El infierno de los migrantes en Libia: ¿Cómo Occidente perpetúa el sufrimiento?

Mientras EE.UU. y Europa planean deportaciones y financian fuerzas locales, miles de migrantes son víctimas de tortura, esclavitud y desaparición en una Libia sin ley

Una tragedia silenciosa frente al Mediterráneo

Libia se ha convertido en uno de los escenarios más aterradores para quienes huyen de la pobreza, la guerra o la persecución. En su intento desesperado por alcanzar una vida mejor en Europa, decenas de miles de migrantes acaban atrapados en un país devastado por una guerra civil, controlado por milicias armadas y considerado por muchos observadores internacionales como un infierno para los derechos humanos.

Informes recientes revelan que hay intenciones de deportar a migrantes desde Estados Unidos hacia Libia, lo que ha desatado críticas desde organizaciones de derechos humanos que alertan sobre el destino fatal que les espera. Aunque parezca increíble, esta propuesta podría concretar uno de los movimientos más inhumanos en la política migratoria moderna.

Libia: un Estado fallido dividido entre milicias

Desde el derrocamiento y asesinato de Muamar Gadafi en 2011, Libia ha quedado inmersa en una lucha interminable entre gobiernos paralelos y caudillos armados. Por un lado, el Gobierno de Unidad Nacional con sede en Trípoli, liderado por Abdul Hamid Dbeibah; por el otro, el mando militar del general Khalifa Hifter en el este del país.

A pesar de sus diferencias, ambos bandos han sido acusados de tolerar —o incluso participar— en redes de trata de personas y explotación de migrantes. Según Tarek Megerisi, analista en el European Council on Foreign Relations, “las milicias funcionan como empresas criminales, y el tráfico de personas es uno de sus negocios más lucrativos”.

Centros de detención: prisiones sin ley

Para quienes logran llegar a Libia o son capturados por la guardia costera —muchas veces ayudada por fondos europeos—, el destino suele ser su reclusión en centros de detención infames por su brutalidad.

Tan sólo en 2023, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) estimó que más de 800,000 migrantes vivían en Libia. Muchos de ellos se ven atrapados en un ciclo interminable de detenciones arbitrarias, extorsión, abusos sexuales, torturas y asesinatos. El saldo más macabro: fosas comunes de migrantes han sido halladas en distintas regiones del país.

Una misión independiente respaldada por la ONU alertó que en Libia se están cometiendo crímenes de lesa humanidad contra esta población vulnerable. El informe documenta actos como esclavitud, desapariciones forzadas, violencia sexual sistemática e incluso asesinatos.

El papel de Europa: financiación al caos

Aunque parece paradójico, la Unión Europea, especialmente Italia, ha invertido millones de euros para capacitar y equipar a la guardia costera libia con la finalidad de frenar la migración hacia sus costas. Sin embargo, numerosos reportes han señalado que gran parte de esos recursos terminan en manos de milicias corruptas que lucran con el sufrimiento de los migrantes.

Una investigación de 2019 reveló que los fondos europeos destinados a mejorar las condiciones de los migrantes se desvían sistemáticamente hacia actores locales que cooperan con traficantes o administran los centros donde se violan los derechos humanos.

La propuesta de EE.UU.: deportar al infierno

Recientemente, autoridades estadounidenses informaron a grupos de migrantes sobre supuestos planes de deportación a Libia. Aunque aún no está claro si dicha medida se implementará, la sola posibilidad ha generado alarma entre expertos como Mehdi Ben Youssef, de la organización Lawyers for Justice in Libya.

Ben Youssef advierte que los migrantes deportados a Libia quedarían “altamente expuestos a ciclos ininterrumpidos de crímenes”. No sólo serían detenidos arbitrariamente sino también forzados a pagar sobornos para ser liberados, solo para ser nuevamente capturados por otros grupos armados en lo que se describe como una red de esclavitud moderna.

Negación y silencio oficial

Ni el gobierno de Trípoli ni el de Bengasi han confirmado haber suscrito un acuerdo de deportación con el gobierno estadounidense. Ambos han rechazado tener algún tipo de entendimiento con Washington respecto a la acogida de migrantes deportados. Sin embargo, el temor persiste.

La posibilidad de regresar a un país destrozado por la violencia es, para migrantes que han llegado hasta EE.UU., una sentencia a muerte o, en el mejor de los casos, una vida marcada por el abuso sistémico.

Las ONG bajo ataque: ¿quién ayuda a ayudar?

Para empeorar el panorama, el mes pasado las autoridades libias —a través de su Agencia de Seguridad Interna— ordenaron el cierre de 10 organizaciones humanitarias internacionales, acusándolas falsamente de “promover conspiraciones”. Este mensaje coincide con frecuentes narrativas xenófobas que intentan legitimar la discriminación contra migrantes subsaharianos y otras minorías no árabes.

Según denuncias de grupos como Médicos Sin Fronteras, estas restricciones han provocado que clínicas privadas nieguen asistencia médica a migrantes. “Nos preocupa gravemente lo que significa esto para la salud pública y el bienestar de miles de personas en situación crítica”, expresó Claudia Lodesani, directora del programa de la organización en Libia.

La impunidad como norma

La falta de un gobierno central efectivo ha convertido a Libia en un territorio donde la impunidad es moneda corriente. Las acciones de las fuerzas de seguridad, civiles o irregulares, raramente son supervisadas por instituciones judiciales.

Black migrants son particularmente vulnerables: “quienes tienen la piel oscura enfrentan abusos sistemáticos que van desde trabajos forzados hasta tortura”, señalan testimonios de trabajadores humanitarios que piden mantenerse en el anonimato.

¿Por qué deportar a Libia?

Camille Le Coz, experta del Migration Policy Institute, pone en duda el razonamiento detrás de esta propuesta. “Libia no tiene un marco funcional de asilo, reconoce a muy pocas nacionalidades y carece de garantías básicas. Deportar allí sirve más como un mensaje de disuasión que como una solución seria”, explica.

Es decir, más que una política efectiva, se trataría de una táctica de miedo: enviar un mensaje al mundo de que buscar refugio en EE.UU. puede terminar en un lugar peor, lo que, según sus impulsores, podría desincentivar nuevas llegadas.

La lucha en los tribunales estadounidenses

Sin embargo, no todo está dicho. Un juez federal determinó que ningún migrante puede ser deportado sin la oportunidad de apelar la decisión ante la justicia. Aun así, el sólo anuncio de deportaciones a Libia “normaliza la idea de que es un lugar seguro, cuando claramente no lo es”, afirman diversas ONG.

Una política entre la crueldad y la indiferencia

La situación migratoria global exige respuestas coordinadas, humanitarias y efectivas. En lugar de ello, estamos frente a un proceso en el que las grandes potencias lavan sus manos y subcontratan la violencia a países sin ley.

En palabras de Megerisi: “A lo más que pueden aspirar los migrantes en Libia es a montarse en una barca desvencijada rumbo al Mediterráneo. De no hacerlo, seguirán atrapados en un infierno patrocinado por aquellos que dicen defender los derechos humanos”.

Para quienes creen que la deportación es una solución... este es el verdadero destino que espera a los migrantes detenidos.

“Lo que ocurre en Libia no es una crisis migratoria, es una crisis de humanidad.”

Este artículo fue redactado con información de Associated Press