso procesal”. Esta actitud de cautela por parte de las autoridades, sumada al historial de impunidad en casos similares, hace temer que la muerte de Christian podría unirse a una larga lista de crímenes sin consecuencias penales.

De hecho, investigaciones realizadas por organizaciones como Human Rights Watch señalan que en más del 85% de las muertes bajo custodia carcelaria en EE.UU., no se presentan cargos penales contra los funcionarios responsables (fuente: HRW).

El rostro de un sistema en crisis

Estados Unidos tiene una de las poblaciones carcelarias más grandes del mundo. De acuerdo con datos del Prison Policy Initiative, más de 2 millones de personas están actualmente encarceladas en el país. De ellas, una proporción desproporcionada son personas afroamericanas y latinas. Además, año tras año se reportan cientos de muertes bajo custodia, muchas de ellas en circunstancias que podrían haberse evitado.

La historia de Christian Black destapa una problemática estructural que no es nueva. Casos como los de Elijah McClain en Colorado, Sandra Bland en Texas y Freddie Gray en Baltimore son solo algunos que comparten el mismo patrón: un individuo joven, negro, detenido por presuntas faltas menores, muere bajo custodia sin una respuesta institucional adecuada.

¿Qué nos dice esto sobre nuestras instituciones?

Este blog post no es solo una denuncia: es una reflexión dolorosa. Cada vez que una persona muere sin que se le preste ayuda, cuando ya no representa una amenaza, se reafirma la idea de que no todos los cuerpos valen lo mismo para las instituciones de justicia.

Michael Wright, uno de los abogados de la familia Black, lo expresó sin rodeos: “Está muerto por la manera en la que lo trataron. Nadie hizo nada para ayudar.”

¿Cuál es el límite de la negligencia? ¿No debería la empatía ser la base de toda actuación policial y médica? ¿Por qué sigue siendo tan difícil sancionar estas omisiones cuando está claro que se están violando derechos fundamentales?

No es un caso aislado, es parte de un sistema roto

Lo más aterrador de este tipo de historias es que no son raras. Según el U.S. Department of Justice, entre 2001 y 2019 más de 17,000 personas murieron bajo custodia en cárceles locales y estatales. Muchas de esas muertes siguen sin esclarecerse o nunca llegan a juicio.

Dentro de esta cifra se esconde una verdad brutal: el desprecio por la vida de los vulnerables, especialmente cuando son pobres, negros o con problemas de salud mental.

Las sillas de sujeción: ¿herramientas necesarias o instrumentos de tortura moderna?

La silla de sujeción es un dispositivo controversial utilizado para inmovilizar a personas agresivas o en crisis dentro de centros penitenciarios. Aunque defendida por algunos funcionarios como herramienta de seguridad, se ha denunciado múltiples veces su indebido uso y los riesgos asociados.

En un informe elaborado por la ACLU (American Civil Liberties Union), se reveló que el uso prolongado de estas sillas puede causar daños psicológicos y físicos severos, especialmente cuando se combinan con la falta de supervisión médica.

¿Qué sigue para el caso Christian Black?

El siguiente paso lógico sería que el fiscal del distrito presente cargos contra los oficiales responsables por conducta negligente o incluso homicidio culposo. Sin embargo, la historia ha demostrado que la justicia no siempre se aplica de manera equitativa. La presión de la opinión pública será también determinante en este proceso.

Además, organizaciones sociales ya han iniciado peticiones para exigir justicia por Christian. La plataforma Change.org alojó una campaña que exige la acusación penal inmediata de los oficiales implicados, logrando miles de firmas en pocos días.

La voz de su familia, el eco de muchas otras

Kenya Black, el padre de Christian, ha dicho que su hijo “tenía una vida por delante, sueños y gente que lo amaba.” Su llanto y su llamado a la justicia representan no solo a su familia, sino a las decenas de padres que han perdido a sus hijos así: en silencio, sin defensa, esposados, sentenciados por el sistema antes de tener una oportunidad justa.

¿Qué podemos y debemos exigir como sociedad?

  • Revisión exhaustiva de protocolos de uso de la fuerza. Especial atención al uso de sillas de sujeción y otros dispositivos coercitivos.
  • Entrenamiento obligatorio en atención médica y salud mental a los agentes carcelarios.
  • Responsabilidad penal individual en casos de negligencia letal.
  • Reforma judicial para garantizar procesos justos y equitativos para todas las víctimas de abuso institucional.

Christian Black no fue solo un número

Era un joven que cometió errores, sí. Que pudo haber estado implicado en un hecho delictivo, también. Pero sobre todo, era un ser humano, hijo, probablemente amigo, quizás padre. No merecía morir esposado y sin ayuda, frente a quienes tenían el deber de proteger su integridad.

Contar su historia no es agitarnos con rabia ingenua. Es un recordatorio doloroso de lo frágil que puede ser la justicia cuando olvidamos la humanidad común que nos une.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press