JD Vance, Ucrania y Rusia: ¿es realista la búsqueda de una paz negociada o una ilusión geopolítica?
El vicepresidente de EE. UU. ofrece un tono pragmático sobre el conflicto en Ucrania y los caminos hacia una resolución, alejándose de una línea más dura impuesta por la administración de Trump
Una visión alternativa desde Washington sobre Ucrania
En su más reciente aparición pública durante una reunión de la Conferencia de Seguridad de Múnich en Washington, el vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, sorprendió con un enfoque diplomático inusualmente moderado respecto a la guerra en Ucrania. A diferencia de la retórica del presidente Donald Trump, quien ha expresado dudas sobre el deseo del presidente ruso, Vladímir Putin, de finalizar el conflicto, Vance dijo que no ve a los rusos como completamente desinteresados en alcanzar una resolución.
“No diría que los rusos no están interesados en resolver este asunto,” afirmó Vance. “Lo que diría es que, por ahora, están pidiendo un cierto conjunto de requisitos y concesiones para poner fin al conflicto. Creemos que están pidiendo demasiado.”
La difícil danza de la diplomacia y las exigencias rusas
El vicepresidente no detalló cuáles son esas demandas rusas que Estados Unidos considera “excesivas”. Esto abre la puerta a múltiples interpretaciones sobre las condiciones planteadas por Moscú, que podrían ir desde el reconocimiento de los territorios anexados ilegalmente, como Crimea o regiones del Dombás, hasta compromisos por parte de Ucrania de no ingresar a la OTAN.
Históricamente, Rusia ha utilizado las negociaciones de paz como herramienta de táctica para consolidar sus ganancias territoriales o ganar tiempo, como se evidenció con los Acuerdos de Minsk en 2014 y 2015, los cuales no lograron evitar el estallido de una guerra a gran escala en febrero de 2022. Las demandas “excesivas” podrían muy bien estar alineadas con el deseo de formalizar aquello que tomó por la fuerza.
Estados Unidos y su rol ambiguo en las negociaciones
Vance dejó de lado críticas previas hacia el presidente ucraniano Volodímir Zelensky, las cuales resonaron particularmente durante una tensa reunión en febrero de este año en la Oficina Oval. Esta vez, enfatizó el reconocimiento de la voluntad ucraniana de considerar un alto al fuego de 30 días, lo cual Moscú rechazó por considerar que “no está dentro de sus intereses estratégicos.”
“Tratamos de mirar más allá del obsesivo enfoque en el alto al fuego y enfocarnos en cómo se vería un acuerdo de paz a largo plazo,” agregó Vance.
Este deseo por parte de niveles altos del gobierno estadounidense —representado ahora por la figura del vicepresidente— de explorar opciones diplomáticas más complejas contrasta con el enfoque unilateral y militarista de buena parte del Congreso republicano, y hasta cierto punto, del propio presidente Trump.
Una dinámica trilateral: Rusia, Ucrania y Estados Unidos
La política exterior de Estados Unidos hacia el conflicto ha estado marcada por un constante vaivén, en parte debido a la polarización política interna. Mientras que sectores más conservadores buscan imponer duras condiciones a Kiev para asegurar que se concreten negociaciones —incluso si esto implica ceder territorio ucraniano— otros, especialmente dentro del partido Demócrata, insisten en la necesidad de apoyar irrestrictamente a Ucrania hasta la completa restitución de su integridad territorial.
Es importante destacar que Vance no solo criticó el enfoque europeo sobre la libertad de expresión en una cumbre previa en Múnich —lo cual generó cierta polémica— sino que también extendió esa crítica hacia su propio país, afirmando que tanto Europa como Estados Unidos “se han desviado del camino,” en referencia a valores democráticos fundamentales.
“No es que Europa está mal y América está bien. Ambos nos hemos salido del camino, y animo a que volvamos juntos al camino correcto,” explicó el vicepresidente el miércoles.
Un tono estratégico para la imagen internacional de Vance
JD Vance, quien se ha convertido en una figura clave dentro del gobierno de Trump, parece estar cultivando una imagen más sobria y pragmática en política exterior. Su visión de un “new realism” contrasta con las aristas más combativas de parte del trumpismo, y puede interpretarse como un intento de ganar legitimidad ante interlocutores internacionales, especialmente en Europa.
