¿Cómo se construye una COP para salvar el Amazonas mientras se destruye su selva?
La contradicción detrás de la COP30 en Brasil: una carretera hacia la deforestación en nombre del desarrollo urbano
Una carretera en plena selva en nombre del clima
Mientras Brasil se prepara para acoger la conferencia climática más ambiciosa hasta la fecha, la COP30, en plena región amazónica, un proyecto vial en la ciudad sede ha despertado una tormenta de críticas tanto locales como internacionales. Se trata de la avenida Liberdade, un tramo de 13 kilómetros destinado a mejorar la circulación vial en Belém, capital del estado de Pará. El problema: esta vía atraviesa una de las últimas áreas verdes protegidas dentro del perímetro urbano de la ciudad.
¿Progreso o retroceso ambiental?
Belém, ubicada en el extremo oriental de la Amazonía brasileña, alberga aproximadamente 2,5 millones de habitantes y ha sido elegida como sede de la COP30, que se celebrará en noviembre de 2025. No obstante, la construcción de esta avenida, aunque planificada desde 2020, contradice abiertamente uno de los principales mandatos de esta cumbre: la conservación de la biodiversidad.
Históricamente, la construcción de carreteras en la Amazonía ha estado directamente relacionada con la deforestación y el desarrollo urbano no planificado. Según un informe del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), más del 95% de la deforestación en la Amazonía ocurre a menos de 5 km de una vía de acceso. Con estos antecedentes, ¿cómo justificar un proyecto asfaltado en el corazón de una zona protegida?
¿Liberdade… de construir?
El proyecto está situado dentro de un área de conservación creada en 1993, con límites que protegen dos lagos, una cuenca hidrográfica y un ecosistema en recuperación. La zona, mayor que Manhattan en superficie, admite la presencia de propiedades privadas y obras públicas, generando una permisividad peligrosa para su conservación.
"Incluso tomando medidas para mitigar daños, es difícil imaginar una carretera construida a la orilla del río Guamá sin que esto desemboque en ocupaciones ilegales", advierte Roberta Rodrigues, profesora de Arquitectura de la Universidad Federal de Pará.
Una COP entre promesas y contradicciones
El propio presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, ha hecho del combate contra la deforestación una bandera de su administración. Ha prometido que esta será "la mejor COP de la historia" precisamente porque se desarrollará en el corazón del bioma amazónico. En febrero, durante una visita a las obras en Belém, Lula afirmó:
“El tema principal de todas las COP anteriores fue la Amazonía. Esta vez, la COP está en la Amazonía. Haremos historia.”
Pero la realidad sobre el terreno dista de ese discurso comprometido. Aunque el gobierno federal afirmó que esta carretera no forma parte de los 33 proyectos de infraestructura específicos para la COP30, el hecho de que se inaugure antes de noviembre y que se presente como mejora urbana en pleno contexto climático genera inquietantes señales.
Urbanismo caótico, legalización retroactiva
El caso de la avenida Liberdade no es un fenómeno aislado. El crecimiento urbano en Brasil sigue un patrón desordenado, informal e intensamente especulativo. Áreas públicas o protegidas han sido históricamente invadidas con construcciones irregulares —desde humildes viviendas hasta proyectos de lujo— que posteriormente son legalizados bajo presión social o corrupción política.
En la Amazonía, este ciclo es letal. Donde se abre un camino, sigue la deforestación, y no solo por intereses comerciales: la conectividad altera ecosistemas aislados y permite la entrada de actividades ilegales, desde la minería clandestina hasta el narcotráfico.
El papel de Pará y el enfoque extractivista
El estado de Pará, anfitrión de la COP30, también es protagonista de otras controversias. Su gobernador, Helder Barbalho —un aliado político de Lula— defiende la exploración de petróleo en la desembocadura del río Amazonas. Una postura que alimenta la narrativa de un desarrollo extractivista disfrazado de sostenibilidad.
“Decimos que queremos salvaguardar la Amazonía, pero seguimos perforándola, cortándola y asfixiándola en nombre del progreso”, sostiene Marina Silva, exministra de Medio Ambiente y una de las figuras más reconocidas en la defensa del bosque tropical.
Hipocresía climática: cuando el escaparate se impone a la acción
Esta carretera representa un símbolo potente de lo que muchos expertos denominan greenwashing institucional, es decir, aparentar cuidar el medio ambiente mientras se mantiene la lógica de destrucción ambiental estructural.
“La COP30 debería ser una vitrina de soluciones realmente verdes, pero hasta ahora las señales apuntan a una vitrina con fondo de concreto”, resume el investigador ambientalista Pedro Telles, del Instituto Socioambiental.
La construcción de Liberdade recuerda mucho al caso del proyecto vial Interoceánica Sur, que vinculó Brasil y Perú y que, según WWF, contribuyó a una deforestación de más de 150.000 hectáreas en zonas colindantes apenas 5 años después de su finalización.
Datos alarmantes sobre deforestación reciente
En 2022, antes del regreso de Lula al poder, la Amazonía brasileña perdió más de 10.000 km² de bosque, el equivalente a siete veces la ciudad de São Paulo, según datos del sistema PRODES/INPE. Durante el primer año del nuevo gobierno, la deforestación se redujo alrededor de un 50%, como parte de las nuevas políticas ambientales del PT.
Aun así, organizaciones como Greenpeace y Observatório do Clima han señalado que la presión de los grandes intereses agrarios e inmobiliarios sigue muy presente en las decisiones estatales y federales.
El dilema del desarrollo en la era climática
La construcción de infraestructura para una ciudad amazónica no es, per se, una mala decisión. El problema pasa por cómo se planifica, cuál es su impacto ambiental y si responde o no a urgencias sociales. Belem tiene grandes déficits en servicios básicos, pero la apuesta de Liberdade deja en evidencia que las prioridades urbanas en Brasil aún no están alineadas con la justicia climática y ambiental.
No podemos seguir hablando de combatir el cambio climático mientras se arranca el corazón verde del planeta por una promesa de tráfico más fluido. Un evento como la COP30 debería marcar un punto de inflexión, no un monumento de asfalto en honor a la contradicción.
Mientras tanto, la Amazonía observa
Desde el margen del río Guamá, los bosques aún en pie se alzan como testigos silenciosos. Transformar este evento en una oportunidad real depende menos de discursos grandilocuentes y más de decisiones valientes y éticas.
“No necesitamos una COP en la Amazonía para saber lo importante que es su conservación. Lo que necesitamos es coherencia política y acciones urgentes”, concluye Telles.