Gaza bajo fuego: quemaduras, hambre y un sistema de salud al borde del colapso

Mientras miles de palestinos luchan por sobrevivir a los ataques y penurias, niños como Hamza y Layan son víctimas del bloqueo israelí y de un sistema sanitario colapsado

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Infancia en llamas: el caso del pequeño Hamza

En un rincón del Hospital Nasser en Khan Younis, al sur de Gaza, el cuerpo pequeño y frágil de Hamza Abu Shabab, de tan solo 7 años, yace cubierto de vendas. Su madre, Iman, retira cuidadosamente su camiseta para aplicar ungüentos sobre las quemaduras de tercer grado que cubren su cabeza, cuello y hombros. No fueron causadas directamente por una explosión, sino por el terror. Al oír una fuerte detonación de un bombardeo israelí, Hamza volcó accidentalmente una bandeja de arroz y lentejas hirviendo sobre su cuerpo dentro de la tienda de campaña donde vive su familia desplazada.

Hamza ha pasado por nueve cirugías, cuatro en su pequeño rostro. Y su madre lucha para que trague pastillas porque ya no hay jarabes analgésicos disponibles en el hospital. “Si no fuera por el bloqueo, ya estaría curado”, afirma Iman con un dejo de resignación.

Un bloqueo que ahoga y mata lentamente

Desde el 2 de marzo de 2025, Israel ha impuesto un bloqueo total a la Franja de Gaza, impidiendo el ingreso de alimentos, medicamentos, combustible y suministros esenciales. El resultado: un sistema sanitario colapsado, niños con infecciones por quemaduras, y una población asfixiada por el hambre y el miedo.

Según Médicos Sin Fronteras (MSF), los hospitales como Nasser deben administrar recursos cada vez más escasos, sin analgésicos adecuados, sin anestesia suficiente y sin insumos básicos para tratar heridas graves. Julie Faucon, coordinadora médica de MSF en Gaza y Cisjordania ocupada, advierte que la situación empeora cada día: “Las quemaduras son extremadamente dolorosas y vulnerables a infecciones, pero ya no tenemos ni vendajes ni medicamentos”, afirma.

Un aumento alarmante de los casos de quemaduras

Desde que Israel reanudó los bombardeos en marzo, el hospital Nasser reporta un aumento de cinco veces en pacientes con quemaduras causadas por ataques o accidentes relacionados con las condiciones precarias de vida. De cinco casos diarios se ha pasado a veinte. Faucon explica que muchas de las quemaduras afectan hasta el 40% del cuerpo y que algunos mueren por complicaciones respiratorias o infecciones severas.

Los desplazados cocinan como pueden, sobre fogatas improvisadas con leña, en medio de hacinamiento, telas inflamables y sin infraestructura básica. Así fue como sucedió el accidente de Hamza, pero también el de Layan Ibrahim Sahloul, de 4 años, quien no sólo se quemó en la cara y el abdomen por un ataque directo sobre su casa, sino que además perdió a su madre embarazada y dos hermanos, y quedó sepultada por los escombros.

Malnutrición: una doble condena

El cuerpo de Layan, como el de muchos niños en Gaza, tampoco tiene defensas. La comida escasea tanto como los medicamentos. El proceso de curación se enlentece cuando los nutrientes no son suficientes. Su tía Raga comenta con angustia: “Está retraída, asustada todo el tiempo, y temo que tarde meses en sanar lo que debería llevar semanas”.

Datos alarmantes del Programa Mundial de Alimentos muestran que el 70% de la población infantil en Gaza ya presenta síntomas de malnutrición severa. Sin proteínas, hierro y vitaminas, los cuerpos en crecimiento no sólo se debilitan, sino que se vuelven incapaces de regenerarse tras quemaduras.

Condiciones médicas imposibles

El hospital Nasser, que alberga ya a más de 70 pacientes por quemaduras (el límite absoluto de su capacidad) tiene que rechazar o derivar casos adicionales. Las salas están saturadas, no hay suficientes camas ni especialistas. Los casos más graves, como el de Mira al-Khazandar, de 10 años, requieren cirugía reconstructiva. Sin embargo, con la mayoría de los cirujanos plásticos fuera de Gaza o sin permiso para ingresar, las perspectivas son escasas.

