¿Vale la pena ser orgánico? El dilema que divide al campo estadounidense
Mientras granjas como Twin Birch apuestan por la sustentabilidad sin certificación, otras luchan por mantener el distintivo 'orgánico' en un mundo cada vez más escéptico
Por años, el sello "orgánico" fue sinónimo de calidad, cuidado por el ambiente y un precio más alto con justificación ética. Hoy, sin embargo, muchos agricultores en EE.UU. se enfrentan a la creciente realidad de que ese certificado ha perdido prestigio, eficacia y rentabilidad. ¿Podría estar muriendo el ideal orgánico?
Jeremy Brown: Una vaca con nariz rosada y una visión clara
En Skaneateles, Nueva York, el granjero Jeremy Brown acaricia la nariz rosada de una ternera y dice: “Ellas son las jefas, son las reinas del establo”. En su granja, Twin Birch Dairy, no sólo se cuida la vida de las más de 3,200 vacas que alberga, sino también el futuro del planeta. Con prácticas como el uso de raspadores eléctricos para el estiércol, refrigeración de la leche con agua reciclada y la producción interna de su forraje, Brown ha logrado reducir significativamente las emisiones de metano —uno de los gases de efecto invernadero más potentes— sin depender de la certificación orgánica.
“Los rumiantes no son el problema, son la solución al cambio climático”, dice Brown, desafiando la narrativa común sobre el ganado y el calentamiento global.
¿Dónde quedó el entusiasmo por lo orgánico?
Las estadísticas son contundentes. Entre 2019 y 2021, la cantidad de tierras certificadas como orgánicas en Estados Unidos cayó casi un 11%, según el Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA). Este descenso, aunque parezca pequeño, es significativo si consideramos que las tierras orgánicas representan menos del 1% del total nacional.
Las razones son múltiples. Convertir una granja convencional a una orgánica puede costar decenas de miles de dólares. Además, las reglas del Programa Nacional Orgánico son rígidas y, a ojos de muchos, obsoletas: fueron emitidas en 2000. En una era marcada por la tecnología y la crisis climática, sus limitaciones conspiran contra su propio ideal.
“Orgánico” vs. “Sustentable”: dos caminos, una misma meta
Brown lo dice sin tapujos: no buscará nunca la certificación orgánica. ¿Por qué? Porque implicaría mayores costos, más mano de obra, y el abandono de tecnologías que hacen que su leche llegue más económica al consumidor.
“¿El cultivo orgánico es solo una palabra?”, se pregunta. Y no está solo. Muchos agricultores han abandonado el certificado o nunca lo buscaron, pese a implementar prácticas sumamente responsables.
El profesor Frank Mitloehner, experto en ciencias animales en UC Davis, es claro: “La falta de flexibilidad y eficiencia está alejando a los agricultores del orgánico”. Según él, de no reformarse los estándares, podríamos estar asistiendo al ocaso del movimiento orgánico.
La sombra del fraude: el caso de Iowa
En 2018, un escándalo sacudió los cimientos del sistema. Un agricultor en Iowa fue descubierto vendiendo granos etiquetados como orgánicos cuando en realidad no lo eran. Las consecuencias fueron devastadoras: inspecciones más estrictas, papeleo duplicado y costos en aumento para los granjeros legítimos. Uno de estos afectados es Shannon Ratcliff, copropietaria de Shannon Brook Farms en Nueva York.
“Se complicó todo”, dice Ratcliff. Su socio, Walter Adam, añade: “Ya ni los jóvenes quieren aprender el oficio. No conseguimos a nadie dispuesto para el trabajo”.
Adam debe viajar cada semana a Manhattan para vender su carne y huevos, mientras ayuda los domingos en el mercado de Brighton. Para ellos, mantener el negocio y proteger el certificado orgánico es una lucha contra la corriente.
Bolton Farms: el otro lado, aún creyente
En Hilton, Nueva York, John Bolton dirige una granja hidropónica, Bolton Farms, donde cultiva sin pesticidas ni suelo; todo en agua enriquecida con nutrientes. Aunque desconfía del proceso, está decidido a obtener la certificación.
“Es trabajo y es caro. Pero ayuda a las ventas, y además... se siente bien”, comenta. ¿Su truco para mantener las plagas a raya? Soltar 1,500 mariquitas para combatir los pulgones de manera natural. No hay pesticidas, sólo biología aplicada.
Bolton también vive los efectos del cambio climático. Un día caluroso afecta no solo a sus trabajadores, sino a sus cultivos. “Es devastador”, asegura, mientras su equipo empaca bolsas de lechuga orgánica con esmero casi artesanal.
El consumidor, ¿al rescate?
Aaron Swindle, empleado de un supermercado, no comienza sus domingos sin visitar el mercado de Brighton con su hija Zoe para comprar productos orgánicos. Para él, “la calidad de sabor marca la diferencia cuando las cosas crecen cerca”. Swindle es parte de una minoría fiel que conserva la fe en los productos del sello verde.
¿Un futuro sin orgánicos?
Mitloehner lo resume con realismo: “Estoy asombrado de que tantos agricultores orgánicos hayan podido producir así por tanto tiempo”. Según él, la actual pérdida de consumidores podría arruinar el mercado completamente si no se transforma.
Por su parte, consumidores como Swindle y agricultores como Bolton siguen resistiendo. Pero, del lado opuesto, Jeremy Brown y un número creciente de granjeros sostienen que ser sustentable no debería estar atado a un certificado costoso.
Así, el debate sigue latente: ¿Conviene seguir apostando a lo orgánico, o debemos redefinir las reglas del juego agrícola para un nuevo siglo?
Una cosa está clara: el campo está vivo, cuestionando su presente y pensando su futuro. Y en ese proceso, los consumidores tenemos un rol protagónico que jugar... cada vez que elegimos qué poner en nuestro carro de compras.