Port Sudán en Llamas: El Nuevo Frente Aéreo que Sacude la Guerra Civil en Sudán

La guerra en Sudán da un giro alarmante con ataques con drones sobre Port Sudán, alterando el frágil equilibrio de poder y cuestionando la seguridad de lo que era un santuario humanitario

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Port Sudán, la ciudad portuaria que hasta ahora había fungido como refugio y centro logístico para los desplazados por la guerra civil en Sudán, quedó atrapada en una nueva escalada del conflicto. El reciente ataque aéreo con drones por parte de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés) —una milicia que compite con el ejército nacional sudanés— ha sacudido el país y encendido alarmas internacionales.

¿Qué ocurrió en Port Sudán?

En la madrugada del martes, drones artillados impactaron en tres objetivos clave: el aeropuerto internacional, el puerto marítimo y un hotel en el centro de la ciudad. Según informes de medios locales y declaraciones de residentes como Abdel-Rahman al-Nour, las explosiones fueron tan fuertes que despertaron a toda la ciudad. Las columnas de humo negro eran visibles desde varios kilómetros a la redonda.

Estas ofensivas no tienen precedentes en Port Sudán desde que se transformó en una suerte de refugio para desplazados, misiones humanitarias y agencias de la ONU, después de que la capital, Jartum, se convirtiera en un campo de batalla en abril de 2023.

Port Sudán: de refugio a objetivo estratégico

Desde los inicios del conflicto, Port Sudán ha sido la puerta de entrada al resto del país, conectando a Sudán con el resto del mundo tanto por vía aérea como naval. Con la capital en ruinas, esta ciudad se convirtió en capital administrativa interina del gobierno alineado con el ejército.

Esto, sin embargo, la transformó también en blanco militar. El primer ataque ocurrió el pasado domingo, marcando un peligroso precedente. El más reciente, apenas dos días después, confirma un giro significativo: la guerra se está desplazando hacia la costa.

¿Quiénes están detrás de los ataques?

Las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), lideradas por Mohamed Hamdan Dagalo, también conocido como "Hemedti", son responsables del ataque, según fuentes militares sudanesas. Aunque los RSF no emitieron comunicado alguno reclamando autoría, los daños son evidentes.

Estas fuerzas han recibido apoyo logístico y militar —según informes de la ONU— desde Estados como Emiratos Árabes Unidos, quienes habrían proveído armamento y drones de combate. El gobierno emiratí niega rotundamente dichas acusaciones.

El contragolpe: ¿respuesta al bombardeo en Darfur?

Los analistas interpretan los ataques como una represalia directa a la ofensiva del ejército sudanés en Nyala, al sur de Darfur, donde destruyeron un depósito de armamento importante para los RSF. Esta base era un punto neurálgico para la recepción de equipos —incluidos drones— provenientes del extranjero.

La dinámica de respuesta y contrarespuesta militar confirma que, tras dos años de combates intensos, las capacidades estratégicas siguen intactas por ambos lados y el conflicto podría estar lejos de una resolución diplomática.

Costos humanos: cifras escalofriantes

  • Más de 24,000 personas han muerto oficialmente, aunque organizaciones humanitarias temen que la cifra real supere ampliamente los 40,000.
  • Al menos 13 millones de personas han sido desplazadas, cuatro millones de ellas a países vecinos como Egipto, Sudán del Sur y Eritrea.
  • Se han documentado múltiples crímenes de guerra, incluyendo limpiezas étnicas, violaciones sistemáticas y asesinatos deliberados, especialmente en la región de Darfur.

La hambruna también acecha en varias zonas del país, con regiones enteras hvoras de ayuda humanitaria debido al colapso de las rutas de suministros y el asedio militar.

El papel de la comunidad internacional

A pesar de múltiples llamados al cese al fuego, las potencias internacionales han hecho poco por frenar el conflicto. Las negociaciones en Jeddah, patrocinadas por Arabia Saudita y Estados Unidos, han fracasado en repetidas ocasiones. Cada nuevo diálogo termina torpedeado por ataques como el de Port Sudán.

Mientras tanto, organismos como ACNUR y Médicos Sin Fronteras (MSF) han sido forzados a reducir o reubicar sus operaciones, al no poder garantizar la seguridad de sus equipos sobre el terreno.

¿Qué sigue para Sudán?

La guerra inició en abril de 2023, cuando tensiones acumuladas explotaron entre los dos órganos centrales del poder militar del país: el Ejército Nacional de Sudán (SAF), encabezado por el general Abdel Fattah al-Burhan, y las Fuerzas de Apoyo Rápido.

Lo que comenzó como una lucha por la supremacía militar, ahora ha degenerado en un conflicto existencial que amenaza con desmembrar el país y sumir a cientos de miles en la miseria. Regiones como Darfur, Kordofán y ahora la costa del Mar Rojo son testimonios de la nacionalización de la violencia.

Testimonios desde el suelo

“Pensamos que Port Sudán era segura... Hasta hoy”, declaró Msha’ashir Ahmed, un periodista local. Las llamas aún seguían ardiendo al mediodía del martes, especialmente en áreas cercanas al puerto marítimo.

Otros residentes, como Abdel-Rahman al-Nour, aseguran que el ataque se sintió como “el comienzo de algo mucho peor”.

Implicaciones regionales

La cercanía de Port Sudán con el canal de Suez, así como su importancia como nodo comercial marítimo, podría internacionalizar el conflicto aún más. El cierre parcial del puerto y su aeropuerto representa una amenaza directa a las rutas de comercio del Cuerno de África y complica aún más la logística de asistencia humanitaria.

A futuro, si continúa esta escalada costera, podríamos ver reacciones más contundentes por parte de actores regionales como Egipto, Arabia Saudita y Etiopía, cuyos intereses estratégicos se ven directamente amenazados.

¿Se puede frenar la espiral de violencia?

La entrada en juego de drones ha leveado la guerra a una nueva dimensión táctica. La militarización tecnológica prolonga el conflicto y lo vuelve más mortífero, como demuestra la destrucción en Port Sudán. La comunidad internacional debe cuestionarse ahora no solo cómo mediar, sino también cómo impedir el flujo de armas.

Mientras no se detenga el suministro externo de armas u ocurran sanciones significativas a los actores que las promueven, el conflicto corre el riesgo de intensificarse sin fin visible a corto plazo.

Por ahora, la población civil es la única que paga el precio.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press