Su madre busca desesperadamente cremas y antibióticos en farmacias locales, muchas ya cerradas o saqueadas. “Tiene que ir al hospital con frecuencia, pero el camino la debilita más. No puede dormir del dolor, y las medicinas ya no hacen efecto”, relata Haneen al-Khazandar, visiblemente agotada. “No hay descanso; ni siquiera de noche”.

La dimensión política del sufrimiento

Israel sostiene que el objetivo del bloqueo y la intensificación de la ofensiva militar es presionar a Hamás para que libere a 59 rehenes restantes y acepte desarmarse. Sin embargo, organizaciones de derechos humanos como Human Rights Watch han calificado el bloqueo como una política de hambruna intencional, y una posible violación del derecho internacional humanitario sobre crímenes de guerra.

Durante una reunión reciente del gabinete de seguridad liderado por Benjamín Netanyahu, se afirmó que “hay suficiente comida en Gaza”, pero sin datos ni justificaciones. Mientras tanto, los organismos humanitarios alertan de una crisis sanitaria sin precedentes: más del 85% de los hospitales en Gaza están fuera de servicio o funcionando al límite de su capacidad sin recursos básicos.

Una tragedia invisible para el mundo

Las cifras que salen de Gaza ya deslumbran por su crueldad: miles de heridos, al menos 15.000 fallecidos según cifras no oficiales, y una población mayoritariamente desplazada viviendo en refugios improvisados. Cientos de niños han sufrido amputaciones y lesiones graves, y según UNICEF, al menos un millón de menores necesita atención psicológica urgente.

Pese a la magnitud de la crisis, el acceso de periodistas, médicos extranjeros y ayuda humanitaria sigue restringido. Grupos como la Media Luna Roja, Médicos Sin Fronteras y Naciones Unidas denuncian que se les niega regularmente la entrada de personal o insumos.

“Sin intervención inmediata, no se trata de si muchos morirán, sino de cuándo”, dijo el coordinador humanitario de la ONU para los territorios palestinos, Martin Griffiths.

Niños entre escombros y traumas

Además del dolor físico derivado de sus heridas, los niños de Gaza están experimentando un trauma psicológico devastador. El ruido de los aviones, los estallidos en la noche, la muerte de sus familiares y el hacinamiento en carpas traumáticas afecta sus patrones de sueño, alimentación y habla. Muchos dejan de comer, otros se orinan en la cama, algunos ya ni articulan palabras.

Los especialistas en salud mental están sobrecargados o incluso ausentes. Las pocas sesiones que existen intentan, sin éxito, controlar un mar de ansiedad y tristeza. “Estos niños no están creciendo. Están sobreviviendo como pueden, muchos con el alma rota antes de cumplir 10 años”, comentó un trabajador social anónimo que colabora en Khan Younis.

¿Dónde está la comunidad internacional?

La inacción mundial frente a la situación de Gaza es tan evidente como dolorosa. A pesar de la evidencia gráfica, de los informes de la ONU, Cruz Roja y organismos de derechos humanos, la presión diplomática ha sido insuficiente para garantizar un cese al fuego humanitario o un corredor de ayuda eficaz y permanente.

“No podemos justificar más tiempo esta parálisis. Las bombas matan, sí. Pero la indiferencia también”, declaró en el Consejo de Seguridad el embajador de Noruega, uno de los pocos países que ha distribuido ayuda aérea de emergencia.

Cuando curar duele más que la herida

El horror de la guerra en Gaza no se mide sólo por el número de víctimas, sino por las condiciones inhumanas en las que deben recuperarse heridas abiertas. Para Hamza, Mira y Layan, el dolor de sobrevivir es quizás más profundo que el de la quemadura misma. Es la espera sin esperanza, la medicina que no llega, la comida que no alimenta, los sueños que se evaporan cada noche entre los escombros.

La guerra, dicen, es cruel. Pero lo que estos niños viven no es solo guerra. Es abandono. Y cada minuto que pasa, el abandono acarrea nuevas cicatrices que ningún ungüento podrá nunca borrar.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press