El hecho de que Vance no repitiera duras críticas hacia Zelensky —aunque las hiciera en el pasado— y reconociera públicamente la flexibilidad ucraniana para explorar opciones de cese al fuego, abre un espacio de análisis interesante acerca de la dirección que tomará Washington en los próximos meses con respecto al conflicto.
¿Es viable una paz negociada?
En círculos académicos y de análisis geopolítico, la idea de una paz negociada en el conflicto ruso-ucraniano no es nueva pero sí altamente debatida. Algunos analistas, como Samuel Charap del think tank RAND Corporation, han expresado que “el conflicto tiene riesgos de escalada constantes y corre el peligro de convertirse en una guerra prolongada sin final claro.”
El gran dilema reside en cómo hacer que ambas partes —Moscú y Kiev— encuentren un terreno común donde ninguna parezca haber capitulado. Para Ucrania, cualquier concesión territorial es vista como traición a la soberanía. Para Rusia, ceder el control ya ejercido sobre regiones ocupadas es una muestra de debilidad que puede erosionar el poder de Putin internamente.
Las encuestas de opinión interna en ambos países reflejan estos obstáculos:
- 78% de los ucranianos apoyan continuar la guerra hasta retomar todos los territorios, según una encuesta de Rating Group en mayo de 2024.
- En Rusia, casi el 70% aprueba la “operación militar especial”, según el Centro Levada en abril de 2024.
El alto al fuego: arma de doble filo
Estados Unidos y la comunidad internacional han buscado fórmulas de alto al fuego temporales para disminuir los combates. Pero hasta ahora, estos esfuerzos han sido inútiles por la desconfianza de Moscú y su lectura de que, militarmente, aún puede avanzar en el este ucraniano. Rusia ha dejado claro que un cese al fuego “temporal” puede frenar su ventaja táctica y permitir a Ucrania rearmarse.
Históricamente, este tipo de pausas han beneficiado más a quien se encuentra a la defensiva, lo cual puede explicar por qué Estados Unidos ahora apuesta a ir directamente a una negociación a largo plazo.
El factor europeo y el ocaso de la diplomacia tradicional
Europa ha sido protagonista a medias. Si bien países como Francia y Alemania han intentado posicionarse como mediadores o facilitar conversaciones, la iniciativa ha sido desplazada en gran medida por el implacable flujo de armas y financiamiento militar desde Washington hacia Kiev.
JD Vance parece sugerir que la diplomacia tradicional aún tiene lugar en este conflicto, bajo un enfoque diferente al de sanciones y apoyo militar indefinido. Esta postura, no obstante, genera fricciones dentro del gobierno estadounidense, donde aún persisten divisiones sobre cuánto presionar a Ucrania y cuánto ceder ante Rusia.
¿Y qué pasa con la OTAN?
Ningún comentario oficial de Vance abordó directamente el papel de la OTAN. Sin embargo, uno puede inferir que cualquier negociación “seria” que involucre a Moscú probablemente incluiría demandas explícitas para frenar la expansión militar occidental en el este de Europa.
Ya en 2021, meses antes de invadir Ucrania, Rusia había exigido que Ucrania no ingresara jamás a la OTAN, una línea roja para el Kremlin que ha condicionado numerosas rondas de negociación previas. Si bien Kiev ha insistido en mantener su soberanía para decidir sus alianzas, este punto permanece como uno de los más conflictivos.
¿Es este el nuevo rostro del trumpismo exterior?
Es difícil saber si la postura de Vance representa un viraje de fondo en la política exterior de Trump o simplemente una estrategia de presentar un ala “moderada” dentro del gobierno republicano. Lo cierto es que, por ahora, ofrece una narrativa diferente: más pragmática, menos radical y, sobre todo, más enfocada en soluciones diplomáticas que militares.
El vicepresidente parece estar adoptando un “realismo estratégico”, donde lo ideal —la restitución completa del territorio ucraniano— choca con la realidad de un conflicto estancado, una población rusa movilizada por el nacionalismo y una Europa que está perdiendo la paciencia con los efectos secundarios de la guerra (inflación, energía, migración).
De lo que sí hay consenso es que el rol de Estados Unidos seguirá siendo determinante. Y si JD Vance mantiene este tono conciliador, podríamos estar ante una nueva etapa de diplomacia estadounidense, guiada por la necesidad, más que el idealismo.