Crowdfunding, racismo y cultura de la cancelación: la batalla cultural que estalla en internet

Una mujer enfrenta críticas por usar un insulto racial contra un niño, pero recibe más de $700,000 en recaudaciones. ¿Es esto justicia, impunidad o un producto del contexto político actual?

El incidente que desató la tormenta

Un video que circuló en redes sociales mostró a una mujer blanca de Minnesota insultando con una palabra altamente ofensiva y racial a un niño afroamericano de cinco años en un parque infantil. El video, grabado por un hombre que presenció el hecho en Rochester (a 145 km al sur de Minneapolis), muestra a la mujer reafirmando su insulto con gestos obscenos tras ser confrontada. El pequeño fue descrito como alguien dentro del espectro autista, lo que empeora el contexto del ataque verbal.

La reacción fue inmediata: millones de visualizaciones, una avalancha de indignación en redes sociales... y sorprendentemente, el inicio de una colecta que hasta ahora ha reunido más de $700,000 en la plataforma cristiana de recaudación GiveSendGo para cubrir sus "gastos de reubicación" debido a las amenazas que ha recibido.

¿Solidaridad o apología del racismo?

Resulta difícil entender por qué una persona que ha tenido una conducta ampliamente considerada racista, ofensiva y agresiva hacia un niño, ha recibido una lluvia de dinero de simpatizantes que han justificado o minimizado su conducta. Hay quienes alegan que ella actuó por frustración porque el niño revisó la pañalera de su hijo menor. Una excusa que muchos consideran inaceptable para insultar con una palabra históricamente ofensiva.

La campaña provocó una respuesta de la comunidad: la NAACP local (Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color) organizó una contracampaña para apoyar a la familia del niño, y logró recaudar $340,000 hasta que esta se cerró por decisión del entorno del menor, deseoso de privacidad.

Una cultura dividida entre "cancelar" y castigar

Este evento revive un debate tenso en la cultura estadounidense: ¿debemos "cancelar" a quien actúa mal o permitir que enfrente consecuencias? La profesora Franciska Coleman, de la Facultad de Derecho de la Universidad de Wisconsin, explica la diferencia:

  • Cancel culture (cultura de la cancelación): se refiere a marginar socialmente a una persona por sus acciones, incluso dejándola sin empleo o vida pública.
  • Consequence culture (cultura de las consecuencias): busca que se asuman responsabilidades reales por actos peligrosos.

Según Coleman, muchos defensores de la mujer atacada por la opinión pública actúan como reacción a esta "cultura de cancelación", pero olvidan que hay conductas —como agredir verbalmente a un niño usando un insulto racial— que no deberían tener cabida ni justificación.

Un patrón que se repite: el dinero como escudo ideológico

Este no es el primer caso en el que alguien considerado por muchos como instigador de un hecho violento o racialmente cargado recibe apoyo financiero masivo:

  • Kyle Rittenhouse, quien mató a dos manifestantes en Kenosha, Wisconsin, durante protestas por justicia racial. Fue absuelto y posteriormente recibió apoyo económico y simbólico.
  • Daniel Penny, un exmarine acusado de homicidio por colocar en una llave mortal a un indigente afroamericano en el metro de Nueva York. Su defensa recaudó más de $2 millones.
  • George Zimmerman, quien mató al adolescente Trayvon Martin en 2012 en Florida y fue absuelto por defensa propia, también fue beneficiado financieramente por simpatizantes.

Todos estos nombres aparecen en un contexto similar: una división política donde ciertos sectores ven a estas personas como "víctimas" del sistema o "héroes" de la libertad de expresión y autodefensa.

La política como catalizador del odio

Para el Dr. Henry Taylor, director del Center for Urban Studies en la Universidad de Buffalo, estos casos se alimentan de una corriente ideológica que culpa a las minorías de los problemas sociales, económicos o políticos. Esta narrativa, donde minorías étnicas o iniciativas de equidad son vistas como amenazas, gana terreno en algunos sectores políticos y culturales en Estados Unidos.

El odio que antes era tácito ahora se manifiesta abiertamente. “Hay un racismo que flotaba bajo la superficie. Estos eventos le permiten salir sin máscaras”, señala Taylor.

Además, internet y las plataformas de crowdfunding permiten ejercer el odio con anonimato. La página de la mujer en GiveSendGo desactivó los comentarios después de que muchos usaran también lenguaje racista contra el niño. Actuar sin el rostro expuesto, da alas a quienes encuentran en el discurso de odio una válvula de escape.

¿Límites de empatía o doble moral?

Es cierto: la mujer también ha recibido amenazas, incluyendo de violencia sexual y amenazas de muerte—aunque ningún acto racista justifica tal acoso. Sin embargo, algunos simpatizantes han convertido su caso en una cruzada política, olvidando que la víctima inicial fue un niño de cinco años. Un niño autista.

Detrás del respaldo económico, hay también una batalla de discursos. "Ella no merece ser tratada como una terrorista doméstica", dijo Matt Walsh, comentarista conservador, reconociendo el uso del insulto pero pidiendo compasión para la mujer. El problema no es solo lo que se dijo, sino lo que representa: personas defendiendo actos de odio bajo la bandera de la libertad personal.

¿Y ahora qué? El sistema judicial, en espera

La policía de Rochester ha completado su investigación y presentó el caso al fiscal municipal, quien debe decidir posibles cargos. Mientras tanto, la plataforma GiveSendGo sigue sin emitir comentarios y muchos se preguntan si será habitual que personas con actos discriminatorios recauden millones si su causa resuena con ciertos sectores.

La pregunta base sigue siendo: ¿dónde trazamos la línea entre las consecuencias y la cultura de cancelación? ¿Y qué estamos enseñando como sociedad si decir una palabra racialmente agresiva contra un niño no solo no conlleva consecuencias inmediatas, sino que además proporciona un beneficio económico directo?

Como sociedad, está claro que las plataformas digitales funcionan como un espejo de nuestros valores, pero también como aceleradores de nuestras contradicciones.

El silencio de la neutralidad tecnológica

Plataformas como GiveSendGo u otras similares siguen sin regulación o filtros activos contra discursos problemáticos, algo que algunos expertos consideran problemático. Si bien GoFundMe ha rechazado campañas similares en el pasado (como en el caso de Kyle Rittenhouse), GiveSendGo ha demostrado estar dispuesta a dar espacio a causas promovidas por sectores ultraconservadores con bases religiosas, incluso si eso implica permitir el uso indirecto de discursos de odio.

Más allá del caso: una fractura cultural que está lejos de cerrarse

Lo que este episodio ha demostrado es que Estados Unidos sigue profundamente dividido, no solo políticamente, sino moralmente. Hay quienes consideran inadmisible cualquier agresión verbal hacia un niño, en especial con connotación racial. Y hay otros que, aún reconociendo lo indebido de las palabras, priorizan defender la libertad del agresor, amplificándolo con dinero, presencia mediática e incluso reverencias simbólicas en medios conservadores.

¿Estamos realmente luchando contra el racismo, o solo estamos maquillando un sistema de valores rotos con nuevas formas tecnológicas de recompensa?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press